Un sistema que hace agua
“LArgentina siempre fue sensible a las artes, desde sus orígenes. Tuvo épocas de grandes promesas, de grandilocuencia. Luego el tiempo fue pasando y ya conocemos la historia. En los años de dictadura se produjo la gran grieta. Implosionó el campo y desde entonces estamos intentando despertar. Pero la sensación es la de aquellos muñecotes inflables a los que uno trompea, caen hacia atrás y rebotan… Y otra vez volver a empezar. Lo que está mal es mucho: elitismos, esnobismo, falta de profundidad y compromiso, corrupción en los modos de visibilidad y legitimación. Estupidez, mezquindad. Creo que el individualismo termina dejándonos impotentes y amargados. ¿Cuál es la punta del hilo? ¿La falta de autoestima, la banalidad, el miedo, la desconfianza en los otros? Sea cual fuere, el sistema del arte contemporáneo argentino hace agua. Y de nada vale criticar lo que está mal fuera de uno. Lo que está afuera está adentro, necesariamente nos refleja.”
¿QUÉ PROPONDRÍAS?
“Es hora de responsabilizarnos. Que no es lo mismo que culpabilizarnos, sino ser conscientes de cuál es nuestro rol y nuestra potencia dentro del sistema. Qué es lo que sí podemos hacer. Y pensar cómo, con muchas alternativas. Con flexibilidad y determinación. A la falta de un mercado, ponerle el cuerpo… y construirlo. Al desnivel entre la amplia producción y cantidad de artistas y las mínimas posibilidades de visibilidad y juego, ofrecer autogestión. Es una tarea grupal que se sostiene en tres aspectos que se enraízan en lo humano: la confianza, la apertura y una ética de cooperación. Necesitamos generar ámbitos de aprendizaje social, de interacciones y construcción colectiva. En esa tensión hay un espacio fecundo para jugar, para jugarnos. Y a partir de allí buscar la estabilidad, la profundidad, la tolerancia. Esa dinámica se extiende con el ejercicio y tiene la posibilidad de generalizarse. Pero depende de cada uno. Porque la imagen es bellísima, pero no se puede pedir que llueva café en el campo.