Tras el fiasco de la reforma de salud, los republicanos se preguntan cómo seguir
Las evidentes divisiones del partido en el poder dejan dudas sobre el cumplimiento de sus otras promesas electorales
WASHINGTON.– Durante ocho años, el Partido Republicano nunca tuvo problemas en decirle no al gobierno del demócrata Barack Obama, pero ahora le está costando muchas dificultades lograr darle un sí a la primera etapa de la era Trump.
El absoluto fracaso del proyecto de ley para reemplazar el seguro de salud que dejó Obama, mejor conocido como Obamacare, dejó en evidencia que los republicanos se encuentran divididos en diversos grupos: los alborotadores apasionados, por un lado, los conservadores de la vieja guardia, por otro, y los moderados, aquellos que provienen de distritos de tendencia demócrata. A pesar del monopolio del poder que tienen en Washington, los republicanos se encuentran enfrentados entre ellos y pujan todavía por encontrar una forma de gobernar.
Todas estas divisiones le costaron al partido la posibilidad de cumplir con su promesa, que ya lleva siete años, de desarmar la ley de cuidado de salud asequible de Obama.
Al mismo tiempo, dejan dudas sobre si el Congreso, en manos del Partido Republicano, será capaz de resolver no sólo las tareas más monumentales –que incluyen la primera revisión en más de 30 años del sistema tributario nacional–, sino incluso las más básicas. Por ejemplo, que no le bloqueen el presupuesto el mes próximo, poder aumentar la capacidad de endeudamiento del país para fines de año o lograr que se aprueben los doce proyectos de ley presupuestaria para las agencias y los departamentos federales.
Aunque el bloque antiestablishment, surgido al calor del movimiento conservador Tea Party, ayudó a que los republicanos ganaran mayorías en el Congreso tanto en 2010 como en 2014, las divisiones internas, que se ven complicadas aún más por la independencia que demuestra Trump, amenazan la capacidad del partido para cumplir con otras de sus promesas electorales.
“Creo que tenemos que reflexionar internamente para determinar si somos capaces o no de funcionar como un cuerpo gobernante’’, admitió Kevin Cramer, el representante de Dakota del Norte, inmediatamente después del fallido intento por revocar la reforma de salud.
A pesar de tener la mayoría dominante en la Cámara de Representantes, ventaja numérica en el Senado y a Donald Trump sentado en la Casa Blanca, los republicanos apenas parecen formar parte del mismo equipo.
“Hay algunas personas en el grupo republicano de la Cámara que todavía tienen que hacer la conversión necesaria, pasar de quejarse como antes a gobernar –opinó el encuestador republicano Whit Ayres–. Y, como si fuera poco, la actual Casa Blanca está controlada por un político que no está tratando de dirigir en realidad ningún partido.”
El proyecto republicano de ley de salud expuso las fisuras filosóficas que habían quedado enmascaradas por los años de rechazo y resistencia contra todo lo que proviniera del gobierno demócrata de Obama.
Una disposición de la iniciativa republicana, que buscaba derogar algunos beneficios esenciales de salud –el cuidado maternal, los servicios de emergencia–, aspiraba sobre todo a seducir a los conservadores de línea dura que no creen que el gobierno estadounidense tenga que meterse en el negocio de la atención médica.
Eso enervó a los republicanos más moderados, especialmente a aquellos que pertenecen a los distritos donde el año pasado se impuso la candidata presidencial demócrata Hillary Clinton. Éstos reaccionaron con preocupación ante la posibilidad de que decenas de miles de sus electores perdieran los beneficios del Medicaid (el programa gubernamental de asistencia médica para los pobres o discapacitados) o que los votantes de mayor edad fueran obligados a pagar más.
La ironía, para un presidente outsider como Trump, es que tanto el debate sobre la salud como los recortes presupuestarios que propuso para los programas nacionales a lo largo del país de pronto parecen haberles recordado a muchos estadounidenses que un gobierno en realidad sí puede hacer por ellos algo bueno.