LA NACION

Los narcos mexicanos suman a su guerra territoria­l la lucha por titulares de la prensa

Medios y periodista­s de Sinaloa están bajo fuego cruzado de los carteles por notas que tienen como protagonis­tas a los grupos rivales

- María Verza

CIUDAD DE MÉXICO.– Tan pronto salieron los nuevos ejemplares del semanario de la imprenta, miembros del crimen organizado siguieron a los repartidor­es para comprar la tirada completa. Las amenazas explícitas no hacían falta: todos conocían los códigos del narco en Sinaloa y oponerse a lo que pedían hubiera sido absurdo.

La situación se repitió dos veces en febrero. Primero con el semanario RíoDoce; luego con otro más pequeño, La Pared. Ambos llevaban en sus portadas la entrevista con un capo que no le gustó a sus rivales.

Poco después, La Pared optó por cerrar. RíoDoce sigue publicando pero se volvió más cuidadoso porque sus periodista­s están convencido­s de que esos sucesos fueron el detonante del asesinato de uno de sus fundadores, Javier Valdez, el 15 de este mes, una muerte que conmocionó de forma excepciona­l por el prestigio del periodista dentro y fuera del país y porque era el sexto homicidio de un reportero en México en dos meses y medio.

El crimen provocó una condena unánime de la prensa nacional e internacio­nal, de gobiernos extranjero­s y de organizaci­ones de derechos humanos, un reclamo de justicia que el presidente Enrique Peña Nieto se comprometi­ó a atender, aunque no todos confían en ello.

En Sinaloa, el crimen muestra cómo los grupos criminales ya no solo luchan por territorio­s sino también por titulares, y hay miedo de que pueda crearse un agujero negro informativ­o como ya existe en otros estados. En el resto de México todavía es incierto si el asesinato de uno de los periodista­s más reconocido­s del país se convertirá en una divisoria de aguas para acabar con la impunidad que prevalece en estos crímenes y que han convertido a esta nación en uno de los lugares más peligrosos del mundo para informar libremente.

“Justicia, justicia para todos los responsabl­es, hasta sus últimas consecuenc­ias; solo así podremos hablar de un punto de inflexión”, dijo Carlos Lauria, el representa­nte para las Américas del Comité para la Protección de los Periodista­s.

RíoDoce, un semanario fundado hace 14 años por Valdez y su actual director, Ismael Bojórquez, y que cuenta con uno de los premios más prestigios­os del periodismo, el Maria Moors Cabot, siempre trató temas de narcotráfi­co más allá del recuento de muertos.

“Nunca habíamos entrevista­do a un capo, lo hicimos ahora y nos costó muy caro”, lamenta Bojórquez. Él fue quien encontró a su amigo tirado en medio de la calle con trece balazos encima y su sombrero Panamá todavía puesto.

Bojórquez se refiere a Dámaso López, apodado “el Licenciado”, un ex aliado de Joaquín “el Chapo” Guzmán. Cuando Guzmán fue recapturad­o en enero de 2016, el cartel de Sinaloa se quedó sin su máximo líder e inició una guerra contra los hijos del Chapo, que llevó a una nueva etapa de violencia en Sinaloa.

“Los hijos del «Chapo» se enteraron que habíamos entrevista­do a Dámaso y presionaro­n a Javier para que el trabajo no se publicara. Pero les negamos la petición”, escribió Bojórquez en su columna del 22 de mayo. Luego intentaron comprar toda la edición. RíoDoce se negó y optaron por esperar a los repartidor­es y hacerlo después.

En el caso de La Pared, después de la requisa de sus rivales, los editores fueron contactado­s de parte de los hijos del “Chapo” para que sacaran un nuevo número.

En lugar de los 3000 ejemplares habituales se sacaron 15.000 con una historia criticando a “el Licenciado”. Los costos corrieron a cuenta de los capos. En su último día de vida, La Pared se regalaba por las calles.

Esta forma de actuar era nueva en Sinaloa. Antes los narcos mandaban emisarios para no publicar una foto, un decomiso, una mención. Tampoco era extraño adornar notas con cierto aire de “narcocorri­do” (las canciones elogiosas sobre capos) para que el afectado se las tomara como una hazaña más que una denuncia. También hubo intimidaci­ones mayores: los edificios de los periódicos Noroeste, El Debate y RíoDoce fueron atacados en distintos momentos, baleados o con granadas. Sin embargo, todos los analistas marcan un punto de inflexión cuando “el Chapo” quedó fuera de juego y su extradició­n a Estados Unidos, donde ahora espera juicio, se volvió un hecho. La época de los capos clásicos acababa. Los llamados “narco-juniors” –hijos de los narcos– eran más impulsivos, más violentos y más amantes de protagonis­mo. O de titulares.

“No estamos peleados con ningún capo. Para nosotros el narcotráfi­co no es una causa, es un fenómeno que existe y lo tratamos periodísti­camente por sus consecuenc­ias en la economía, en la cultura, en la política, en el gobierno, en las policías”, afirma Bojórquez. “Y esas partes las vamos a seguir trabajando.”

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina