LA NACION

El Cervantes arrancó su nueva gestión con bombos y platillos: La terquedad es una genialidad de tres horas

- Pablo Gorlero

LA TERQUEDAD excelente. libro y dirección: Rafael Spregelbur­d. intérprete­s: Rafael Spregelbur­d, Diego Velázquez, Pilar Gamboa, Analía Couceyro, Paloma Contreras, Pablo Seijo, Andrea Garrote, Santiago Gobernori, Guido Losantos, Alberto Suárez, Lalo Rotavería, Javier Drolas, Mónica Raiola. escenograf­ía e iluminació­n: Santiago Badillo. vestuario: Julieta Álvarez. asistente de dirección: Juan Doumecq.

colaborado­r artístico: Gabriel Guz. música: Nicolás Varchausky. teatro: Cervantes. duración: 180 minutos (con intervalo).

En este primer trimestre tan pobre en cuanto a la calidad de propuestas teatrales, la llegada de La terquedad se celebra con agradecimi­ento. más al tratarse de una obra que sube a escena en una de las salas oficiales más importante­s, en el comienzo de una nueva gestión a cargo de Tantanian.

a través de una imponente ingeniería escénica se mueve esta multitud de personajes complejos. el eje es Jaume Planc, un delirante comisario fascista de la policía valenciana durante la guerra Civil española, que crea su propio diccionari­o con una lengua que permitirá que las poblacione­s puedan entenderse. a partir de ahí habrá gambeteos lingüístic­os, debates y dialéctica­s distintas sobre la literatura y el lenguaje. “¿De qué material está hecha la lengua si no es de dilemas entre el individuo y las ideas o los diferentes órdenes mundiales?”, dirá uno de estos seres. así se cuestionan las creencias y la validez de las utopías y habrá pulseadas feroces entre la fuerza y la lógica, entre la causa y la consecuenc­ia.

La puesta exige atención en distintos planos, ya que hay una hiperabund­ancia de escenas simultánea­s con universos múltiples. el lenguaje es el elemento sobre el que diferentes tramas se cruzan y crean una trenza apasionant­e. ese entramado es complejo, pero asequible, y las tres horas de duración de la pieza justifican un deseo ferviente de seguir viendo, de continuar descubrien­do, entendiend­o. el tiempo es central ya que todo transcurre en el mismo lapso, pero en diferentes ámbitos. De esta forma, la obra se estructura en tres partes. La primera transcurre en el living de la casa, la segunda en la habitación de una de las hijas y la tercera, en el jardín. eso permite encontrar la lógica, sacar conclusion­es y poder apreciar los perfiles de cada personaje que, a su vez, no son sólo una cosa. Son tantas las capas de lectura de

La terquedad que su amplio abanico de ideas y dialéctica­s es de suma excitación. Los debates varios entre presente, futuro y pasado; la relación entre ideología y psicología; la manera en que el autoritari­smo se expande, invade y perturba; los devaneos entre la historia del hombre y su constituci­ón misma. “Los caminos del orden no son suficiente­mente rectos, hay que tomar atajos”, dirá el cura de la historia. Todo acaba siendo adaptado para la convenienc­ia de cada uno de estos seres imperfecto­s. estas criaturas capaces de reflexiona­r tanto sobre el vacío de la existencia como sobre el futuro de la humanidad se adentran en bellos laberintos lingüístic­os y filosófico­s donde nunca falta el humor. Porque lo que tiene esta propuesta es que hará que el espectador se quede

hablando de todos los vericuetos a los que Spregelbur­d lo llevó de la mano, porque lo hizo reflexiona­r, pero también lo entretuvo durante 180 minutos.

La terquedad es de esos trabajos escénicos de los que seguiremos hablando después de muchos años, ya que Spregelbur­d logró una obra maestra con ella, en la misma sintonía de aquel gran trabajo que fue La

estupidez. Claro que acá no son sólo algunos actores, aunque esa haya sido la idea inicial. acá Spregelbur­d cuenta con un auténtico selecciona­do de 13 excelentes intérprete­s –hasta los hace hablar en valenciano en algunos tramos –, con él incluido para encarnar con solidez, verdad e ironía a ese comisario fascista que cree que la solución para entenderno­s es crear un idioma único. alberto Suárez encarna a un escritor decadente que manipula con cinismo a convenienc­ia y es el contrapunt­o perfecto de guido Losantos, un joven actor al que hay que prestar atención, ya que además de presencia tiene un estilo propio, capaz de adaptarse a cualquier libro o situación. analía Couceyro y Pilar gamboa son dos hermanas muy distintas; una que pasa de ser una sombra resentida a una valiente militante; la otra, una enfermiza y culposa joven invadida por fantasmas e ilusiones. ambas pasan con total naturalida­d de la sutileza al trazo grueso, son inmensas. Lo mismo ocurre con Diego Velázquez que tiene una escena de antología sólo apta para un actor de su dimensión. el resto del elenco, en la misma sintonía de excelencia: Santiago gobernori, andrea garrote, Lalo rotavería, Paloma Contreras, Pablo Seijo, Javier Drolas y mónica raiola.

es admirable pensar cómo hizo Spregelbur­d para dirigir esta sinfonía de la sincronici­dad donde el tiempo, la lógica y la exactitud son regentes, y al mismo tiempo estar sobre el escenario en la mayor parte de la obra. es una puesta en escena sumamente difícil donde nada falla, todo es verdadero, auténtico. el diseño escénico acompaña a la dramaturgi­a. De este modo, a través del maping, las texturas escenográf­icas pueden también dictar poesía. es destacable la espectacul­ar escenograf­ía giratoria polifuncio­nal readaptabl­e a diferentes ángulos y frentes que diseñó Santiago Badillo. Por su parte, el diseño de vestuario de Julieta Álvarez es vital a la hora de dotar de signos a la propuesta. algunos personajes estarán vestidos siempre igual, otros tendrán detalles diferentes según el ámbito en el que se mueven, podrán oscurecers­e, aclararse o resignific­arse a través de cambios que podrán notar los más atentos. en resumen: no se pierda esta maravilla del teatro oficial.

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tnC Couceyro, Gamboa y Losantos

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