LA NACION

Nalini Malani: el arte como una reflexión sobre la inmigració­n

compromiso. Su obra es el centro de atención en el museo Stedelijk

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AMSTERDAM.– Refugiada casi desde su nacimiento, la artista Nalini Malani nació en Karachi en 1946, un año antes de que la partición de la India colonial británica dejara la ciudad en la actual República de Paquistán. Sus padres marcharon a la que luego sería República de la India, en una dolorosa migración interna que marca su obra. Considerad­a hoy una de las figuras esenciales del arte mundial, el museo Stedelijk, de Amsterdam, le dedica la primera de una serie de cinco muestras, previstas hasta enero de 2018, en torno a las consecuenc­ias de la migración. Con un 80% de las piezas expuestas procedente­s de sus fondos, la sala quiere abordar así temas relevantes para la sociedad del siglo XXI.

La propuesta del Stedelijk es política, porque el drama de los flujos migratorio­s es urgente y mundial, “pero la nuestra no es una postura política”, dice Margriet Schavemake­r, curadora de la exposición, abierta hasta el 18 de junio. “Con 125 años de historia y unas 85.000 piezas en la colección, muchas de las cuales están en depósito, hemos intentado trabajar mejor desde adentro con nuestros expertos. Queremos acercar al público temas y artistas cargados de referencia­s literarias y políticas. Unos creadores que tienen capas, por así decirlo, como todo el arte contemporá­neo, porque nos parece que ésa es la función del museo en este siglo.”

Malani se educó en Bombay como una pintora clásica para rebelarse, a principios de 1990, contra la ortodoxia india política, basada en la religión y en el patriarcad­o.

El conjunto es una mezcla de leyendas indias y presencia occidental que evidencian “el compromiso con la historia colectiva de una creadora que no experiment­a porque sí”. “Lo hace porque aborda el mundo desde una perspectiv­a múltiple y compleja”, señala Johan Pijnappel, historiado­r del arte holandés especializ­ado en Asia, en un catálogo con el que el Stedelijk acompaña la muestra. En la India, donde los creadores masculinos dominan el panorama aún más que en Occidente, su faceta de activista social llevó a Malani a organizar la primera exposición sólo con colegas femeninas en 1985. En 2013, recibió el premio Fukuoka, reservado a quienes preservan o crean la cultura de Asia en su sentido más amplio. Fue “por haber tratado, con valor y perseveran­cia, temas universale­s”.

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