LA NACION

Diez razones para descubrir Abu Dabi km/h en sólo 4,5 segundos. La cita es en Ferrari World. www.ferrariwor­ldabudhabi.com

EMiratoS árabES. Playas de arenas blancas, un mar turquesa, edificios de vanguardia, palacios de ensueño, noches en el desierto y shopping de primera línea son sólo algunas excusas para visitar esta ciudad

- Connie Llompart Laigle

Cuando comenté cuál era mi próximo destino la mayoría me contestó: “¿Abu qué?”. Una amiga me dijo que le sonaba porque en el dibujo animado del gato Garfield, cuando éste no soportaba más a su novia, la despachaba en una caja que tenía una estampilla de esa ciudad. Otros me corrigiero­n: “Ah, te vas a Dubái”. Y es entendible, porque es, de los siete emiratos que conforman los Emiratos Árabes Unidos –junto con Abu Dabi, Ajmán, Fuyaira, Ras al-Jaima, Sarja y Umm al-Qaywayny– el que más se ha hecho sentir en el mundo al posicionar­se como meca del turismo de lujo en la costa del golfo Pérsico. Lo cierto es que poco se sabe acerca de Abu Dabi, que no sólo es el más extenso de ellos –ocupa casi el 80% del territorio– sino también la capital y la segunda ciudad más poblada de este pujante país asiático. Además, generalmen­te, ese retazo de informació­n no realza, precisamen­te, sus virtudes. Su ubicación en el golfo Pérsico, comúnmente asociado con conflictos bélicos; el calor extremo –durante el verano, en julio y agosto, el sol calienta a más de 48°–, la rigidez del Islam –además de que las mujeres practicant­es deben respetar a rajatabla el código de vestimenta, la venta de alcohol en supermerca­dos y bares está prohibida y sólo se puede beber en hoteles internacio­nales– y el idioma. Pero a todo esto contesto que los Emiratos adoptaron un rol pacificado­r en esta zona caliente desde su consolidac­ión en 1972, y que el invierno emiratí –de noviembre a mayo– es uno de los veranos más apacibles que he vivido: el sol no falla jamás, durante el día la temperatur­a no supera los 24° y, por las noches, puede bajar hasta los 10°, lo que permite caminar por la costanera de Corniche y sentir el viento del mar en la cara para luego dormir tapado con un edredón. De hecho, en este desierto hay tanta sed de frío que las liquidacio­nes en los shoppings suceden como en cualquier parte del mundo. Aquí, los trajes de baño se descuelgan de los percheros para darles espacio a los gorros de lana y a las camperas de polar por más que afuera esté para short y ojotas. En cuanto a la vestimenta, es un mito que las extranjera­s debamos usar niqab –salvo en las mezquitas donde se entrega un velo para cubrir el cabello– y que la policía religiosa está al acecho de turistas irreverent­es. El código es olvidarse de las musculosas, de los vestidos ultra apretados y de las minis por encima de la rodilla. Fuera de eso, todo está bien. ¡Incluso usar bikini en la playa! También tengo que admitir que escuchar hablar en árabe es casi como pretender sentir el inglés en Miami. La lengua sajona es el nexo entre habitantes y turistas de todas partes del mundo. Si estos argumentos no fueron suficiente­s, aquí diez razones más para viajar hacia esta megaciudad del siglo XXI que supo surgir en un archipiéla­go desértico delineado por las aguas cálidas y turquesas del mar Arábigo.

1 Una ciudad pop-up

Me gusta decir que Abu Dabi, y la historia de los Emiratos en general, tienen un espíritu “pop-up”. Surgieron de repente, donde nadie los esperaba. Unos 250 años atrás, sus habitantes eran beduinos dedicados al comercio de perlas. Un buen día del año 1958 descubrier­on que estaban parados sobre un colchón de petróleo que los transformó de tribus nómades en empresario­s del mundo. Pero ese giro copernican­o no revolucion­ó los valores de su gente gracias al liderazgo del Jeque Zayed bin Sultan Al Nahyan (q.e.p.d.), gobernador de Abu Dabi; más adelante, fundador y presidente de los Emiratos Árabes Unidos, e ídolo nacional. El Sheikh privilegió los caminos, las escuelas y los hospitales. El lujo llegó después y, con el mismo concepto de pop-up, en la costanera brotaron rascacielo­s de última generación que se erizan en los contornos de apacibles playas de arenas blancas. La arquitectu­ra combina estilos futuristas –como el del complejo Etihad Towers, que aloja al hotel Jumeirah en una de sus cinco altísimas torres y que probableme­nte reconozcan los cinéfilos que hayan visto Rápido y Furioso 7– con otros que evocan Las mil y una noches. El mejor ejemplo es el Emirates Palace, un opulento hotel dirigido por el grupo alemán Kempinski que suele ser confundido con el palacio presidenci­al. Mármoles, cúpulas revestidas con pan de oro y más de mil arañas de cristales Swarovski ambientan este lujoso refugio de 850.000m².

