Trump apuesta a limpiar su imagen durante una extensa gira al exterior
Mientras puertas adentro crece la presión sobre su gobierno, visitará cinco países; el miércoles verá a Francisco
WASHINGTON.– Riad, Jerusalén, Belén, Roma, Bruselas y Sicilia: el presidente Donald Trump, en dificultades en Washington, inicia hoy una gira con la que apuesta a superar el caos en la Casa Blanca tras las polémicas declaraciones del ex director del FBI y los intentos del magnate republicano de interferir con la investigación del Rusiagate.
Este primer viaje extraordinariamente prolongado –cinco países en ocho días, una variedad de entrevistas bilaterales, desde el rey saudita Salman hasta el papa Francisco, pasando por el flamante mandatario francés Emmanuel Macron– promete ser un ejercicio difícil para el presidente.
“Preparándome para mi gran viaje al extranjero. Estaré protegiendo fuertemente los intereses norteamericanos. Eso es lo que me gusta hacer”, escribió Trump en su cuenta de Twitter antes de partir en la tarde de ayer a bordo del Air Force One.
La avalancha de revelaciones que precedió a su partida lo puso en una posición delicada en su país y revivió también las dudas sobre su capacidad para desempeñar la función presidencial en presencia de sus pares extranjeros.
“El hecho es que nadie sabe cómo se comportará Donald Trump o qué dirá en reuniones en las que nunca ha estado”, resume Stephen Sestanovich, del Consejo de Relaciones Exteriores.
Trump, poco aficionado a los viajes largos, estará acompañado por su esposa, Melania, hasta ahora gran ausente en actividades públicas. Su hija Ivanka y su yerno Jared Kushner, que son dos de sus asesores más cercanos, también se embarcaron en el avión presidencial.
El entorno del impredecible presidente, de 70 años, afirma que su estilo “agradable pero franco” es garantía de eficiencia en las relaciones internacionales. Pero el magnate va a tener que explicar cómo su lema favorito, “Estados Unidos primero”, es compatible con el multilateralismo.
“El presidente sabe que «Estados Unidos primero» no significa «Estados Unidos solamente», sino todo lo contrario”, dijo el general H. R. McMaster, el consejero de Seguridad Nacional.
En Riad, su primera escala, Trump deberá esforzarse para marcar el contraste con su predecesor, quien despertó la desconfianza de las monarquías sunnitas del golfo.
Un discurso enérgico frente al Irán chiita, silencio en temas de derechos humanos, probable anuncio de contratos de armas, son los ingredientes para que la recepción sea buena.
Pero el presidente está haciendo una apuesta arriesgada al pronunciar en la capital saudita, ante más de 50 líderes de los países musulmanes, un discurso sobre el islam. “Voy a llamarlos a combatir el odio y el extremismo”, prometió.
En Israel, en donde espera impulsar la estancada idea de un acuerdo de paz, Trump se encontrará con su “amigo” Benjamin Netanyahu y el presidente palestino Mahmoud Abbas. Esta parte de la gira ya está rodeada de controversia, relacionada con la organización de la visita al Muro de los Lamentos y la transmisión a los rusos de información clasificada obtenida por el aliado israelí.
El encuentro con el papa Francisco en el Vaticano tiene un aspecto singular, ya que las posiciones de los dos hombres en temas como inmigración, refugiados o el cambio climático están en polos opuestos.
Europa, donde Trump ha sembrado confusión con declaraciones contradictorias sobre el Brexit, el futuro de la Unión Europea (UE) y el papel de la OTAN, será la última etapa de su gira con una cumbre de la alianza militar atlántica en Bruselas y otra del G-7 en Sicilia.
Pero cualesquiera que sean las imágenes que queden de su gira, no le será fácil hacer olvidar los casos que sacuden su presidencia en Washington.
Para Bruce Riedel, un ex funcionario de la CIA y ahora analista en la Brookings Institution, una comparación que naturalmente viene a la mente es la del viaje a Medio Oriente en 1974 de Richard Nixon, que esperaba un éxito diplomático “para desviar la atención del escándalo de Watergate”.
“Eso no funcionó, los medios norteamericanos se centraron implacablemente en Watergate, trataron el viaje como algo accesorio y las revelaciones continuaron acumulándose”, recuerda.