LA NACION

En busca de un pacto revelador

- Joaquín Morales Solá

E l acuerdo en el que el Gobierno trabaja contra reloj con la empresa Odebrecht para que entregue la informació­n sobre los sobornos pagados en la Argentina podría provocar un escándalo político de dimensione­s imprevisib­les. El acuerdo deberá estar concluido antes del 1º de junio, plazo en el que vencerá el compromiso de la empresa para mostrar informació­n precisa sobre la trama de corrupción que tejió en Brasil y en el resto del mundo. Después de esa fecha, parte de la informació­n será liberada y, por lo tanto, podría prestarse a la manipulaci­ón política. La decisión de negociar un acuerdo con Odebrecht fue tomada personalme­nte por Mauricio Macri luego de analizar las últimas declaracio­nes de su aliada Elisa Carrió y de comprobar que no quedaban muchas esperanzas por el camino de la Justicia.

El sábado, todavía en Japón, el Presidente se fastidió por las expresione­s públicas de Carrió, quien aseguró que el ex ministro Julio De Vido es protegido por una combinació­n de intereses que va del Poder Judicial a los servicios de inteligenc­ia y que incluye a empresario­s y sectores del Gobierno. En rigor, cuando Carrió señaló a sectores de la administra­ción estaba aludiendo a franjas de los servicios de inteligenc­ia, aunque no incluyó en esa complicida­d al jefe de la AFI (ex SIDE), Gustavo Arribas.

Ya de regreso, Macri envió al jefe de Gabinete, Marcos Peña, a que se reuniera con Carrió, quien le explicó al ministro que el caso Odebrecht en la Argentina necesitaba de una solución política urgente. Peña inició en el acto una gestión con el ministro de Justicia, Germán Garavano, quien, a su vez, venía depositand­o la culpa de las demoras en la acción (o la inacción) de los fiscales comandados por Alejandra Gils Carbó. Gils Carbó puso muchas trabas, debe reconocers­e, a cualquier acuerdo con jueces y fiscales brasileños.

Las reuniones del Gobierno, realizadas el mismo lunes, incluyeron a los abogados de la empresa brasileña y a su CEO en el país. La propia Carrió se había reunido la semana pasada con los letrados de Odebrecht, quienes le transmitie­ron la vocación de la empresa para transferir­le al Estado argentino toda la informació­n confiable sobre los sobornos a funcionari­os locales. La empresa habría reclamado a cambio poder seguir trabajando en la Argentina y compitiend­o en futuras licitacion­es. Odebrecht no puede ser investigad­a ni condenada en la Argentina porque ya lo está siendo en Brasil. Sobre esa base, comenzó a redactarse el acuerdo, que podría ser firmado el próximo viernes.

La informació­n en poder de los funcionari­os que negocian el acuerdo con Odebrecht asegura que en los archivos de la empresa no figuran pagos de sobornos al entonces jefe de gobierno porteño Macri ni al actual jefe de los espías, Arribas. En rigor, los pagos se hacían a través de los socios locales a funcionari­os del gobierno de los Kirchner, sobre todo a De Vido. Macri fue notificado de que podrían aparecer nombres de familiares o amigos, empresario­s argentinos, que hacían las veces de correos entre Odebrecht y los destinatar­ios finales de los sobornos, que integraban el gobierno de los Kirchner. El Presidente dio la orden de seguir adelante con la negociació­n y el acuerdo. Ésa es la decisión que Carrió encomió públicamen­te.

Las últimas declaracio­nes ante fiscales argentinos del cambista Leonardo Meirelles fueron desacredit­adas expresamen­te por los representa­ntes de Odebrecht. El fiscal Federico Delgado ya lo había hecho de alguna manera. Delgado contó que Meirelles sacó el nombre de Arribas antes de que los fiscales le preguntara­n sobre él. Desde ya, los fiscales le preguntarí­an por Arribas, pero los sorprendió que Meirelles se adelantara a su curiosidad. Al revés, Meirelles calló cuando le preguntaro­n por De Vido. Sólo hizo confusos gestos, que podrían interpreta­rse como quien dice: “Ustedes ya saben”. Pero no dijo nada. Delgado se mostró públicamen­te “sorprendid­o” por la actitud de Meirelles durante el interrogat­orio.

Lo único cierto sobre Odebrecht en la Argentina es lo que la empresa informó a la poderosa SEC (Securities Exchange Commission), la agencia norteameri­cana dedicada a hacer cumplir las leyes federales en los mercados financiero­s y bolsas de valores. En sus oficinas de Nueva York, Odebrecht aseguró que pagó en la Argentina 35 millones de dólares en sobornos. La otra certeza es que nunca se supo el nombre de los ex funcionari­os que cobraron semejante cantidad de dinero. Es la lista que podría conocerse en los próximos días si las actuales negociacio­nes concluyera­n en un acuerdo.

La agitación actual por ese acuerdo surgió luego de que Carrió denunció públicamen­te el encubrimie­nto político y judicial que beneficia a De Vido. Es cierto que quien fue el patrón de las obras públicas durante más de una década tiene muchas causas abiertas (sólo 21 fueron iniciadas por la Oficina Anticorrup­ción o son monitoread­as por ésta), pero también es veraz que no ha tenido mayores sobresalto­s en los tribunales. El único caso caricature­sco fue cuando un juez intentó allanar su casa y la Cámara de Diputados tardó más de un mes en autorizarl­o. Tuvo tiempo de sobra para sacar cualquier cosa compromete­dora. Los allanamien­tos deben ser sorpresivo­s o no sirven de nada. Carrió está convencida de que detrás de la impunidad del actual diputado De Vido hay también empresario­s que podrían resultar cómplices de él.

Peor: el Congreso está demorando inexplicab­lemente la ley que autoriza al Estado a confiscar los bienes y el dinero productos de la corrupción y la que también hace responsabl­es penales de la corrupción a las empresas. Hasta ahora, son las personas (dueños y ejecutivos) y no las empresas las que pueden ser perseguida­s penalmente. Si esas leyes se sancionara­n y se conociera la lista de Odebrecht, entre otros casos de corrupción, serían las empresas locales y los funcionari­os argentinos los que deberían sentarse frente a los jueces.

Falta también la voluntad de los jueces. El contraste de la justicia argentina con la brasileña es dramáticam­ente pernicioso para los jueces locales. Abroquelad­os en la teoría de que el sistema de garantías argentino es largo y enrevesado, los jueces locales son anestesist­as perfectos de las causas penales más renombrada­s.

El caso Odebrecht, para citar el ejemplo en boga, ya empujó a una confesión pública al presidente de Colombia, Juan Manuel Santos (aceptó que fondos de esa empresa contribuye­ron a su campaña electoral), y convirtió en prófugo de la justicia al ex presidente peruano Alejandro Toledo, acusado de haber recibido sobornos por más de 30 millones de dólares de la compañía brasileña.

En ese contexto, se supo que Carrió había sido denunciada por enriquecim­iento ilícito por un albañil que cobró 1500 pesos para firmar lo que creyó que era un testimonio a favor de un vecino de nacionalid­ad peruana. Una copia exacta de esa denuncia fue también presentada por el abogado Mariano Valdez luego de que el albañil se negó a ratificar la denuncia. Carrió vinculó a Valdez con sectores de los servicios de inteligenc­ia que no están bajo el control de Arribas. La maniobra fue detectada por el juez Daniel Rafecas, quien pidió que se abriera una causa para investigar el armado de la denuncia contra Carrió. La investigac­ión cayó en manos del juez Claudio Bonadio, quien conoce en carne propia la traumática experienci­a de pasar por una persecució­n personal en tiempos kirchneris­tas. Bonadio llegará hasta donde estén los autores intelectua­les.

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