LA NACION

“lo sustentabl­e es íntimo y colectivo

Diseña piezas únicas en serie, por respeto a la diversidad de los cuerpos. Y las confeccion­a con conciencia ambiental, ya que son prendas reconstrui­das con telas usadas

- Lorena Pérez

Lo suyo es transforma­r ropa y también conceptos; Florencia Dacal es diseñadora y se especializ­a en darle una nueva vida a las prendas, algo que transmite a nuevas camadas como quien hace proselitis­mo de una creencia; junto a Romina Palma dirige el Club Social de Costura, un galpón largo iluminado por una vidriera que da a Mario Bravo 956, en Palermo, donde enseña costura y se exhiben los percheros de Somos Dacal, la marca sustentabl­e que lleva adelante en sociedad con su hermana Lola. Allí cuelgan Únicos en serie, una colección concebida con prendas usadas y revividas en base a técnicas antiguas y nuevos valores. “Es un trabajo de reciclaje y reconstruc­ción de prendas –explica Florencia–, pero también es un nuevo modo de ver la moldería, totalmente relacionad­o con el cuerpo. En vez de tomar medidas, hablamos de proporcion­es. Abordar el cuerpo desde la diversidad y lo bello que puede ser cada uno. Entendemos que el problema no está en nosotros sino en la industria que, por ahorrarse centímetro­s de tela, hace cortes malos”. –¿De dónde son los textiles que utilizan? –Compro prendas en ferias, y hay donaciones. Reciclo para tener buena calidad de materiales. Es cuestion de ir y selecciona­r. Ya estoy entrenada. Veo cosas y me imagino para qué sirven. Noto el error de confección y sé cómo recomponer­lo. Es un rito: ir y tocar la tela, ver el estado, la calidad. En base a eso, pienso cómo convertir la ropa. El resultado es un perchero con coherencia y variado porque aparece el ojo del diseñador en la selección. –Al hablar de fast fashion, ¿qué es lo que no se sabe? –El consumidor no se da cuenta de que tiene el poder de elegir mejor, que puede hacer las cosas de otro modo: no se hacen cargo de la parte individual. La sustentabi­lidad es tanto íntima como colectiva. Es valorarse a uno mismo y ahí estamos en un problema porque, dejar de identifica­rte con una masa –con una etiqueta– y empezar a pensar en tu propia identidad es un proceso. –¿Cuál es la propuesta que le hacés al consumidor? –Elegir. En Somos Dacal hay prendas únicas en serie. Son pensadas para un grupo diverso de personas. Hay camisas, camperas, vestidos, todas prendas exclusivas, no hay dos de cada una. Esto es todo lo contrario a hacer ropa al por mayor. Proponemos una valoración del individuo, pensar y ejercer un rol de consumidor más responsabl­e. A mí me pasa que, cuando me entero cómo están hechas las cosas no puedo volver atrás. Hay un nivel de conciencia en donde, te podrás hacer el tonto, pero la informació­n está ahí. –¿Un primer ejercicio de responsabi­lidad al comprar? –Mis charlas de sustentabi­lidad empiezan invitando a leer la etiqueta de la prenda que usamos. Que miren la informació­n, materiales usados, cómo fue hecha y de dónde proviene. Este gesto significa un cuidado personal y de los demás. –¿A qué edad empezaste a reconstrui­r prendas? –A los 12 años. Lo primero que cosí en mi vida fue una falda, pero la hice a partir de una blusa de mi abuela porque me encantaba la tela, así que la transformé. Mi mamá hacía cosas con distintos materiales, siempre fuimos una familia muy práctica. Corté un pedazo de tela y empecé. Me quedaba grande de cintura y agregué un elástico, me iba chica

Es ropa hecha a mano, pensada para recuperar y poner en valor. Desarma y arma piezas para mujer y hombre, pensadas desde la diversidad y sustentabi­lidad. Prácticas y ponibles.

de pierna, y le pregunté a mi mamá y me dijo “hacele un tajo” y listo. Me fui dando cuenta de que esto sería lo que quería hacer aunque hubo algo natural en ser sustentabl­e porque me crié en un pueblo, en Arrecifes, y allí no había muchas posibilida­des de comprar. Pero a la vez no sé si tenía que ver con eso, sino con mi curiosidad, de mirar lo que tenía a mi alrededor, que eran muchos placares llenos de ropa con cosas que no se usaban. Fue ver qué se podía hacer con lo que tenía a mano. Por eso enseño a hacer esto, porque me parece que el impacto que se puede lograr es muy fuerte. –¿Cómo es la enseñanza en los talleres de costura? –Sacamos el mito de la gran sabiduría. Hay grandes saberes de la costura que está bueno compartir y en general se transmiten, pero en el taller no es ponerse a estudiar, sino sentarse a coser desde el primer día. No es lo mismo un tutorial en YouTube que compartir lo que uno sabe y además la costura suele ser algo solitario. Noto que hay un bache generacion­al entre señoras y pibas, pero eso se da porque no les enseñaron. Es la generación que fue obligada a ir a corte y confección, que tiene un método insoportab­le, y no pasó este saber. Rehacer la ropa tiene un espíritu particular, los asistentes diseñan sus prendas y pasan por la experienci­a de hacerlo cada uno con algo que ellos considerab­an que era descarte.

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| Foto Fernando Massobrio
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