LA NACION

Los perros son los mejores oyentes para los chicos que aprenden a leer

La lectura asistida por estos animales es una tendencia que crece en el mundo y llegó a la Argentina: no juzgan, no se ríen e incluso pueden levantar la pata cuando no entienden algo

- Lucila Marti Garro

Milka ha sido entrenada para hacer algo que muchos humanos no pueden: escuchar atentament­e, con paciencia ilimitada, mientras sus amigos leen en voz alta. Está echada en el piso y Vicky, de 8 años, compenetra­da en la historia que le está contando, cada tanto hace una pausa para mostrarle las ilustracio­nes.

Durante siglos, los perros han asistido a personas ciegas, sordas o con movilidad reducida. Luego comenzaron las terapias, al comprobars­e que los animales ayudan a levantar la autoestima o llevar a cabo una rehabilita­ción. Pero en los últimos años, el mejor amigo del hombre también colabora en la educación como motivador de la lectura, una práctica donde junto con profesiona­les de este rubro, motivan a los chicos a aprender.

El disparador se dio hace casi dos décadas en los Estados Unidos. Los perros son los mejores oyentes para un niño, más aún si lee con dificultad. No juzga, no se ríe e incluso puede levantar la pata cuando no entiende algo. “Cuando un chico le lee a un perro no tiene la presión de sus compañeros, a la vez que establece un vínculo con un ser vivo que provee beneficios psicológic­os: menor presión sanguínea, respiració­n más lenta, relajación, sumado a la generación de altas dosis de hormonas de placer como la oxitocina. Es un compañero que nunca se burla o comenta con los amigos. Los niños se convencen de que el perro está escuchando atentament­e y quieren que entiendan la historia. Los hace sentir bien y les divierte. De golpe aprender no es tan tedioso y empiezan a adquirir amor por la lectura y los libros”, cuenta a la nacion Kathy Klotz, directora ejecutiva de intermount­ain Therapy animals, institució­n que ejecuta el programa rEaD en Estados Unidos.

La organizaci­ón fue pionera en dicho país, cuando en 1999 lanzó la iniciativa de que los niños le lean a un perro en una biblioteca de Salt Lake City, en el estado de Utah.

Un año después debutaba en una escuela primaria. actualment­e tiene registrado­s más de 6500 “equipos terapéutic­os” (personas con animales, aprobados con licencia y seguro) en los 50 estados norteameri­canos y otros 17 países.

“Estos equipos no sólo van a biblioteca­s y escuelas. También dan clases particular­es en hospitales, residencia­s de cuidados especiales y hasta en reformator­ios. Por supuesto ahora hay muchos, muchos programas que imitan rEaD, pero nuestro modelo fue el primero en trabajar con animales terapéutic­os en la literatura”, explica. A nivel local

En el barrio de Las Tunas, en la localidad de Tigre, Mercedes Maison Baibiene llega en el auto con su perra Milka. Los chicos se abalanzan sobre la ventanilla. La están esperando con ansiedad. Todos los martes, su labrador color chocolate escucha las historias que tienen para contarle. Están en una de las ludotecas de Potenciali­dades, una oNG que colabora en la zona. El programa, Entre Libros y Hocicos, llevado a cabo por profesiona­les amantes de sus mascotas, debutó hace pocos meses.

“incorporam­os la educación en el juego. Son chicos de segundo y tercer grado que leen con dificultad, no porque tengan un problema de aprendizaj­e, sino porque la enseñanza escolar es insuficien­te y no practican”, cuenta Maison Baibiene, fundadora de Entre Libros y Hocicos, conformado por un grupo de profesiona­les de la educación y el adiestrami­ento canino. Una psicopedag­oga acompaña siempre las sesiones.

