LA NACION

San Isidro: una propuesta solidaria para chicos vulnerable­s

innovación social. Vecinos llevan, por primera vez, a unos 20 alumnos de una escuela de la villa a comer a un restaurant­e

- Evangelina Himitian

Se levantó temprano y se preparó más rápido que nunca. Rebeca tiene 11 años y es alumna de la escuela primaria N° 26, a la que asisten la mayoría de los chicos que viven en la villa Martín y Omar, de San Isidro. Pero el de ayer iba a ser un día distinto: por primera vez se iba a sentar en un restaurant­e e iba a ordenar algo para comer. Pensar en esa secuencia –entrar, elegir una mesa, mirar la carta y escoger un plato– la puso ansiosa. Unos días atrás, su maestra le había contado a ella y a sus compañeros que un restaurant­e de la zona del Bajo de San Isidro, a la vuelta del colegio, les había propuesto a sus clientes que invitaran a comer afuera a los alumnos. Y ella se emocionó. Era un sistema parecido al que se popularizó como “El café pendiente”, una invitación a los clientes para que pagaran una bebida que, luego, consumiría una persona en situación de calle.

El dueño del restaurant­e La Anita, José Dell’Acqua, tuvo una idea similar: les propuso a sus clientes que compraran un bono de 80 pesos para que muchos de los chicos de la villa pudieran sentarse, por primera vez, a la mesa de un restaurant­e.

La idea tuvo mucha repercusió­n en las redes sociales y varios clientes se sumaron para colaborar. Esto hizo posible que ayer, unos 23 alumnos de sexto grado participar­an de la iniciativa.

Rebeca estaba emocionada. Esta era la primera vez que le tocaba estar del otro lado de la cocina. Su madre, todos los días, prepara comida para vender en la calle. Y, muchas veces, Rebeca la ayuda. Una experienci­a

El clima en La Anita, ayer, era de fiesta. Cuando los mozos les llevaron los dips y los pancitos a los comensales hubo asombro, aplausos y mucho hambre. Luego llegó la pizza, servida en platos pequeños. Como los chicos no sabían que era apenas la entrada, entre los varones hubo quienes pidieron más y más porciones. Y los platos volvieron a llenarse. La sorpresa llegó cuando les preguntaro­n qué querían comer como menú principal.

El interrogan­te lo sorprendió a Matías, de 11 años. Pidió una milanesa con puré y se la comió toda. “No puedo estar más feliz”, le dijo, abrazo de por medio, a Julie Fortabat, una de las organizado­ras del foro de vecinos de San Isidro que trabajó muy de cerca con esta iniciativa.

Muchos de los padres de los alumnos son empleados en los locales gastronómi­cos de la zona. Pero, hasta ayer, para algunos de los estudiante­s, el universo de los res- taurantes les era bastante ajeno.

Poco después, cuando Matías había casi terminado su plato, pidió, junto a sus compañeros, permiso para ir al baño. Mientras los chicos esperaban entrar, aprovechar­on para explorar todos los ambientes del lugar.

“Me comí todo. Tres panes, dos pizzas, el puré y la milanesa entera. Estaba riquísima”, dijo Juan Manuel, mientras esperaba su turno para entrar al baño.

Después volvieron a la mesa. Todavía faltaba el postre y, como dijeron, no se lo iban a perder.

Los mozos pasaron por las mesas para tomar los pedidos de los postres. “¿Helado o flan?”, preguntaro­n. “Los dos”, pidió la mayoría. Y en la cocina nadie puso objeciones. “Que marche helado y flan para todos”, fue la orden.

Los chicos se despidiero­n con un aplauso y muchos abrazos para quienes los atendieron e hicieron sentir como clientes privilegia­dos. Por delante tenían la segunda parte de la jornada, pero ese había sido un almuerzo distinto, que no olvidarían.

La semana que viene, Dell’Acqua, al que todos en San Isidro conocen como Satán, tiene planeado repetir la experienci­a con otro grado de la escuela. “Ojalá que mucha gente se sume y nos apoye con esta idea de invitar a comer afuera a un chico”, dice emocionado.

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