Veo lo que quiero: los chicos ignoran el límite por edad en las películas
La modalidad de consumo de contenido audiovisual on demand a través de YouTube o de plataformas como Netflix pasa por alto las calificaciones etarias; los especialistas advierten lo poco que los padres saben acerca del tema
Desconcertados. Cuando el empleado de la boletería del cine les pidió los documentos, ninguno atinó a entender la causa de tal demanda. Laura y sus amigos se miraron entre ellos y hurgaron en sus billeteras y carteras en busca del elemento solicitado. Más desconcertados aún recibieron la noticia de que la entrada les estaba vedada porque ninguno estaba ni cerca de la edad requerida –16 años– para asistir a la peli de terror que los había convocado ese sábado. En ausencia de un adulto responsable que los acompañara a la sala, dieron media vuelta y recalcularon la tarde. Ya de regreso en el hogar y con total honestidad, Laura, de 13 años, admitió: “Ni se nos ocurrió que podía ser prohibida para menores”.
Amantes de Netflix y adictos a YouTube y a otras plataformas de consumo audiovisual on demand, los chicos y adolescentes de hoy no tienen incorporado el hecho de que los contenidos están segmentados por edad. Después de todo, por qué habrían de pensar que hace falta tener 13, 16 o 18 años para ver películas o series que están a sólo un clic de distancia, y que de hecho muchos ven con o sin la anuencia de sus padres.
“La existencia de restricciones por edad no está en la cabeza de Santiago”, dice Hernán Montes, de 39 años, papá de Santiago, de 9. “Él en vez de mirar televisión mira videos en YouTube o pelis en Netflix. Al principio le expliqué que tenía que fijarse para qué edad eran las pelis, pero le duró dos días, ya que lo que consume es sencillamente aquello que le recomiendan sus amigos”, agrega Hernán, que cuenta que, como medida precautoria, tiene configuradas las computadores de la casa para que no haya acceso a contenidos de adultos, pero que aún así siempre está atento a ver qué es lo que está mirando.
“Hoy la fórmula de los chicos es ver series, programas o películas «cuando quiero, donde quiero, como quiero y con quien quiero»” –afirma Roxana Morduchowicz, doctora en Comunicación y autora del libro Los chicos y las pantallas–. Esto determina que los más jóvenes busquen los contenidos que quieren ver en Internet y los disfruten en las pantallas que más usan: celular, tabletas o computadoras. Así, acceden a informaciones y a entretenimientos sin límites ni restricciones, excepto por lo que acuerden con sus padres”.
Sin embargo, dicho acuerdo acerca del consumo de contenidos audiovisuales suele ser más tácito que explícito, y muchas veces con límites poco claros. “Pocos padres están realmente al tanto de los usos que hacen sus hijos de las pantallas –sostiene Morduchowicz–. Es muy común que los padres les pregunten a los chicos «cómo te fue hoy en matemáticas» o «qué tal la prueba de historia», pero pocos les preguntan «qué hiciste hoy en Internet». Esta pregunta, que hoy es tan importante como las otras, no está instalada en las familias. Esto significaría saber qué páginas web son sus preferidas, con quiénes chatean, si algo en la web los enojó, angustió o divirtió y qué series o películas son sus favoritas. Creo que hoy lo que prevalece es mucho desconocimiento por parte de los padres respecto de los usos que hacen sus hijos de las pantallas”.
En ese sentido, así como son pocos los que conocen las rutinas de consumo de contenido online de los menores a cargo, tampoco es mayoritaria la proporción de padres que personalizan los usuarios de sus hijos en plataformas como Netflix para restringir el acceso a contenidos para adultos –dicho sea de paso, los perfiles de tipo Kids pueden configurarse para restringir contenidos por edades–. El resultado es que, más allá de la cuestión en torno a qué tan válidos son o no los criterios que se emplean para calificar películas y series, la dinámica de consumo audiovisual actual ignora olímpicamente cualquier restricción. “Que lío que se armó con 13
Reasons Why, habrá que verla”, comentaba días atrás Agustín Biasotti, de 44 años, a su mujer, al tiempo que su hija de 15, desde el sillón, contaba con la mayor naturalidad y sin ninguna alusión al hecho de que la calificación de la serie es apta para mayores de 16 años: “Vi el primer capítulo el otro día y me aburrió mucho. Pero la empecé a ver porque todos mis amigos la vieron”.
Sangre en 3D
Padres e hijos que miran juntos cómo Rick Grimes destroza de mil y una formas los cráneos de los zombies en The Walking Dead,o que siguen atentos el lúgubre relato de las causas que llevaron al suicidio a Hanna Baker en 13 Reasons
Why: dejando a un lado posibles valoraciones sobre lo positivo o lo negativo del contenido en sí de esas series, lo cierto es que ese tipo de consumo compartido, de alguna forma, también valida una modalidad de consumo de productos audiovisuales que no responde a las restricciones basadas en la edad. “La semana en que se estrenó fui una tarde a ver Logan, la última película de la franquicia X-Men, en la que Hugh Jackman se despide de Wolverine (al menos, por ahora) –cuenta Tomás Balmaceda, periodista especializado en nuevas tecnologías–. Al hacer fila para recibir los anteojos 3D, me sorprendió que un hombre de 40 años estaba entrando con dos niños de no más de diez. Los primeros quince minutos de ese film son, quizá, los más sangrientos que yo haya visto jamás en el género de superhéroes. No podía concentrarme pensando en esos dos niños. La película, sombría y violenta, no bajó su nivel de agresión y nadie se movió de la sala. No los vi salir pero el hecho me hizo pensar en la importancia de que se cumplan las restricciones de edad”.
Logan, vale aclarar, se encuentra calificada como “apta para mayores de 16 años con reserva”. Sin embargo, no hay dudas de que una vez que la película llegue al on demand, esa calificación pasará desapercibida, y el film integrará el pool de opciones de contenido al que echarán mano chicos y adolescentes de edades mucho menores.
“La horizontalidad en la creación y consumo de contenidos audiovisuales que lograron las nuevas tecnologías implicó que la mayor parte de lo que hoy ven los más chicos (clips concentrados en YouTube y otras redes sociales) no tengan una instancia en la que se supervise su pertinencia, lo que quizá vuelve tan vulnerables a los niños que se acercan a una tablet solos, como los dos niños que fueron con un adulto responsable a ver una película sangrienta como
Logan”, sostiene Balmaceda. Aun cuando en muchos casos la compañía de un adulto frente a la pantalla que ofrece contenido (valga la redundancia) “para adultos” puede hacer las veces de un decodificador de los mensajes (contextualizándolos en el marco de los valores y las creencias de la familia), el panorama más global que ofrece el actual consumo de películas y series es el de chicos cada vez más solos, que se integran al mundo de los adultos sin más guía que la que ofrece el menú de opciones disponible en Internet.
A través de Internet acceden a entretenimiento sin límite ni restricción Hoy prevalece el desconocimiento del uso que hacen los hijos de las pantallas