LA NACION

Por la OTAN, Trump amplía la grieta con Europa

Les recriminó a sus socios que no gastan en defensa lo pautado

- Luisa Corradini CORRESPONS­AL EN FRANCiA

PARÍS.– Donald Trump desalentó ayer a quienes esperaban un cambio de actitud. En Bruselas, sin disipar la ambigüedad que pesa sobre su voluntad de participar en la defensa de Europa, el presidente de Estados Unidos prefirió poner el acento en la lucha antiterror­ista y, sobre todo, exhortar a sus socios de la OTAN a respetar sus compromiso­s financiero­s con la organizaci­ón.

Después de su encuentro del miércoles con el papa Francisco, la escala belga era considerad­a como su primer paso en el Viejo Continente. Por esa razón, cada gesto de Trump fue escrutado con lupa.

Siempre atentos, los internauta­s no dejaron de comentar irónicamen­te “su elegancia legendaria”, su “obsesión por estar en primera fila”, después de que empujó desconside­radamente al primer ministro de Montenegro, Dusko Markovic, para aparecer en la foto, e incluso el apretón de manos “interminab­le” con el francés Emmanuel Macron, un saludo transforma­do en pulseada que –probableme­nte preparado– el flamante presidente francés parecería haber ganado.

Pero Trump no estaba en Bruselas para actuar como extra en un film. En la ceremonia de inauguraci­ón de la nueva sede de la OTAN en la capital belga, el presidente puso el acento en los dos temas que considera prioritari­os: la lucha antiterror­ista y el dinero que los 28 países miembros deben aportar a la organizaci­ón.

Su breve intervenci­ón, sin embargo, llamó la atención –sobre todo– por las palabras que no pronunció y que todos esperaban: un apoyo claro y explícito al famoso “artículo 5” de la OTAN, que prevé que los aliados socorran a uno de sus miembros en caso de agresión exterior.

Por el contrario, el jefe de la Casa Blanca repitió con virulencia contra sus pares los reproches que profirió durante la campaña contra la organizaci­ón, que tantas veces calificó de “obsoleta”, antes de cambiar de opinión.

Bajo un sol radiante, en un discurso claramente destinado a su base electoral en Estados Unidos, Trump insistió: “Los miembros de la OTAN deben de una vez contribuir equitativa­mente y respetar sus obligacion­es financiera­s”. “Esto es injusto para los contribuye­ntes de Estados Unidos”, dijo. Y recordó que 23 de los 28 miembros “siguen sin pagar lo que deberían”, refiriéndo­se a aquellos países cuyo presupuest­o militar no alcanza el 2% del PBi, objetivo fijado por la organizaci­ón para 2014.

Como muchas de sus ideas fijas, la cuestión no parece tener demasiado asidero. Según la OTAN, los presupuest­os acumulados aumentaron el 3,8% en 2016. Es decir, 10.000 millones de euros suplementa­rios. En 2017, entre siete y diez Estados miembros deberían llegar al 2%, y la organizaci­ón asegura que, por primera vez en mucho tiempo, consigue financiar sus objetivos de planificac­ión de equipamien­to.

Gran concesión que demuestra la importanci­a que tiene Estados Unidos para la defensa europea, varios países miembros terminaron por aceptar –a regañadien­tes– que la OTAN se incorpore a la coalición internacio­nal contra el grupo jihadista Estado islámico (Ei) en irak y Siria. Washington lo reclamaba desde hacía un año. Los europeos consideran que, simbólicam­ente, será como imponer la idea de “una guerra de civilizaci­ones”.

“La OTAN es, de hecho, el Occidente. Una cosa es que cada país atacado por Ei en su territorio participe de la coalición. Otra es que la Alianza Atlántica bombardee en Medio Oriente”, analiza Pascal Boniface, director del instituto Francés de Relaciones internacio­nales (iFRi).

La jornada de Trump había comenzado temprano con una lista de divergenci­as entre la Casa Blanca y la Unión Europea (UE), representa­da por el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, y el presidente la Comisión Europea, JeanClaude Juncker. Ya sea sobre Rusia –país con el que las relaciones de la UE y de la OTAN son glaciales desde la crisis de Ucrania– como sobre el calentamie­nto del planeta o el libre comercio, es “difícil hallar una posición común”, reconoció Tusk.

“Espero que no haya escrito un tuit contando nuestra conversaci­ón privada”, bromeó a su vez Juncker.

Poco después, Trump almorzó con Emmanuel Macron. En el menú: ensalada caprese, lomo de ternera con papas château y mousse de chocolate belga. En la agenda: la lucha contra el terrorismo, la economía, el acuerdo sobre el clima y la energía. Ambos hombres difieren sobre cada uno de esos temas.

“intercambi­amos en forma pragmática. Hay cuestiones sobre las que no tenemos la misma lectura. Pero pudimos hablar en forma directa, con la voluntad de reforzar nuestra relación y la cooperació­n en materia de terrorismo”, dijo después Macron. Motivo de preocupaci­ón mayor: la aplicación del Acuerdo de París sobre el clima, concluido en diciembre de 2015 tras duras negociacio­nes y puesto en tela de juicio por Trump al llegar a la Casa Blanca.

“Le pedí que no tome ninguna decisión precipitad­a”, declaró Macron. Trump prometió anunciar una decisión al regresar de la cumbre del G-7, que debe realizarse hoy y mañana en la ciudad siciliana de Taormina.

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Hannibal hanschke/reuetrs Trump, junto a May y otros líderes, durante el cierre de la cumbre de la OTAN, ayer, en Bruselas

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