En Bolivia se palpita el compromiso como si fuera un auténtico clásico sudamericano
Entradas agotadas, jugadores reservados especialmente para este partido aunque la selección esté penúltima en la tabla y lejos del Mundial, un interés obsesivo y masivo; es una apuesta al futuro
LA PAZ.– Las boleterías están cerradas. Apenas dos hojas tamaño A4 unidas con cinta recuerdan que allí se vendieron entradas para el partido. no es la falta de compradores lo que les bajó las persianas a las cabinas de venta del Hernando Siles: a cinco metros, en la vereda del estadio, los revendedores se pasean voceando “Preferencia, Preferencia” a quien quiera oírlos. Ellos se hicieron dueños del negocio. La reventa, ese fenómeno mundial, ya los hizo ganadores antes de que Bolivia y Argentina se pongan a jugar: hay que pagar un 30 y hasta un 50 por ciento más que lo que valían originalmente las ubicaciones (de 10 a 50 dólares) para poder ser testigo de una nueva visita de Lionel Messi a este mítico lugar, alguna vez puesto en duda por la FIFA debido a su altitud.
Solo un nuevo episodio que agiganta la histórica tensión entre Bolivia y Chile (la detención de dos militares y siete funcionarios aduaneros primero y las de dos periodistas que fueron a investigar después, todos bolivianos) le compite en las calles de esta ciudad a la importancia que los paceños le dan al partido. Mauricio Soria nació en Cochabamba, pero da igual: para él también el partido es un asunto vital. Tanto es así que el entrenador de la selección local –que asumió hace tres meses en el cargo– diagramó una estrategia para esta doble jornada prescindiendo prácticamente del primer partido (0-1 contra Colombia en Barranquilla, el jueves). Decidió afrontar ese viaje sin ocho jugadores, que se quedaron entrenando aquí: se presume que seis de ellos (Pablo Escobar, Alejandro Chumacero, Diego Wayar, Diego Bejarano, Raúl Castro y Edward Zenteno) serán titulares mañana, desde las 17, hora de la Argentina.
Soria –tercer técnico de Bolivia en las eliminatorias, después de Julio César Baldivieso y el argentino Ángel Hoyos– quiere sacar provecho de la barrera que representa para los visitantes los 3604 de altura sobre el nivel del mar: “Ojalá podamos hacer que los temores que ellos tengan los puedan sentir mucho”, apunta. Una manera de percutir sobre ese fantasma, cree, es que el rigor lo apliquen los de acá: ocho de los once que iniciarán el partido juegan en The Strongest o Bolívar, los dos equipos grandes de La Paz.
¿Y por qué Bolivia apuesta tanto a un triunfo? Una victoria sobre la Argentina marcaría un mojón en la incipiente era Soria, más pensando en el trabajo a futuro que en el de hoy.
Derrumbada en la tabla de posiciones (está penúltima con 7 puntos, a 13 de distancia de Ecuador y Chile –cuarto y quinto–, y es altamente probable que en esta fecha ya quede sin chances matemáticas de ir a Rusia), la selección local le pondrá una pausa a su proceso de rearmado: el técnico había convocado a algunos juveniles, pero después prefirió confiar en los de siempre. De todos modos, ir mechando a los nuevos resulta imperioso: el equipo que jugará ante la selección de Bauza tiene un promedio de 30 años. Algunos jugadores clave se están despidiendo: Ronald Raldes, el capitán (que contra Colombia marcó un récord al llegar a 94 partidos con la selección), tiene 36 y Pablo Escobar, acompañante de ataque de Marcelo Martins, acusa 38.
Por lo pronto, en esta transición restan cinco partidos para cerrar la eliminatoria, y los tres de local tienen el condimento suficiente para que Bolivia intente lavarse la cara: después de la Argentina visitarán el Hernando Siles Chile y Brasil.
Sin ir a un Mundial desde el de Estados Unidos de 1994, la selección local tiene en ese fixture un estímulo suficiente para dar pelea y renovarse. Aunque ni Alexis Sánchez ni neymar generan el impacto de la visita que hará el capitán argentino: su cara se ve repetidamente en los carteles publicitarios en las avenidas. Lo que resta saber aún es si el presidente, Evo Morales –cuya presencia el martes en el estadio es una fija–, querrá vestirlo otra vez con un poncho, como sucedió después del 1-1 de hace exactamente cuatro años.
Aquella vez, eso sí, la Argentina había llegado aquí con bastante más aire en la tabla que ahora. Ese mismo aire que suele escasear cuando los cuerpos visitantes se ponen a correr sobre el maltratado césped del Siles.