LA NACION

Fernando Mönckeberg. “Si Chile logró minimizar la desnutrici­ón, la Argentina también puede”

Anticipand­o su visita a Buenos Aires, el médico chileno y fundador de Conin en su país subraya la importanci­a de que exista una política de Estado para combatir la problemáti­ca

- Texto María Ayuso

Cuando a mediados de la década del 50 el médico Fernando Mönckeberg empezó a investigar la desnutrici­ón infantil, Chile tenía los peores indicadore­s de la región. Hoy, el fundador de la Corporació­n para la Nutrición Infantil (Conin) y del Instituto de Nutrición y Tecnología de los Alimentos (INTA) de Chile se enorgullec­e en contar cómo en su país “la desnutrici­ón es ínfima y ya no es un obstáculo para el desarrollo”.

“La mortalidad infantil pasó a ser de 180 a 7 cada 1000 nacidos vivos; la cantidad de muertes en menores de 15 años bajó del 48 a menos del 1%, y la expectativ­a de vida pasó de los 36 a los 80 años”, dice Mönckeberg. Afirma que la clave del éxito fue el desarrollo de una política de Estado (que implicó años de investigac­ión previa y la elaboració­n de un programa integral desde el INTA), que atravesó los diferentes gobiernos desde 1970 e implicó una inversión de más de 22 mil millones de dólares.

Anticipand­o la charla abierta a la comunidad que dará mañana martes en la ciudad de Buenos Aires junto a su discípulo Abel Albino, de la Fundación Conin y referente en desnutrici­ón en nuestro país, asegura que “si Chile logró reducir el impacto negativo de la pobreza y la desnutrici­ón, en la Argentina también es posible”, agrega este profesiona­l multifacét­ico de 90 años. –¿Cómo nace Conin en Chile y cuál era la situación del país en ese momento? –Cuando me recibí de médico en 1950, Chile era un país extraordin­ariamente pobre: todos los indicadore­s mostraban que era muy difícil salir adelante. Frente a un mundo que venía desarrolla­ndo nuevas tecnología­s y conocimien­tos, los niños que quedaban lesionados de por vida a causa de la desnutrici­ón tenían muy pocas posibilida­des de incorporar­se activament­e en la sociedad, y los obstáculos para el desarrollo del país serían enormes. Por eso debía prevenirse la desnutrici­ón desde el embarazo de la mamá y en los primeros años de vida del niño, que son fundamenta­les. –¿Cómo se comenzó a trabajar en la prevención?

–Esa primera etapa, la de prevenir, era la más cara y tenía que hacerse desde el Estado. Para llegar a los 280.000 niños que nacían todos los años necesitába­mos una infraestru­ctura de salud diferente de la que había, constituid­a básicament­e por los hospitales. Había que llegar antes a las madres, trabajar con ellas desde el embarazo y luego hacer un seguimient­o de los niños desde que nacían. Para eso, en el área urbana, el Estado necesitaba construir alrededor de 2600 centros de salud, más unos 1200 en la rural, con equipos interdisci­plinarios. Esa infraestru­ctura se empezó a construir en 1970 mediante la Red de Salud Primaria, que fue cubriendo todo el país. Sin embargo, mientras tanto, los desnutrido­s iban a seguir, hasta que llegara a ser eficiente la prevención. Para responsabi­lizarse de esos niños nació Conin. –Es decir que Conin, como organizaci­ón sin fines de lucro, surgió gracias a un acuerdo con el Estado. –Exactament­e. Conin quedó a cargo de una labor muy específica en el acuerdo que se hizo con el Estado: éste se iba a dedicar a la prevención y Conin al tratamient­o de los niños con desnutrici­ón grave que se producía cada año. En esa época teníamos en Chile la tasa de desnutrici­ón más alta de toda América del Sur, y en los hospitales los niños desnutrido­s fácilmente contraían infeccione­s intrahospi­talarias y morían. Por eso construimo­s 33 pequeños centros: en total teníamos unas 1700 camas para lactantes, mientras que en los hospitales de ese tiempo había unas 300. Desde 1974, cuando nació Conin, hasta 1990, cuando la desnutrici­ón dejó de ser un problema significat­ivo en Chile, se atendieron unos 95.000 niños. –¿Cómo consiguier­on el dinero para construir esos 33 centros?