Los chicos se van turnando para que todos lean. Milka, echada en el medio de la ronda, tiene un chaleco con bolsillos, y cuando termina el cuento viene la parte más divertida. Se dividen en dos grupos y alguno de los niños saca el primer papel del chaleco, con preguntas relacionad­as con la historia para lograr la compresión lectora. ¿Cómo se llama la protagonis­ta del cuento? El otro grupo contesta: ¡Micaela! Pero ahí se pone en juego si Milka estuvo atenta al relato. La adiestrado­ra le muestra dos carteles y la perra indica con el hocico o la pata si la respuesta fue correcta. “a veces la hacemos equivocar a propósito, depende lo que diga la psicopedag­oga, para hacerle ver al chico que Milka también comete errores y es normal”, aclara Maison Baibiene.

Hay otro tipo de juegos, como pegarle las sílabas de una palabra en su chaleco con abrojo, o que el animal responda si va con B o V.

El programa, que actúa como motivador para cualquier niño, es ideal en situacione­s de lectura con dificultad, como la dislexia. La perra incluso recibe señas de su amo: levanta la pata para indicar que no entendió esa parte, para lo cual el profesiona­l le pide al niño si puede releer. De esta manera no es el adulto sino el perro quien “corrige”, lo cual psicológic­amente lo afecta de otra manera. Cuando la mascota levanta la oreja es porque tal vez no entendió un término y hay que explicárse­lo o buscarlo en el diccionari­o.

Con 18 años de experienci­a, Klotz asegura que los resultados parecen mágicos. “Hemos comprobado que los chicos mejoran su lectura de dos y hasta cuatro niveles de grado en un año en una terapia semanal con un equipo (perro y entrenador). al principio pensamos que sería una moda pasajera que disminuirí­a, pero fue al revés. Nuestro manual de entrenamie­nto tiene 200 páginas con valiosos aportes de muchos educadores”, detalla.

Entre Libros y Hocicos tendrá la primera reunión en un colegio para hacer talleres, aunque al ser una práctica novedosa, en el rubro de la educación por ahora hay resistenci­a al ingreso de animales.

En España en cambio, Perros y Letras trabaja en más de 500 colegios del país. En australia hace lo mismo Story Dogs, y así se replica en otros países. En los Estados Unidos, Leele a Fritz, Leele a Taz, Leele a Pepper o Leyendo con rover se reproducen como células en cada biblioteca con el nombre de la mascota estrella.

En las escuelas también hay muchas organizaci­ones como Barks, Sit Stay read! o Helping Paws, donde los chicos esperan que llegue el día para que, por un momento, su amigo de cuatro patas reemplace a la maestra.

“Hay que lograr la implementa­ción de una ley que regule este tipo de intervenci­ones para que así se pueda dar mayor confianza a las institucio­nes”, aporta Mariela Brizi, quien junto con Josefina Larregui y Lorena Heit fundaron Terapia ocupaciona­l asistida con animales (Toaca) en 2008, en Buenos aires. al no estar legislado hay más prejuicios y temores en los espacios públicos, pues no hay seguridad de que el animal no vaya a hacer algún daño.

Ellas hacen terapia asistida con perros. ayudan a personas adultas con padecimien­tos mentales y distintos grados de deterioro cognitivo. “Si bien el trabajo en el país es similar a lo que se hace en el mundo, afuera hay una tendencia al ingreso de perros de terapia en hospitales que aún es difícil ver aquí”, asegura. El beneficio de trabajar con animales en la salud no es nuevo y se aborda tomando al ser humano como un todo, donde lo emocional beneficia a toda la persona.

rEaD, que se ha expandido en lugares como Eslovenia, Kazakhstán, rusia, islandia, los países escandinav­os o Sudáfrica, ya tiene en marcha el proyecto de llegar a américa del Sur. De esta manera se homologarí­a al animal y su amo bajo estándares internacio­nales.

Cuando Milka se sube al auto, los chicos la despiden hasta que desaparece. No sólo les aportó un momento educativo. También compartier­on un lugar para aprender valores y jugar por un rato sin pensar en sus necesidade­s o carencias. En una semana volverán por ella. Y por los libros también.

“Cuando un chico le lee a un perro, no tiene la presión de sus compañeros”

“El programa es ideal en situacione­s de lectura con dificultad, como la dislexia”

“Pensamos que sería una moda pasajera que disminuirí­a, pero fue al revés”

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ONG POteNciali­dades Milka escucha historias en el barrio Las Tunas

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