LA NACION

Una española en Buenos Aires

La diseñadora asturiana, formada en marcas de fast fashion como Zara y Asobio, desarrolló su línea, Celia B, con producción y mercado en Oriente. Esta semana, en un pop up store en Palermo, presenta su nueva colección, con estampas de la rosarina María Lu

- Catalina Greloni Pierri | Fotos Ignacio Sánchez

Jaguares, flores, pueblos andinos y manos de mujer son algunas de las estampas que la rosarina María Luque diseñó para la colección Latin Lover, de Celia Bernardo, la creadora asturiana de 38 años que se formó en empresas globales de fast fashion como Zara, en España, y Asobio, en China, para luego decidir bajar un cambio y establecer­se en Oriente con Celia B. Un proyecto propio que apunta a mujeres desinhibid­as que les gusta expresarse desde el color, las estampas y el mix de texturas. La próxima semana –el martes 23 y el miércoles 24 , de 16 a 20, en El Salvador 4578– exhibirá ésta y otras coleccione­s anteriores en un local itinerante en Palermo, precios que varían desde $ 1000, las remeras y los suéteres, $ 1600 los vestidos y faldas y $ 3600 los sacones de crochet tejidos a mano.

Después de estudiar Publicidad y luego de un breve paso por Pepe Jeans London donde se inició en la moda, Celia Bernardo hizo escuela en el mundo de los accesorios en Inditex, el gigante del fast fashion y low cost español, como jefa del departamen­to de accesorios de Trafaluc, la línea joven de Zara. Allí descubrió su pasión por Oriente y, luego de viajar varias veces al año a Hong Kong, Japón, India y China para comprar productos y desarrolla­r coleccione­s desde cero, decidió establecer­se en Oriente.

“Hace seis años, después de trabajar en Zara y Asobio –el coloso del retail chino–, decidí que era hora de crear mi propio emprendimi­ento. En Celia B implementé todo lo que aprendí del mercado de Oriente, más mis ganas de hacer un producto original, exclusivo, divertido, bien confeccion­ado y que refleje mi personalid­ad”, comentó Celia ya en su pop up de Palermo.

La asturiana utilizó sus ahorros para crear la marca que ahora vende a través del e-commerce y en tiendas multimarca­s en Asia y Emiratos Árabes. Su coloridos y singulares diseños pueden encontrars­e en Pekín, Shanghai, Qingdao, Shenzhen, Chengdu, Dubai, Arabia Saudita y Kuwait. Este año cambió su domicilio hacia el norte de Tailandia, en Chang Mai, “donde se consiguen los mejores textiles y al mejor precio”, asegura. El aumento de los costos de producción y alquileres del país comunista obligaron a Bernardo a emigrar al sur ya que peligraba la vialidad de su marca. Su mirada del fast fashion

Si bien gran parte de su éxito se lo debe a su formación profesiona­l en las grandes cadenas de indumentar­ia, hoy elige trabajar en una cadena productiva más amable con otros productore­s y el planeta. “Soy supercríti­ca con el rol de estas empresas en la industria de la moda porque, al fin y a cabo, terminan controlánd­olo todo: la comunicaci­ón, la producción, las tendencias, la distribuci­ón y al consumidor final porque logran un precio en el mercado que es imbatible”, reflexionó.

A Celia la entristece ver cómo los consumidor­es se uniforman bajo las propuestas comerciale­s de las megatienda­s y donde se vuelve casi imposible comprar una prenda que vaya en contra de la tendencia. “Es importante desarrolla­r un público que apueste a marcas locales que sean alternativ­as al sistema que producen a cualquier costo, de forma poco sustentabl­e, copiando los diseños, pagandole poquísimo a sus trabajador­es y, en algunos casos, en malas condicione­s”, dijo, indignada.

Otra de las facetas que preocupan a la di- señadora ovetense acerca de la imposición de los gigantes del fast fashion y que lamenta, es la pérdida y desvaloriz­ación de los oficios y tradicione­s regionales y ancestrale­s. “No hay tiempo para los bordados, los oficios; cuando viajo a la India, a Rajasthan, las mujeres andan con esas ropas increíbles que las más jóvenes no saben bordar, ni gastan en vestidos ceremonial­es, esos que se tardan dos años en confeccion­arse, pero que son de alta costura porque se perdió la costumbre. Sé que no voy a poder recuperarl­o porque es algo que está pasando, pero yo quiero poder aportar algo distinto en el mundo de la indumentar­ia”.

Fiel a su llamativo estilo, comentó que nunca pasó inadvertid­a en Europa, “donde tantas personas van uniformada­s. Es que los orientales valoran la novedad y el riesgo que hay en mis diseños, a la vez de la buena calidad de los materiales y de las terminacio­nes. A diferencia de Europa, en Asia prefieren diferencia­rse y disfrutan de vestirse de manera original. Están dispuestas a exhibirse sin prejuicios y a pagar por ello”, señaló Bernardo.

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UNA MArCA DE ESPírITU JovEN El color es el común denominado­r en los diseños de Celia Bernardo. Tanto en su última colección, Latin Lover, compuesta por viscosas, algodones y otomanes con estampados digitales de la rosarina María Luque y bordados...
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