LA NACION

Un partido ideal para un Bauza desconcert­ante

- Diego Latorre

p asó Chile. Pasó el 1-0 que más allá de cómo se logró tal vez haya procurado un cierto alivio a los jugadores, porque me pongo en el lugar de ellos y sé que estas cosas suelen ocurrir en el fútbol. Pasaron las críticas por el mal juego y las declaracio­nes a medio camino entre lo burlón y lo desafiante de Edgardo Bauza. Pasó el dejo de insatisfac­ción, angustia y dolor que casi por primera vez pudo sentirse en el aire por haber ganado de la manera en que se ganó, y que rescato como único aspecto positivo del partido del jueves, porque desmonta la falacia de que a la gente sólo le interesa la victoria. Y ahora, con todos estos recuerdos bien frescos, toca viajar a Bolivia, donde cada partido es un rompecabez­as.

Jugué en el estadio Hernando Siles y conozco las limitacion­es físicas que imponen los 3600 metros de altitud. Sé cuánto cuesta sobrelleva­r el dominio del juego, de la pelota y de la situación geográfica en la cancha. También, que los partidos en esas condicione­s suelen respetar siempre el mismo patrón. El conjunto visitante acaba quebrado en dos, agrupado atrás para ser más equitativo que nunca en los esfuerzos, con los jugadores soldados alrededor del área para evitar los remates desde larga distancia, auxiliarse en las tareas defensivas y mantener el cero en su arco; mientras dos o tres hombres más adelantado­s esperan tener eficacia en algún contraataq­ue. Sucede así incluso aunque no sea el deseo o la voluntad inicial del entrenador. ¿Volverá a pasar el martes? Es muy probable.

Argentina llega a La Paz sin equipo, sin juego, sin identidad definida. Pero justamente estos factores, sumados a la escasez de oxígeno en el ambiente, se acomodan mucho más a la esencia y la filosofía de Bauza. Es fácil entonces suponer que en este caso prescindir­á de un delantero para agregar un volante y fortalecer la defensa del arco desde lo cuantitati­vo, con un jugador más, y así aguantar hasta que alguien se desprenda o aparezca el perfil heroico de Messi. Esta selección tiende a partirse de manera natural cuando juega en el llano, por lo que es sencillo imaginar lo que puede ocurrir a semejante altura sobre el nivel del mar.

Desde ya, no sería el planteo que elegiría yo para esta circunstan­cia. Creo que incluso en la altura es posible defender reduciendo espacios 30 o 40 metros más adelante. Es cierto que si el rival supera la primera línea de presión quedaría más espacio por detrás, pero también que los delanteros estarían más cerca del arco rival si se recupera la pelota arriba. Apretado atrás, te condenás a jugar al contraataq­ue todo el partido. Es Messi contra Alemania en la final del Mundial, recibiendo la pelota a una distancia sideral del arco de enfrente, y ya vimos que esa fórmula no funciona.

Sin embargo, en la búsqueda de una identidad, quizás este sea el partido que necesita el técnico. Un equipo debe jugar siempre a imagen y semejanza de su entrenador, y no es esto lo que viene ocurriendo en la selección.

Equilibrio fue la primera palabra, la credencial que presentó Bauza para darse a conocer. Pero acabó por caer rendido a un estilo que aporta cualquier cosa menos equilibrio. En el fútbol del pizarrón, ver juntos a Di María, Messi, Agüero e Higuaín puede conquistar a la gente, pero en el fútbol real que un equipo sea ofensivo no depende de la cantidad de delanteros que haya en la cancha. Hay roles que deben existir para que no se resienta la estructura, para que no queden eslabones perdidos e inutilizad­os como ocurrió contra Chile.

De nada sirve juntar a Agüero e Higuaín si Biglia, Mascherano y eventualme­nte Banega se superponen, no reciben entre líneas y no logran que el juego evolucione, si Di María ocupa una posición de volante para la que no está facultado y Messi no encuentra espacios para recibir con comodidad. En un partido las acciones se entrelazan y cuando no queda claro el rol de cada jugador surgen los desajustes y el desorden, para atacar y para defender. Los grandes solistas precisan de una orquesta cohesionad­a que sostenga su lucimiento, porque si no, hasta ellos corren el riesgo de desafinar.

El martes espera la altitud de La Paz. ¿Será el escenario que Bauza necesita para encontrar y asentar sus ideas? Difícil predecirlo, porque cuando no hay conviccion­es el fútbol es mucho más desconcert­ante que nunca.

Incluso en la altura es posible defender reduciendo espacios 30 o 40 metros más adelante

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