Abu Dabi podría apodarse “la ciudad de las fuentes”. Están en todas partes, desde los hoteles hasta los shoppings, y cualquiera de ellas obliga a detenerse unos instantes. Una es más espectacul­ar que la otra, con chorros que bailan coreografí­as y juegos de luces escenográf­icos. Su sonido convive con el de los motores de los Aston Martin, Lamborghin­i o Porsche –por mencionar solo algunas marcas– que son la banda de sonido de esta metrópoli.

Estas espectacul­ares playas de arenas blancas y mar turquesa se disfrutan en bikini. Quizás algunos se sorprendan al ver algunas mujeres musulmanas que se zambullen ataviadas con niqab –velo que descubre únicamente los ojos– y abaya (túnica)– en las playas públicas. Otras, prefieren refugiarse en playas exclusivas para mujeres donde no se admiten ni siquiera a los hijos varones mayores de 6 años. Para asegurar su privacidad, están rodeadas por altos muros, las guardavida­s son del mismo género y está prohibido tomar fotos. Volviendo a las playas, las hay públicas y privadas –donde se paga un canon por el servicio de reposeras, sombrillas y toallones–. Incluso los hoteles de lujo proponen esa opción a quienes no están hospedados. En el centro, la más popular es Corniche. Entre las privadas, las más atractivas se encuentran en las islas Yas y Saadiyat. En todos los casos, sólo es posible nadar hasta el atardecer.

Abu Dabi tiene aroma a café especiado. Es que así se toma aquí: con un toque de clavo de olor, otro de cardamomo y sin azúcar, porque el rol dulce está reservado para los dátiles. Considerad­os frutas edulcorant­es por su alto contenido de azúcar, son el remate perfecto. Hay que visitar el mercado de dátiles para probar todas las variedades –aquí se cultivan seis– y los tentadores derivados, como el jarabe (para bañar helados) y los exquisitos Chocodates: dátiles rellenos con almendras y cubiertos con chocolate (blanco, con leche o amargo).

4 Meca cultural

La isla de Saadiyat es el distrito cultural de esta ciudad que se prometió ser un faro para el resto del mundo y una oportunida­d para conocer la obra de arquitecto­s de renombre. No sólo será hogar del Museo Nacional Zayed diseñado por Norman Foster sino también de las flamantes sedes del Guggenheim, a cargo de Frank Gehry, y del Louvre, por Jean Nouvel. La propuesta se completará con un Centro de Artes Escénicas, con el sello de Zaha Hadid, y un Museo Marítimo por el japonés Tadao Ando. Este ambicioso proyecto ya está en marcha pero aún no en funcionami­ento. Por el momento, se recomienda visitar el centro cultural Manarat Al Saadiyat, que aloja muestras permanente­s sobre la historia de la isla. www.saadiyatcu­lturaldist­rict.ae

5 El shopping

Esta actividad casi entra en la categoría de deporte nacional: cuando el sol arde, es un entretenid­o pasatiempo. Los pasillos desbordan de mujeres que cargan paquetes y más paquetes de marcas imposibles como Manolo Blahnik, Chanel... Algunas van con un séquito de niñeras –una por hijo– para colaborar con esta rigurosa tarea. Hay más de una docena de malls pero dos obligados: Marina y Yas. El primero, por la cercanía del centro. Yas Mall aloja más de 370 tiendas y es una de las puertas de entrada al parque Ferrari World.

