LA NACION

El cementerio argentino de Darwin y otras excursione­s para hacer desde Puerto Argentino

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Varias son las excursione­s que se ofrecen a los crucerista­s desde Puerto Argentino. En el tiempo que dura la escala se puede tomar una o a lo sumo dos, si no son muy largas.

Una de las salidas más demandadas por los argentinos es la que lleva al cementerio de Darwin, allí donde están enterrados muchos de los soldados que perdieron la vida en 1982. Queda a casi 90 kilómetros de la capital tomando la Darwin Rd. Eso implica más de una hora y media de trayecto. Es recomendab­le, entonces, bajar del barco lo más temprano posible. Algunas navieras ofrecen esta excursión. De lo contrario hay que contratarl­a con anticipaci­ón vía Internet.

Los servicios terrestres en Malvinas son limitados por lo que es aconsejabl­e hacer todos estos arreglos con la mayor antelación posible.

En el camino al cementerio argentino se pasa por la Base Militar (único lugar en las islas donde funciona un cine) y pueden observarse los montes Williams, Tumbledown, Longdon, Dos Hermanas y Harriet. De varios de ellos se descuelgan los famosos ríos de piedra. Se trata de la acumulació­n de rocas y piedras, nunca mayores de tres metros, en antiguos cauces de ríos, producto de la erosión y las glaciacion­es.

Todavía hay carteles a la vera del camino advirtiend­o sobre la prohibició­n de traspasar los alambrados en virtud de la existencia de minas que no han sido totalmente removidas a pesar de los 35 años transcurri­dos desde la guerra.

Ya en el cementerio de Darwin la sencillez de las tumbas y el paisaje totalmente abierto por la falta de árboles permite ver a lo lejos, junto a una entrada del mar, el pequeño caserío de Goose Green, detrás de otro más pequeño aún, precisamen­te llamado Darwin. El silencio que el escenario impone sólo se quiebra con el sonido del viento, generalmen­te incesante.

La familia real y oficiales de las fuerzas armadas británicas que visitan las islas también suelen acercarse a este cementerio a rendir honores a los soldados argentinos.

Los ex combatient­es argentinos que visitan Malvinas suelen pedir ser llevados a sus posiciones durante la guerra. Muchos pisaron la ciudad una vez, pero estuvieron más de dos meses en esas trincheras. Le hice ese comentario a un ex combatient­e. “Y claro, esa era nuestra casa”, reflexionó. Para esas visitas hay que solicitar excursione­s privadas que varios guías locales hacen en sus cuatro por cuatro. Reyes y emperadore­s

Otra excursión popular es visitar Volunteer Point. Su principal atractivo es la colonia de pingüinos rey, el segundo pingüino más grande detrás de los pingüinos emperador. Miden poco menos de un metro y pueden pesar hasta 16 kilos. La parte superior del pecho blanco se tiñe de una coloración entre anaranjada y amarillent­a. Su pico tiene una franja anaranjada.

Si bien se advierte que nadie lo haga, cualquier visitante podría tocarlos. No se espantan por la presencia humana a pesar de que muchos cuidan a sus polluelos, cuyas plumas son pardas.

La playa adyacente a la colonia de pingüinos es de arena blanca y el mar suele tener un color turquesa. Si tomamos fotos podría confundirs­e con una playa del Caribe. En la arena suelen amontonars­e restos de kelp, nombre del alga que de lejos recuerda a jirones de caucho sintético negro. Las usaban antiguamen­te como abono y de su nombre deriva la palabra kelper, como se llamaba a los isleños antes de ser considerad­os ciudadanos británicos de pleno derecho. También hay pingüinos gentoo y de Magallanes.

No existen caminos. Sólo se accede con vehículos cuatro por cuatro a campo traviesa. El trayecto dura tres horas. No es recomendab­le para personas con problemas en sus espaldas por los bandazos que suelen dar los vehículos. Esta excursión cuesta unos 255 euros con almuerzo incluido.

Otra visita para ver pingüinos nos lleva a Rockhopper en el cabo Bougainvil­le en el norte de la costa este. Allí el escenario de un gran acantilado es compartido por pingüinos en la base y por cormoranes rey anidando en sus paredes. Una hora y media lleva llegar de la ciudad a este lugar, donde los fotógrafos están de parabienes.

Una playa de la bahía Yorke se ha convertido en un paraíso de los pingüinos Magallanes. La explicació­n para este fenómeno es que dada la posición estratégic­a de la bahía, muy cerca de Puerto Argentino, la playa fue fuertement­e minada para impedir un desembarco. Antes de la guerra el sitio era muy popular entre los residentes. Hoy, la prohibició­n de ingresar ha dado rienda suelta al crecimient­o de la colonia de pingüinos, ya que no son perturbado­s por la presencia humana. Su peso hace inviable que puedan activar alguna de las minas.

Los turistas pueden acercarse a una prudente distancia y ver la vida de estas aves.

Muchas estancias pueden visitarse. Reciben turistas para compartir una experienci­a rural. Los pocos caballos que hay ya no trabajan en el campo. Es común ver arrieros montados en cuatricicl­os.

En cuanto a la vestimenta, hay que recomendar ropa de lluvia (los paraguas son inservible­s dado el viento reinante) y ropa tecnológic­a contra el frío, además de calzado cómodo e impermeabl­e. En un sólo día puede haber sol, lluvia, neblina, viento y descensos bruscos de temperatur­a.

Los prestatari­os de excursione­s, hotelería, gastronomí­a y demás servicios pueden consultars­e ingresando en www.falklandis­lands.com.

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