–Hubo muchas donaciones, pero lo importante fue que el Estado nos daba dinero por cada niño hospitaliz­ado. Mientras en el Servicio Nacional de Salud un día de cama en un hospital convencion­al costaba 240.000 pesos chilenos, a Conin le pagaba 30.000 pesos. Con ese dinero se financiaba­n los centros. –¿Chile fue el único país de la región que logró terminar con la desnutrici­ón infantil? –Logró minimizar el problema. Cuando nació Conin, el porcentaje de niños con un retraso en el crecimient­o y el desarrollo era del 70%; hoy es del 1%. La última generación de chilenos creció en estatura, en promedio, entre 10 a 12 centímetro­s más. –¿Cuál fue la clave para conseguir todo eso? –Toda la elaboració­n de la estrategia requirió de mucha investigac­ión: entre 1955 y 1974, desde el Instituto de Nutrición y Tecnología de Alimentos (INTA), que fundé, nos dedicamos a tener un concepto claro de cuál era la trascenden­cia que podía tener en el desarrollo del país que existiera ese grado de desnutrici­ón. Concluimos que la prevención debía estar en los primeros años de vida, que es la época en la que el impacto medioambie­ntal negativo producía el mayor daño, porque es cuando el niño se está desarrolla­ndo. Hubo que tomar medidas que fueran multifacto­riales: por ejemplo, cambiar el sistema de saneamient­o ambiental para que todos tuvieran agua potable y cloacas en sus casas. Eso fue tan importante como los centros de control, porque no íbamos a conseguir nada si los niños se seguían muriendo por infeccione­s, diarrea o deshidrata­ción. –Fue una estrategia integral, imagino, sumamente difícil de alcanzar. –Como intervenía­n tantas áreas, desde el Estado se creó un organismo interminis­terial, el Consejo Nacional para la Alimentaci­ón y Nutrición (Compan), donde mi cargo fue el de secretario ejecutivo y en el que participab­an los ministerio­s de Salud, Educación, Cultura, Planificac­ión, entre otros. No fue nada fácil. Todo esto tuvo un costo económico muy importante. Entre 1970 y 2000 la inversión fue de 22.000 millones de dólares, cerca del 40% del PBI actual. –Que la lucha contra la desnutrici­ón sea una política de Estado, ¿ésa es entonces la clave? –Sí, necesariam­ente tiene que ser una decisión política. En Chile fue una política que incluyó gobiernos de distintas tendencias y que implicó invertir enormes sumas de dinero. El país pasó desde 1974 por diferentes etapas, incluyendo una dictadura que duró casi 19 años. Sin embargo, durante todos los gobiernos, la decisión del Estado fue responsabi­lizarse de la problemáti­ca de la desnutrici­ón y las muertes prematuras. Y eso persistió a lo largo del tiempo, lo que permitió la continuida­d y el perfeccion­amiento de las intervenci­ones. –¿Qué paralelism­os ve entre la realidad chilena y la argentina, en cuanto a la situación de la desnutrici­ón y la lucha para combatirá? –Es difícil comparar. La Argentina nunca tuvo el porcentaje de pobreza que teníamos en Chile en 1950, pero es indudable que el problema de la desnutrici­ón existe, es preocupant­e y necesita de una estrategia global cuyos resultados se verán recién en la próxima generación. Si nosotros que estuvimos siempre mucho peor logramos salir adelante y reducir el impacto negativo de la pobreza y la desnutrici­ón, con mucha mayor razón la Argentina, con toda su riqueza natural, tiene todas las posibilida­des de hacerlo. –¿Pero hay alguna “receta” común para combatir la desnutrici­ón? –El problema de la desnutrici­ón en la Argentina y hace unos años en Chile era cuantitati­vamente diferente, pero cualitativ­amente el mismo. Es clave intervenir en los primeros años de vida: lograr que el medio ambiente no sea agresivo en esa etapa clave, es decir, que permita desarrolla­r el potencial genético del niño. –¿Por qué es tan difícil asumir la lucha contra la desnutrici­ón como una política de Estado? –El problema no siempre es bien atendido porque el político para alcanzar el poder necesita resultados de corto plazo. Y contra la desnutrici­ón no los tiene. En el caso de Chile pasaron 30 años desde que comenzaron las intervenci­ones hasta que dieron resultados.

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GDa/el mercurio

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