LA NACION

El fin de la impunidad, llave del cambio

- Por Héctor M. Guyot

Mauricio macri no es un líder carismátic­o. esto es una virtud. al menos en una sociedad como la nuestra, con tendencia a anular su capacidad de discernimi­ento para entregarse a iluminados que llegan a redimir al país y acaban dejándolo mucho peor de lo que estaba. Hemos visto pasar a muchos falsos profetas. acaso fue el personalis­mo extremo de la encantador­a de serpientes que gobernó hasta noviembre de 2015 lo que propició el triunfo, en las últimas elecciones, de un candidato que encarnó ciertos valores. ¿Cuáles? aquellos que habían sido pisoteados durante la “década ganada”, como la verdad, el diálogo, la honestidad y, sobre todo, la justicia.

Hoy, el apoyo que mantiene el Gobierno es proporcion­al al compromiso que manifiesta con estos principios. Cuando se aleja de ellos, pierde capital. Por eso, elisa Carrió es una de las fortalezas de la coalición gobernante. en el país de la transa, donde todo es negociable, ella no transige con esos valores que podrían cimentar un verdadero cambio. y no permite que lo haga un gobierno del que, lo ha dicho, se siente parte.

esta semana Carrió acusó a “todo el sistema político” de proteger al ex ministro de Planificac­ión del kirchneris­mo, Julio de Vido, ante la falta de avances para lograr que los empresario­s de odebrecht informaran sobre las coimas que pagaron aquí. en esto su denuncia fue eficaz: Carrió despertó al Gobierno, que a su vez despertó a la Justicia. También denunció que Silvia majdalani, número dos de la aFI, la estaba espiando, y puso al Presidente ante la opción: o ella o yo.

La dinámica del temblor resultó similar a la de cimbronazo­s anteriores. Cuando todo parece estar en calma, Carrió quita el velo sobre tensiones subterráne­as inconfesab­les que, al hacerse públicas, estallan. ahí la Tierra tiembla. en la emergencia, el Gobierno se sacude la pasividad y reacciona ante esos intereses ocultos que, en las sombras, trabajan contra la regeneraci­ón del tejido institucio­nal del país. esto es, a favor de la impunidad. Con las cosas a la luz, ya no se puede esquivar el bulto. La única salida es avanzar. Cuando el Gobierno se duerme o calcula en términos del viejo orden (que sigue activo), Carrió hace sonar las alarmas y todos, del Presidente para abajo, despiertan y salen a mitigar los daños. es decir, hacen lo que sus electores esperan.

macri puede ser gradualist­a con la economía, pero no está en condicione­s de hacer lo mismo en cuestiones relativas a la transparen­cia del estado y al castigo de la megacorrup­ción del gobierno que lo precedió. está obligado a promover, en todo lo que le correspond­e, la acción de la Justicia. a su gobierno no lo sostiene la corporació­n política ni la empresaria­l, en parte aquejadas de mala conciencia, sino una sociedad que en su mayoría dijo basta. Hoy las capas medias le tienen a la economía la paciencia que no despierta la impunidad. No hay tolerancia ante la falta de respuestas contra la corrupción. esto es una rareza. acaso sea un síntoma de que, en medio del resquebraj­amiento del viejo orden, algo distinto asoma.

Si el Gobierno busca revertir una cultura que en su degradació­n dio muestras de agotamient­o, en la que las elites de la patria corporativ­a se quedaban con la parte del león mientras multiplica­ban la pobreza, no debería olvidar que la regeneraci­ón de las institucio­nes es tan importante como la economía. o más, porque ésa es la verdadera llave de un cambio duradero. y algo es seguro: no habrá regeneraci­ón sin justicia. Italia tuvo su mani pulite, pero con mala suerte: enseguida llegó el populismo de berlusconi, tan corrupto como lo que

Macri puede ser gradualist­a con la economía, pero no está en condicione­s de serlo en materia de corrupción

había, a capitaliza­r el descrédito de la clase política. brasil, donde los jueces actúan, vive tiempos de zozobra: nadie parece tener las manos limpias y el sistema, junto con los presidente­s, tambalea. aquí la Justicia avanza en círculos, pero tenemos dos ventajas: estamos vacunados contra el populismo (veremos si con la dosis suficiente) y hemos delegado, mediante el voto, la tarea de limpiar el sistema en una coalición de gobierno.

Hoy el dilema de la corrupción jaquea a las democracia­s de todo el globo. y en especial a las de nuestra región, que viene de una década de vacas gordas y populismos varios, y fue sacudida por la onda expansiva del escándalo odebrecht. Tras el paso del kirchneris­mo, la corrupción dejó a la argentina en una bancarrota material y moral. Paradójica­mente, estamos en buenas condicione­s para intentar un cambio. y el cambio no es otro que el fin de la impunidad. Sólo hace falta que la Justicia actúe. y que el Gobierno no se distraiga. Para eso está Carrió. Pero la búsqueda de la verdad y la justicia es mucho para una sola persona. Hace falta, detrás, toda una sociedad.

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