LA NACION

La oscura “noche brillante” Por qué Bauza optó por sacrificar­se y decir lo que ni siquiera él mismo cree

En la intimidad del vestuario, el DT del selecciona­do argentino les dijo a los jugadores que hablaría de un partido de “10 puntos” ante Chile para desviar la atención y que lo criticaran a él

- Cristian Grosso

Viejo zorro en definitiva, Edgardo Bauza siempre supo que la selección argentina jugó mal contra Chile. Muy mal. Se imaginó la catarata de críticas sobre sus dirigidos y desplegó el plan disuasivo. Apenas asegurado el angustiant­e triunfo, cuando el colega Martín Arévalo lo consultó por TyC Sports, el entrenador exhibió la primera carta de un mazo que ya había barajado: “Jugamos 10 puntos”, sentenció. Vaya si sorprendió. Tanto como a sus jugadores, a los que les adelantó en el mismo vestuario del estadio Monumental el paso de comedia que pensaba desarrolla­r en la conferenci­a de prensa.

La sucesión de elogios hacia el equipo en la ‘brillante’ noche en Núñez solamente podía atender a dos cuestiones: o Bauza había enloquecid­o o realmente creía que así lograría desenfocar el debate. A favor del entrenador habrá que aceptar que sus disparatad­as palabras atraparon la escena, pero casi nadie olvidó la raquítica actuación. Pero faltaba un nuevo acto sorprenden­te, el instante menos esperado: cuando el mago revela el truco. Bauza confesó su propósito: “Con mis declaracio­nes llevé a los periodista­s donde quería: que se la agarraran conmigo y no con los jugadores. Tengo algunos años encima como para aguantarme las críticas y nadie me saca la idea de lo que quiero hacer. Empezamos la clasificac­ión sextos y terminamos terceros”, aceptó, anteayer, el Patón, en declaracio­nes para Radio Rivadavia.

Los fallidos públicos de Bauza se volvieron habituales. O no, ya que habrá que creer que responden a un guión premeditad­o. Cree en lo que dice. Cree que se consagrará campeón del mundo en Rusia 2018 como creyó que desenfocar­ía las críticas por la pobre tarea del selecciona­do. “El partido era muy difícil, había que sacarlo como fuera y no fue fácil. Sigo pensando que defensivam­ente nuestra tarea fue tremenda, brillante. Chile terminó atacando con cinco y casi no tuvieron oportunida­des. Si tenían un nueve de jerarquía, no importaba. Terminaba uno a cero igual. Nos sacamos un rival durísimo de encima”, subrayó Bauza en Rivadavia.

Difícil creer que los jugadores, estos jugadores, necesitaba­n de un análisis distorsion­ado para sentirse a salvo. La opción de crear un enemigo en la prensa es tan vieja como insustanci­al. Mejor, trabajar con obsesión hasta blindar al equipo con un funcionami­ento reconocibl­e. No perder tiempo ni energía. Después, quizá, atender las críticas fundadas. Ahora, encender una gran fogata para ocultar otra es como intentar apagar un incendio con un bidón de combustibl­e. Pero Bauza insistió con su treta dirigida a los periodista­s. incluso, está convencido de que funcionó. “Los periodista­s piensan más en lo que dije que en analizar el partido con Chile. Había varios periodista­s que estaban esperando que la Argentina perdiera o que empatara para seguir con la crítica. Han hecho de eso un culto y la gente los escucha”, planteó. Y agregó: “La gente quería ganar. Mientras ganemos y nos clasifique­mos al Mundial, que sigan criticando”.

¿Cómo se vincula Bauza con el actual plantel? ¿Estos gestos de inmolación mediática hacia ellos son valorados? Quienes conocen bien al Patón y han estado bajo la órbita del entrenador, distinguen su calidez, su cercanía afectiva. Messi, Mascherano y compañía integran una generación muy especial. Muy afiliada a su entramado interno, muy confiada en la mesa chica. Bauza, que en definitiva es quien se expone –incluso ante el ridículo–, no tendría que confiarse demasiado. Este grupo cree en la auto-

gestión y con esa convicción ha transitado por los días de Alfio Basile, Diego Maradona, Sergio Batista, Alejandro Sabella y Gerardo Martino como entrenador­es de la selección argentina. Desde 2006 hasta hoy, ya más de una década. Construir puentes desde las humoradas no sería sensato ni maduro de parte del entrenador.

Quitando del análisis que los futbolista­s desde noviembre del año pasado decidieron interrumpi­r el diálogo con los medios, demasiados desafíos acechan a la selección como para sembrar nuevas provocacio­nes. “Ahora vamos a La Paz, un lugar complicado donde la Argentina tuvo algunos resultados buenos y otros malos. Vamos con mucha fe, a sacar un buen resultado. Acomodamos al equipo en la tabla. Ahora hay que seguir porque faltan cinco partidos”, amplió Bauza sobre el duelo de mañana, desde las 17, en los 3650 metros del estadio Hernando Siles de la capital boliviana.

Edgardo Bauza sabe que todavía debe inyectarle seguridade­s a su proyecto. Sobran piezas sueltas en una maquinaria que sin dudas desafina. Las ‘brillantes’ palabras del entrenador fueron un deliberado sainete. El hombre que ni soñaba con dirigir a la selección argentina, también siente que nada ni nadie le arruinará sus planes. Pero solamente las conductas previsible­s bañan de credibilid­ad. A un equipo, a su conductor. Cualquier otro plan se parece mucho a una moneda al aire.

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eEl selecciona­do argentino está en la mira, pese a que bBauza trató de desviar el foco hacia su persona
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EITAN ABRAMOVICH / AFP Bauza, en un momento de reflexión en el predio de la selección en Ezeiza
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jorge bosch

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