El desafío del terrorismo 3.0 desvela a Occidente
Los grupos con estructura piramidal dieron paso a células con nuevas tácticas y objetivos
PARÍS (De nuestra corresponsal).– El reciente atentado en Manchester confirmó la transformación del terrorismo jihadista, que según los expertos en los últimos años evolucionó de las férreas estructuras piramidales –como la que tenía Al-Qaeda– a una nueva era de impredecibles células y “lobos solitarios”, guiados por las consignas de grupos como Estado Islámico (EI). En ese proceso, que desvela a Occidente, hubo cambios en los objetivos y las técnicas, que se apoyan en las nuevas tecnologías y las redes sociales.
PARÍS.– Tan viejo como el mundo, el terrorismo –como la guerra– tiene la capacidad de cambiar de tácticas, de métodos y de técnicas para lograr sus objetivos. En ese proceso, el planeta parece haber entrado en los últimos 20 años en una era de “democratización del terrorismo de tercera generación”, caracterizada por la desprofesionalización de los grupos que lo practican.
“Vivimos una época en la cual las estructuras piramidales que daban las órdenes –y, en consecuencia, podían ser desmanteladas– fueron reemplazadas por un llamado mundial al asesinato autónomo, que se retroalimenta y se desarrolla como un virus”, afirma el experto francés en terrorismo Alexandre del Valle.
Y eso cambia todo. Es la primera vez en la historia reciente que Occidente hace frente a un terrorismo globalizado, que se apoya en la religión y en un supuesto choque apocalíptico de civilizaciones. Pero también en tecnologías modernas y redes sociales para convocar a todos los fanáticos, psicópatas y otros resentidos del mundo a cometer, de cualquier forma, asesinatos contra los “infieles” demonizados.
“Hay un doble fenómeno de autonomización y de globalización del terrorismo, caracterizado por su desprofesionalización y su expansión viral”, insiste Del Valle.
Cuando las fuerzas de seguridad británicas se esfuerzan en desmontar la red que participó en el brutal atentado de Manchester, esa definición parece más acertada que nunca. Grupos más o menos constituidos, “lobos solitarios”, guiados desde Raqqa (Siria) o Mosul (Irak) y predicadores radicales en ignotas salas de plegaria europeas ya no tienen nada que ver con las células perfectamente estructuradas de la red Al-Qaeda que derrumbaron las Torres Gemelas de Nueva York.
No obstante, miles de personas murieron desde entonces. Entre 2002 y 2016, más de 5000 ataques terroristas perpetrados por grupos u organizaciones afiliadas o asimiladas a Estado Islámico (EI) provocaron la muerte de 35.000 personas. Es decir, el 26% del conjunto de víctimas causadas por el terrorismo en el planeta. Cerca de 12.000 individuos fueron secuestrados o usados como rehenes, lo que representa el 24% del total en el mismo período, según una investigación del Consorcio Nacional para el Estudio del Terrorismo de la Universidad de Maryland.
Esas cifras permiten entender la evolución de las prácticas terroristas cometidas por EI. Así es posible constatar que los ataques, originalmente concentrados en Irak (95% de la totalidad de 2002 a 2013) y en Siria (5% a partir de 2011) evolucionaron hasta la propagación de crímenes esporádicos y globalizados a partir de 2015. Alianzas
“Los métodos de violencia usados por EI superan actualmente el número de sus propios miembros. Porque otros grupos o individuos que prestaron juramento de fidelidad a la organización dirigida por Abu Bakr al-Baghdadi pueden cometer atentados sin haber establecido contactos preliminares con ella”, precisa Alain Rodier, ex oficial superior de los servicios de inteligencia exterior de Francia. “EI inauguró la franquicia del terrorismo”, añade.
Esas diferentes alianzas de EI con otros grupos terroristas influyen igualmente en el número de atentados cometidos. Cuando Al-Baghdadi declaró en 2013 que incorporaba al Frente al-Nusra dentro de su organización, la cantidad de ataques imputados a EI en Siria aumentó vertiginosamente.
Esa constelación del terror se confirmó precisamente la semana pasada, cuando los investigadores británicos no sólo descubrieron que el hermano del kamikaze del atentado de Manchester pertenecía a Al-Qaeda. El padre de ambos, Ramadan, militaba en el Grupo Islámico Combatiente Libio (GICL).
En todo caso, quienes persisten en establecer un “perfil tipo” de los terroristas o un modelo operativo persiguen una quimera.
“Hasta 1995 así era. Los terroristas provenían en general de un medio políticamente militante, que usaba la violencia como modo de reivindicación, después de que otros métodos pacíficos habían fracasado. Era hacer política por otros medios”, explica Alain Bauer, uno de los mayores expertos franceses en contraterrorismo.
Durante esa época, Al-Qaeda generó un hiperterrorismo a partir de unidades de combate formadas por los occidentales para luchar contra los soviéticos en Afganistán, que se rebelaron contra su creador (Estados Unidos), después de la partida de la tropas rusas.
“Desde entonces, el terrorismo mutó numerosas veces y hoy propone una diversidad de perfiles y métodos que van desde el militante en misión al enfermo mental que utiliza los argumentos de moda para justificar sus actos. De la célula organizada al desequilibrado que compra un machete y ataca a un militar en plena calle”, agrega.
En otras palabras, el mundo asiste a una multiplicación de actores y acciones que rompen los moldes tradicionales. “Más jóvenes, más convertidos y menos ideológicos, los kamikazes de hoy son imposibles de encasillar y de prever”, concluye.
Esos nuevos terroristas no necesitan ninguna logística mayor, apenas un impulso para montar una operación. A veces obedecen directamente a una orden de EI, entonces se los llama “los leones del califato”.
Otras reconocen la organización y mantienen contactos con ella, pero dentro de una amplia autonomía. Considerados “soldados del califato”, actuarán en base a la propaganda en línea de EI, que decidirá después si reivindica la operación.
Todos los expertos saben que la inminente derrota de EI en Siria e Irak no cambiará demasiado las cosas. Porque, a juicio de Del Valle, “simples ideólogos carismáticos improvisados o grupos capaces de servirse de técnicas de comunicación modernas, de aprovechar la ola antioccidental, islamista radical mundial y el culto a la violencia, podrán multiplicar con éxito los llamados al asesinato, al apoyarse en textos religiosos”.