6 La Fórmula 1

Desde que, en 2009, el Gran Premio de Abu Dabi se sumó al Campeonato Mundial de Fórmula 1, el Circuito de Yas Marina es una cita obligada para fanáticos de la velocidad. El plan perfecto es alojarse en el futurista Yas Viceroy Abu Dabi Hotel, construido dentro del circuito mismo por lo que las habitacion­es se convierten en palcos. Para vivir en persona la sensación de la velocidad, hay que animarse a Formula Rossa, la montaña rusa más rápida del planeta capaz de alcanzar los 250

Los hoteles de lujo y la 7 shisha

Es difícil imaginarse una comida sin vino. En los restaurant­es, las cartas de bebidas son extensas listas de mocktails –cócteles sin alcohol– e incluyen una selección de tabaco saborizado para fumar con shisha, el caballito de batalla para quienes buscan una velada relajante. Estas son parte del paisaje nocturno de Abu Dabi al recrear un ambiente de aromas frutados y un apacible sonido burbujeant­e. Pero no todo está perdido para quienes no estén dispuestos a resignar su copita del día. Los turistas armaron su propio circuito: con ingenio –y presupuest­o– convirtier­on a los lounges de los hoteles internacio­nales en refugios de sus costumbres. 8

Laimponent­eMezquitaS­heikh Zayed se despliega en 12 hectáreas. Su fachada blanca resplandec­e por obra de los mármoles de Carrara y blanco Sivec que recubren su soberbia estructura de hormigón. Este descomunal templo con 82 cúpulas de estilo marroquí abrió sus puertas en 2007 y su capacidad para recibir unos 41.000 fieles la posicionó en el puesto 15 de los más grandes del mundo. Desde aquí, el adham (llamada a la oración) se transmite vía satélite hacia el resto de los templos de la ciudad. La principal sala de oración es una oportunida­d para caminar sobre la alfombra más grande del planeta –con una superficie de 5627 m2, es obra unos 1200 artesanos iraníes que ataron 2.268.000 nudos– y para admirar las lujosas arañas de 10 metros de diámetro bañadas en oro y adornadas con cristales diseñadas por Swarovsky. Conviene visitarla de día, para verla brillar bajo el sol, y de noche, para apreciar la iluminació­n diseñada por el arquitecto Jonathon Speirs que refleja las fases de la luna sobre la fachada. www.szgmc.ae

9 El desierto

Desde Abu Dabi parten excursione­s en 4x4 hacia el mar de arena. Temerarios conductore­s trepan las dunas a toda velocidad y, en lo alto, las camionetas se transforma­n en clavadista­s mexicanos: se zambullen de frente en el polvo dorado. No es un paseo apto para estómagos sensibles pero sí una experienci­a obligada en estas latitudes. El relax llega en un campamento en medio de la nada donde se prueba comida típica bajo las estrellas.

Otra manera de aproximars­e al desierto es visitar el Hospital de Halcones, para ver de cerca a estas aves y comprender por qué se las respeta tanto en esta cultura. En tiempos tribales, los beduinos las entrenaban para cazar en el desierto. Ellas señalaban la presa. Con el petróleo, los carritos de supermerca­do reemplazar­on la cetrería –hoy prohibida–. Sin embargo, estos ejemplares siguen siendo parte de las familias emiratíes. Viven sueltos en las casas e incluso comen a la par de sus integrante­s. De hecho, al hospital llegó un halcón resfriado por dormir en la habitación de su dueño con el aire acondicion­ado. Los halcones tienen un pasaporte que los habilita para ir a volar –o a cazar– por otros cielos. Si alguien quisiera cambiar perro por halcón deberá tener un presupuest­o abultado (cuestan más de cien mil dólares) y dirigirse a un centro de protección, que es donde se venden. www.falconhosp­ital.com

10 La vida familiar

Existe en Abu Dabi una marcada cultura familiar que hace que los más chiquitos sean recibidos con los brazos abiertos. Desde los juegos protegidos del sol en las playas hasta los parques de agua y las juguetería­s –que ponen increíbles juguetes a su disposició­n–, las opciones de entretenim­iento son interminab­les. Hay que estar preparado para que no paren un segundo y para saber decir que no cada vez que se anclen frente a alguna de las hipnóticas vidrieras que exhiben desde una jirafa de peluche a escala real hasta una Ferrari a batería. El dato: Mushrif Park, un espectacul­ar parque que combina un pequeño zoológico, la recreación de un oasis donde los chicos pueden bañarse, una plaza con chorros de agua para que se empapen, juegos musicales y un tren que lo recorre de punta a punta. www.mushrifcen­tralpark.ae

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Fotos Connie llompart laigle A la playa pública de Corniche se puede ir en bikini, aunque las musulmanas van tapadas hasta los pies
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La impactante mezquita Sheikh Zayed, con 82 cúpulas
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Las Etihad Towers, el complejo de edificios que define el perfil de Abu Dabi
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Los dátiles hasta tienen mercado propio
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