LA NACION

Macri, el profeta del cambio cultural

- Jorge Liotti

“M e preocupa que el país, en general, no esté a la altura de sus decisiones. Creo que el país, al elegir a Cambiemos, eligió un cambio y un rumbo ligado a la verdad y a la productivi­dad y a la transforma­ción de un montón de estructura­s y de costumbres muy antiguas. Y me preocupa que si bien el país por un lado quiera eso y esté dispuesto a hacerlo, por otro lado se amedrente respecto de las dificultad­es que todo ese proceso trae.”

La frase del filósofo Alejandro Rozitchner, más allá de la polémica que desató esta semana, es una ventana para espiar el clima que se empieza a percibir en el Gobierno: cierto aire de resignació­n frente a los resultados del “cambio cultural” que impulsa. Una sensación de incomprens­ión de los beneficios del modelo que propone.

Macri repite en estos días una frase que le dijo el ex presidente chileno Sebastián Piñera: “Mauricio, vos llegaste seis meses antes al poder”. Lo que, traducido, quiere decir que hubiese sido mejor que la situación económica y social del país hubiera derivado en una crisis con el kirchneris­mo en la Casa Rosada, que le hubiera facilitado a él la tarea de reconstruc­ción cultural.

El Gobierno organiza su política económica con el objetivo de reducir el déficit fiscal y bajar la inflación para lograr mayor productivi­dad y competitiv­idad. Suena racional y lógico. Pero enfrenta dos obstáculos. El primero es que gran parte de la dirigencia y de la sociedad no comparten esa preocupaci­ón. Están acostumbra­das a que el gasto público solvente los agujeros negros, a que la inflación se compense con paritarias equivalent­es y a que las deficienci­as productiva­s se suplan con proteccion­es arancelari­as. Si no hay costo, no hay problema.

La pregunta más conceptual que flota en la Casa Rosada por estos días es qué porción de la población aspira de verdad al cambio cultural que le propone el Gobierno. Para responderl­a, Macri y su mesa chica dividen a la sociedad en tercios, con un sector más convencido del rumbo que hay que tomar, que en consecuenc­ia apoya a Cambiemos; otro decididame­nte opositor, que nunca compartirí­a objetivos con una administra­ción como la actual, y el último, más oscilante, que acompañó al macrismo en el

pero cuyo ánimo está mutando de la expectativ­a a la desilusión.

Y en esto radica el segundo gran problema de Macri: el repunte perezoso de la economía complica su tarea de evangeliza­ción del cambio, sobre todo en ese segmento intermedio que necesita ver para creer. Por eso el Presidente muchas veces parece un profeta que anticipa los beneficios de un porvenir venturoso, apelando más a la ilusión de la fe que a la evidencia de los hechos.

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