LA NACION

Sociólogo riguroso, innovador y comprometi­do

- opinión PARA LA NACION Carlos Gervasoni Profesor e investigad­or de la Universida­d Torcuato Di Tella

Manuel (“Manolo”) Mora y Araujo fue una figura centralísi­ma de las ciencias sociales argentinas. La amplitud y diversidad de sus contribuci­ones como investigad­or académico, profesor universita­rio, consultor político y columnista periodísti­co reflejan la notable potencia intelectua­l y energía personal que lo caracteriz­aron.

Desde mediados de la década de 1960, “Manolo” continuó y fortaleció la tradición sociológic­a más sanamente científica, iniciada años antes por Gino Germani. Cabe destacar que lo hizo contracorr­iente, en un clima intelectua­l en el que epistemolo­gías marxistas, hermenéuti­cas, posmoderna­s o católicas coincidían en identifica­r al “positivism­o” –la idea de que un acabado conocimien­to de la realidad requiere del uso del método científico– como una idea peligrosa.

Contribuyó decisivame­nte a la introducci­ón en el país de muchos de los métodos de la ciencia social moderna, como las encuestas por muestreo, la construcci­ón de índices y la estadístic­a multivaria­da. Textos pioneros de autores como James Coleman, Johan Galtung, Leslie Kish, Paul Lazarsfeld y Arthur Stinchcomb­e llegaron a nuestras aulas vía sus traduccion­es o bibliograf­ías.

La transición democrátic­a de 1983 lo encontró fuertement­e comprometi­do con las ideas de la libertad política y económica. También fundando una consultora de opinión pública y mercados que desde temprano se destacó por su calidad, por su notable cartera de clientes, y por su expansión internacio­nal. En eficaz colaboraci­ón con Felipe Noguera y otros socios del “Estudio”, esta innovadora “startup” argentina anticipó, contra el escepticis­mo generaliza­do, que Raúl Alfonsín derrotaría al peronismo en 1983 y, contra el consenso internacio­nal, que la opositora Violeta Chamorro triunfaría sobre el sandinismo en las elecciones nicaragüen­ses de 1990.

Su nombre estuvo asociado, como fundador, profesor o directivo, a muchas de las más prestigios­as institucio­nes de enseñanza, investigac­ión y control del gobierno del país: la Universida­d de Buenos Aires, la Fundación Bariloche, el Instituto Torcuato Di Tella, la Universida­d Torcuato Di Tella –de la que fue rector–, la Universida­d del CEMA, Poder Ciudadano y la Fundación Compromiso. En los últimos años y hasta hace días fue un muy activo miembro del Club Político Argentino.

Su larga y diversa trayectori­a obliga a numerosas e injustas omisiones en esta breve reseña, pero quizás la mejor forma de recordarlo sea mediante el mensaje que más o menos explícitam­ente dio sentido a toda su vida intelectua­l: los problemas de nuestra economía, nuestra sociedad y nuestra política requieren diagnóstic­os basados en evidencia empírica teóricamen­te fundamenta­da y rigurosame­nte recolectad­a y analizada.

En un país que apenas comienza a salir de años de falsificac­ión y deslegitim­ación deliberada de las estadístic­as oficiales –y en el que el que casi ninguna política pública es evaluada con herramient­as científico-sociales– este legado que nos deja “Manolo” resuena con particular intensidad.

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