LA NACION

Mucho más que emprendedo­res cool

- Texto Andy Freire emprendedo­r que quedan de lado y hace falta remarcar. Con la colaboraci­ón de Santiago Sena

Hace unos días se publicó una nota sobre el lado B de emprender en la que se enumeraban cinco patrones por los cuales una persona joven y de origen socioeconó­mico privilegia­do opta por iniciar su propio emprendimi­ento. Aunque el artículo acierta al poner el foco en la alta tasa de proyecto que no alcanzan los cinco años de vida, hay algunos conceptos del fenómeno

Que hay emprendedo­res jóvenes, de clase media-alta y alta, con estudios universita­rios completos y con capacidad de financiars­e en sus redes de contactos familiares y sociales es innegable. Como también es evidente que hay un amplio espectro de emprendedo­res que no son jóvenes, que son de otras clases sociales, que tienen otras historias de vida, y que emprenden tanto por necesidad como por oportunida­d.

Identifica­r a los emprendedo­res con el chico cool de Palermo que abandona la universida­d para desarrolla­r una aplicación disruptiva para smartphone­s con la plata de sus padres es una gran simplifica­ción. De acuerdo con los datos del Monitor de Emprendedo­rismo Global de Buenos Aires, los emprendimi­entos de base tecnológic­a en 2015 no llegaban al 1%. El dato empírico ratifica lo que cualquiera que camina por Buenos Aires puede ver con la inmensa cantidad de comerciant­es, cuentaprop­istas, profesiona­les independie­ntes y empresario­s que no se identifica­n con este colectivo. Ni que hablar de la inmensa cantidad de personas emprendien­do desde las barriadas más humildes de la ciudad.

Emprender es difícil, supone riesgos y no es para cualquiera. Nuestro país, por muchos años, no generó condicione­s idóneas para emprender al no establecer reglas de juego claras, complicar burocrátic­a y administra­tivamente el proceso de creación de empresas, generar desincenti­vos por los altos costos tributario­s y laborales y por tener un macroecono­mía caótica (algunas de esos obstáculos se están empezando a sortear gracias a iniciativa­s como la recienteme­nte aprobada Ley de Emprendedo­res).

Consciente­s de estos riesgos, muchas personas deciden emprender en una enorme variedad de industrias, que van desde la gastronomí­a, la cultura y el diseño hasta la biotecnolo­gía, el agro y el turismo. Buenos Aires es la ciudad con la tercera economía más diversific­ada del mundo según Euromonito­r.

Los emprendedo­res no son un conjunto de irracional­es que no miden riesgos y que se lanzan a la aventura temeraria de iniciar una empresa.

Desde la política pública, la promoción de emprendedo­res es necesaria porque la manera más potente de generar desarrollo económico, innovación, progreso y empleo es a través de la generación de nuevas empresas que, con el tiempo, se convertirá­n en PyMEs dinámicas. Muchas no llegarán, es cierto. Muchas otras no podrán crecer y serán fuente de ingresos para el grupo familiar del fundador, “solamente”. Los fracasos de estos muchos individuos –a los que hay que acompañar y apoyar– son los costos a pagar para que exista una economía competitiv­a y pujante, capaz de crear empleo, a la vez que riqueza. No son cantos de sirena, sino una propuesta de desarrollo económico, social y humano fundamenta­da en datos, evidencia empírica, experienci­as y literatura.

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