LA NACION

Gal Costa, con la esencia del tropicalis­mo

- Gabriel Plaza

Gal Costa tiene una fuerza extraña. Puede ser una diosa embriagado­ra y refinada en la bossa nova “Coração vagabundo”, y minutos después transforma­rse en una cantora radical, exuberante y experiment­al en “Tuareg”. Los pliegues de su voz encarnan uno de los misterios de la música popular brasileña, Gal es samba, es pop, es rock y es tropicalis­mo en esencia. en su espectácul­o Espelho

d’agua, que vino a presentar al teatro Gran Rex, la artista refleja ese impulso vital de buscadora incansable como intérprete.

Con una lista de veinte canciones, donde repasa su historial, la cantora que enamoró a una generación encuentra una manera diferente de reencontra­rse con autores como Caetano Veloso, Jorge ben Jor, Chico buarque, Roberto y erasmo Carlos, y Lupicinio Rodrigues. La artista mantiene la tensión y el magnetismo, a lo largo de dos horas, con una puesta minimalist­a, que hace centro en su voz y en la guitarra de Guilherme monteiro.

Gal Costa se sumerge en los climas y las atmósferas que sugieren las canciones, y asume el desafío de dejar su voz al desnudo. monteiro es el compañero ideal para establecer en ese viaje musical un buen contrapunt­o musical. Puede cambiar del registro acústico de canciones de amor como “Volta” y “Sua estupidez” a la guitarra eléctrica y el uso de pedales en canciones del período más tropicalis­ta de esencia rockera como “Vaca profana”, “Tigresa” y “Tuareg”, que le sientan muy bien a Gal Costa en esta etapa de su vida.

La cantante juega con las inflexione­s más agudas de su voz en “Passarinho”; se desliza con cadencia natural y magnetismo en el himno tropicalis­ta “baby”, y suena como una vocera poética de los años sesenta en “Negro amor”, la versión brasileña de un tema de bob dylan. el mundo se detiene cuando Gal se balancea con su fraseo, entre la música y los silencios, en la intimista “Um favor”, y su voz fluye natural con el samba “meu bem, meu mal”.

Fuera de programa hace un tramo de “Um día de domingo” para hacer cantar a todo el teatro. en esa delicada ecuación entre su refinado estilo, su popularida­d y el espíritu contemporá­neo del tropicalis­mo aparece el encanto de esta cantora galáctica y real, surgida en bahía.

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p. pidal / afv A los 71 años, Gal Costa es una intérprete vital

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