Los personajes y sus complejidades
Walter Ponce, el protagonista de El circuito escalera –la primera novela del conocido dramaturgo, guionista y director de teatro Javier Daulte–, es un autor teatral de éxito de cuarenta y cuatro años. En el comienzo del libro se encuentra de veraneo en la costa con su pareja, Cristina. Este tramo desarrolla la narración como un montaje cinematográfico. La extraña peripecia que le toca vivir a Walter una noche de insomnio en la que sale a dar una vuelta en auto se alterna con el incidente padecido por su ex esposa Marina y el hijo de ambos, Martín (un chico de trece años), mientras están de vacaciones en Arraial D’Ajuda, una localidad brasileña.
Marina, una mujer de treinta y ocho años, recurre al alcohol y al sexo casual para aliviar sus insatisfacciones más profundas. Martín la observa seducir a dos hombres en un bar y luego, en la cabaña que alquilan, a escondidas ve cómo su madre pierde el control de ese trío erótico y termina siendo violada.
Daulte se toma su tiempo para exponer las distintas situaciones que componen el argumento. Más que los hechos, parecen interesarle las reacciones de los personajes que, a medida que avanza la trama, se multiplican. A los ya nombrados, se agregan –entre otros– Gerardo (un actor que es pareja de Marina), Mofe y la Colo (amigos de Walter), Cata (viuda de un importante director de teatro, cofundadora de una legendaria sala teatral de Buenos Aires y madre espiritual de Walter), Alberto (un psicoanalista, padre de Cristina) y China, su mujer.
El autor se esfuerza principalmente por mostrar las sensaciones que ellos experimentan: los sentimientos e ideas que guían sus acciones. Para cumplir este objetivo se vale de una firme omnisciencia desde la cual –mediante una prosa sencilla y directa que apunta a la claridad y la precisión– busca explicar los complejos matices psicológicos que caracterizan cada uno de esos mundos interiores.
Casi todos los capítulos del libro van encabezados por el nombre de un personaje y la estructura de alternancia instalada al comienzo se mantiene hasta el final. La novela se inicia en el verano de 2007-2008 y se extiende a lo largo de unos seis años, durante los cuales se va describiendo la evolución de los personajes y de sus vínculos afectivos.
Un elemento de suspenso y misterio ingresa con la figura de un vengador anónimo que patrulla cierta zona de la ciudad y defiende a las mujeres solas de posibles acosadores.
Al regresar de sus vacaciones, ni Marina ni Martín hablan de lo que de verdad ocurrió en Brasil. Se limitan a decir que fueron víctimas de un robo. Sin embargo, una de las consecuencias de aquel episodio es que Marina queda embarazada de uno de sus abusadores. Aunque Cristina queda embarazada de Walter, decide separarse de él y se va a vivir a la casa de su padre. Entonces se produce un acercamiento entre Marina y Walter, que empiezan a dormir juntos “esporádica y clandestinamente” sin comprometerse a una relación ni hacerse promesas, contentos de comprobar que juntos comparten un “desempeño sexual insuperable”.
Daulte también se reserva un espacio para reflexionar sobre la realidad. “Que una historia nos haga creer que podemos entender algo de la realidad –piensa Walter– es el engaño más maravilloso al que se nos puede someter.” Y Mofe, por su parte, se pregunta si es posible que una realidad funcione como una ficción. El título de la obra, que alude a un sistema eléctrico que permite encender o apagar una luz desde dos interruptores diferentes, se emplea como una metáfora que desemboca en la siguiente deducción: “Que la realidad sea independiente de nosotros y de nuestra conciencia es tan sólo una creencia. Y esa creencia se debe a que ignoramos que estamos interconectados con otro interruptor (otra conciencia)”.
El viaje emprendido por Martín a Arraial D’Ajuda, a los dieciocho años, constituye el segmento mejor diseñado de la novela. De ese modo quizá busca exorcizar de su memoria el hecho traumático que vivió un lustro atrás. Este viaje –que lo arrastra a una serie de aventuras y lo hace conocer el amor– brinda la dinámica y azarosa fluidez de una road movie literaria y, al mismo tiempo, encamina el libro hacia un cierre en el que triunfa un espíritu de conciliación.