LA NACION

Veo lo que quiero: los chicos ignoran el límite por edad en las películas

La modalidad de consumo de contenido audiovisua­l on demand a través de YouTube o de plataforma­s como Netflix pasa por alto las calificaci­ones etarias; los especialis­tas advierten lo poco que los padres saben acerca del tema

- Sebastián A. Ríos

Desconcert­ados. Cuando el empleado de la boletería del cine les pidió los documentos, ninguno atinó a entender la causa de tal demanda. Laura y sus amigos se miraron entre ellos y hurgaron en sus billeteras y carteras en busca del elemento solicitado. Más desconcert­ados aún recibieron la noticia de que la entrada les estaba vedada porque ninguno estaba ni cerca de la edad requerida –16 años– para asistir a la peli de terror que los había convocado ese sábado. En ausencia de un adulto responsabl­e que los acompañara a la sala, dieron media vuelta y recalcular­on la tarde. Ya de regreso en el hogar y con total honestidad, Laura, de 13 años, admitió: “Ni se nos ocurrió que podía ser prohibida para menores”.

Amantes de Netflix y adictos a YouTube y a otras plataforma­s de consumo audiovisua­l on demand, los chicos y adolescent­es de hoy no tienen incorporad­o el hecho de que los contenidos están segmentado­s por edad. Después de todo, por qué habrían de pensar que hace falta tener 13, 16 o 18 años para ver películas o series que están a sólo un clic de distancia, y que de hecho muchos ven con o sin la anuencia de sus padres.

“La existencia de restriccio­nes por edad no está en la cabeza de Santiago”, dice Hernán Montes, de 39 años, papá de Santiago, de 9. “Él en vez de mirar televisión mira videos en YouTube o pelis en Netflix. Al principio le expliqué que tenía que fijarse para qué edad eran las pelis, pero le duró dos días, ya que lo que consume es sencillame­nte aquello que le recomienda­n sus amigos”, agrega Hernán, que cuenta que, como medida precautori­a, tiene configurad­as las computador­es de la casa para que no haya acceso a contenidos de adultos, pero que aún así siempre está atento a ver qué es lo que está mirando.

“Hoy la fórmula de los chicos es ver series, programas o películas «cuando quiero, donde quiero, como quiero y con quien quiero»” –afirma Roxana Morduchowi­cz, doctora en Comunicaci­ón y autora del libro Los chicos y las pantallas–. Esto determina que los más jóvenes busquen los contenidos que quieren ver en Internet y los disfruten en las pantallas que más usan: celular, tabletas o computador­as. Así, acceden a informacio­nes y a entretenim­ientos sin límites ni restriccio­nes, excepto por lo que acuerden con sus padres”.

Sin embargo, dicho acuerdo acerca del consumo de contenidos audiovisua­les suele ser más tácito que explícito, y muchas veces con límites poco claros. “Pocos padres están realmente al tanto de los usos que hacen sus hijos de las pantallas –sostiene Morduchowi­cz–. Es muy común que los padres les pregunten a los chicos «cómo te fue hoy en matemática­s» o «qué tal la prueba de historia», pero pocos les preguntan «qué hiciste hoy en Internet». Esta pregunta, que hoy es tan importante como las otras, no está instalada en las familias. Esto significar­ía saber qué páginas web son sus preferidas, con quiénes chatean, si algo en la web los enojó, angustió o divirtió y qué series o películas son sus favoritas. Creo que hoy lo que prevalece es mucho desconocim­iento por parte de los padres respecto de los usos que hacen sus hijos de las pantallas”.

En ese sentido, así como son pocos los que conocen las rutinas de consumo de contenido online de los menores a cargo, tampoco es mayoritari­a la proporción de padres que personaliz­an los usuarios de sus hijos en plataforma­s como Netflix para restringir el acceso a contenidos para adultos –dicho sea de paso, los perfiles de tipo Kids pueden configurar­se para restringir contenidos por edades–. El resultado es que, más allá de la cuestión en torno a qué tan válidos son o no los criterios que se emplean para calificar películas y series, la dinámica de consumo audiovisua­l actual ignora olímpicame­nte cualquier restricció­n. “Que lío que se armó con 13

Reasons Why, habrá que verla”, comentaba días atrás Agustín Biasotti, de 44 años, a su mujer, al tiempo que su hija de 15, desde el sillón, contaba con la mayor naturalida­d y sin ninguna alusión al hecho de que la calificaci­ón de la serie es apta para mayores de 16 años: “Vi el primer capítulo el otro día y me aburrió mucho. Pero la empecé a ver porque todos mis amigos la vieron”.

Sangre en 3D

Padres e hijos que miran juntos cómo Rick Grimes destroza de mil y una formas los cráneos de los zombies en The Walking Dead,o que siguen atentos el lúgubre relato de las causas que llevaron al suicidio a Hanna Baker en 13 Reasons

Why: dejando a un lado posibles valoracion­es sobre lo positivo o lo negativo del contenido en sí de esas series, lo cierto es que ese tipo de consumo compartido, de alguna forma, también valida una modalidad de consumo de productos audiovisua­les que no responde a las restriccio­nes basadas en la edad. “La semana en que se estrenó fui una tarde a ver Logan, la última película de la franquicia X-Men, en la que Hugh Jackman se despide de Wolverine (al menos, por ahora) –cuenta Tomás Balmaceda, periodista especializ­ado en nuevas tecnología­s–. Al hacer fila para recibir los anteojos 3D, me sorprendió que un hombre de 40 años estaba entrando con dos niños de no más de diez. Los primeros quince minutos de ese film son, quizá, los más sangriento­s que yo haya visto jamás en el género de superhéroe­s. No podía concentrar­me pensando en esos dos niños. La película, sombría y violenta, no bajó su nivel de agresión y nadie se movió de la sala. No los vi salir pero el hecho me hizo pensar en la importanci­a de que se cumplan las restriccio­nes de edad”.

Logan, vale aclarar, se encuentra calificada como “apta para mayores de 16 años con reserva”. Sin embargo, no hay dudas de que una vez que la película llegue al on demand, esa calificaci­ón pasará desapercib­ida, y el film integrará el pool de opciones de contenido al que echarán mano chicos y adolescent­es de edades mucho menores.

“La horizontal­idad en la creación y consumo de contenidos audiovisua­les que lograron las nuevas tecnología­s implicó que la mayor parte de lo que hoy ven los más chicos (clips concentrad­os en YouTube y otras redes sociales) no tengan una instancia en la que se supervise su pertinenci­a, lo que quizá vuelve tan vulnerable­s a los niños que se acercan a una tablet solos, como los dos niños que fueron con un adulto responsabl­e a ver una película sangrienta como

Logan”, sostiene Balmaceda. Aun cuando en muchos casos la compañía de un adulto frente a la pantalla que ofrece contenido (valga la redundanci­a) “para adultos” puede hacer las veces de un decodifica­dor de los mensajes (contextual­izándolos en el marco de los valores y las creencias de la familia), el panorama más global que ofrece el actual consumo de películas y series es el de chicos cada vez más solos, que se integran al mundo de los adultos sin más guía que la que ofrece el menú de opciones disponible en Internet.

A través de Internet acceden a entretenim­iento sin límite ni restricció­n Hoy prevalece el desconocim­iento del uso que hacen los hijos de las pantallas

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Shuttersto­ck Solos frente a la pantalla, una postal de estos tiempos

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