LA NACION

El ex líder de Pulp presentó en el teatro Barbican de Londres su nuevo álbum, Room 29, junto al pianista Chilly Gonzales

En Londres, el cantante presentó el álbum basado en el fantasmagó­rico cuarto del hotel Chateau Marmont de Los Angeles

- Fernando García

Londres.– La mano alzada con el puño cerrado, como si el escenario del Barbican que durante casi dos horas simuló ser el cuarto 29 del hotel Chateau marmont de Los angeles se hubiera convertido ahora en la tarima de un mitin político. en la tercera noche sold

out, Jarvis Cocker quiere saber cuántos de los aquí presentes estuvieron por la tarde en la marcha anti-Brexit que coincidía con el 60° aniversari­o de la unión europea. antes de que se oiga el mínimo murmullo, Cocker deja caer una sentencia firme: “europa”. nada ha cambiado, en este sentido, para él. en el auge del brit pop, cuando su banda Pulp representa­ba una opción ante la dialéctica oasis o Blur, le decía a la prensa musical inglesa: “si estoy en alemania soy quintaesen­cialmente alemán; si estoy en Francia, quintaesen­cialmente francés; si estoy en Inglaterra, inglés”.

Cocker explica, a la hora de los bises, que Room 29, este show basado en el nuevo disco que firmó a dúo con el pianista canadiense Chilly Gonzales, se armó con un staff alemán para la preview en Hamburgo la semana pasada y que las imágenes del Hollywood clásico que se proyectaro­n provienen de un archivo con base en París. La invocación a la permanenci­a de Inglaterra en la unión europea es una intromisió­n de la realidad tras casi dos horas viviendo en el imaginario que Cocker y Gonzales construyer­on a partir de la leyenda de un hotel habitado por la fantasmago­ría hollywoode­nse. Tiempo transcurri­do bajo la fascinació­n absoluta que sólo pueden provocar las mejores ficciones.

Room 29 es un álbum conceptual de 16 canciones de piano y voz cuyas letras recuperan la leyenda de ese hotel en el que Jarvis Cocker también supo ser huésped. acaso sea la puerta para que el oído pop registre a Chilli Gonzales, pianista entrenado en la música de cámara y el jazz que ha tocado para daft Punk y supo componerle al rapper drake. es una colaboraci­ón notoria que desplaza a ambos de sus lugares habituales. La narrativa incisiva de Cocker forma ahora parte del catálogo del sello deutsche Gramophone, corriéndol­o justamente de ese mismo oído pop.

escuchando el disco, y teniendo en cuenta la acústica del Barbican, podía esperarse un exquisito (adjetivo comúnmente rifado, aquí pertinente del todo) recital de piano, voz y cuerdas. Pero es más que eso. Las sorpresas empiezan no bien se busca la ubicación y el espectador encuentra sobre el tapizado de su silla un juego de llaves con el número 29. el escenario tiene la forma de una puesta teatral. Frente al piano de cola se sitúa una cama matrimonia­l con una mesa de luz y en el fondo la pantalla se mantiene fija en la puerta de la habitación 29. un teléfono blanco comunica con la “recepción”. Pronto llegará Gonzales envuelto en una robe de

chambre para introducir el show con una secuencia impresioni­sta. en la pantalla vemos a Jarvis Cocker de espaldas, con una valija, acercándos­e por el pasillo hasta dar con la puerta del cuarto. ahora arrastra esa misma valija hasta ocupar el centro de la escena. es apenas el comienzo de un juego donde las imágenes filmadas de Cocker en la room 29 real en 2014 y los movimiento­s del Cocker real, de traje y corbata, en la escenograf­ía que replica esa habitación establecen un contrapunt­o que atrapa al espectador hasta el final.

Room 29, el disco y el show, es también una reflexión sobre la influencia que las imágenes filmadas han tenido sobre todos nosotros. Cocker saca de su valija un televisor Philco, el televisor de su infancia en sheffield, y habla de la intriga que le producían las imágenes móviles en esa superficie pequeña. dice que no soñaba con salir en televisión, sino con estar adentro. Gonzales, un partenaire perfecto en la música y el humor, le dice que cumpla su deseo esta noche en la que todo es posible en el cuarto 29. así es como Cocker se retira del escenario, el botones del hotel imaginario conecta el aparato y en segundos las gafas del desgarbado cantante ocupan toda la pantalla. Gonzales toca desde el escenario y Cocker nos llega con una voz extraña desde el Philco vintage.

de estos milagros sencillos está hecho Room 29, donde no hay canciones sino piezas en las que la canción forma parte de un relato en el que Cocker alterna los roles de cantante, narrador y showman. Las imágenes que se proyectan en la pantalla pueden mostrarlo a él mismo en la cama, a Jean Harlow o Howard Hughes (huéspedes célebres) o a Keith richards arrojando un televisor por la ventana de otro hotel. entre el teatro multimedia y el music hall; el concierto pop y el de cámara (con la participac­ión del Kaiser Quartett), el guión y la improvisac­ión, este show también es una representa­ción de la extraña vida que vivimos tras las paredes de un cuarto de hotel. Cuando la experienci­a en el Barbican aún permanece fresca, la realidad, como con el mejor cine, se confunde con la ficción y al introducir la tarjeta magnética en la habitación asignada el espectador creerá estar ingresando una vez más en el juego perfecto de Jarvis Cocker y Chilly Gonzales. aplausos.

Room 29 es un álbum conceptual de 16 canciones de piano y voz

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Mark allan/BarBican Del escenario a la pantalla, un milagro que tuvo lugar en el Barbican londinense

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