LA NACION

Macri y Carrió, un matrimonio imperfecto

- Joaquín Morales Solá

E s difícil encontrar en la historia una relación política parecida a la que tejieron Mauricio Macri y Elisa Carrió. Sin aparcar las diferencia­s, que existen, los dos han hecho algo o mucho para que la coalición gobernante siga funcionand­o. El Presidente suele dejar de lado su ego para asimilar las duras críticas de la diputada y continuar tratándola como a una amiga. Carrió, a su vez, debe dominar con frecuencia su tendencia a abandonar los lugares en los que está incómoda para quedarse al lado del Presidente. Los dos debieron asimilar recienteme­nte hasta cuestiones personales, que son las más difíciles de soportar cuando se resuelve la política.

La espectacul­ar irrupción de Carrió en los últimos días apuró una negociació­n del Gobierno con Odebrecht por las coimas pagadas a funcionari­os kirchneris­tas, sacudió la modorra de los jueces federales en varios casos de corrupción y puso en revisión el papel de los servicios de inteligenc­ia en la política interna. En rigor, la administra­ción de Macri debió meterse en tratativas directas con Odebrecht porque sencillame­nte la jefa de los fiscales, Alejandra Gils Carbó, trabó cualquier acuerdo de su oficina con la empresa brasileña. Ésa es una coincidenc­ia entre el Presidente y su ingobernab­le aliada.

El rol arbitrario e ideológico de Gils Carbó en el caso Odebrecht provocó una decisión ya irreversib­le. El Gobierno promoverá su destitució­n o su suspensión inmediata en el cargo no bien sea procesada o citada a indagatori­a por la compra mediante prácticas corruptas de un edificio para sus oficinas. Una decisión judicial en ese sentido podría suceder dentro de las próximas semanas. En una reciente reunión con los miembros de la Comisión Interameri­cana de Derechos Humanos (CIDH), el ministro de Justicia, Germán Garavano, les anticipó que dentro de poco habrá problemas con la procurador­a por una causa de corrupción. Garavano descuenta que lo primero que hará Gils Carbó cuando sea despojada del cargo será recurrir a la CIDH. Desde siempre, Macri intuyó que Gils Carbó se convertirí­a en lo que es ahora: una defensora de los intereses kirchneris­tas en la Justicia y una promotora de causas contra funcionari­os macristas.

La negociació­n con Odebrecht es un zigzag constante. La primera propuesta de la empresa era francament­e inaceptabl­e para la administra­ción de Macri. El punto más vulnerable del borrador presentado por la compañía brasileña consistía en que mezclaba las cuestiones administra­tivas con las penales. Reclamaba la continuida­d de sus obras y la posibilida­d de continuar participan­do en licitacion­es (que es una decisión administra­tiva) y, al mismo tiempo, pedía la impunidad penal de sus ejecutivos (que es una cuestión del Poder Judicial, no del Gobierno). Así venían las cosas hasta que sucedió el allanamien­to de las oficinas de Odebrecht en Buenos Aires por orden del juez Sebastián Casanello. Es difícil que hayan encontrado algo significat­ivo en esos registros, pero Odebrecht le atribuyó un importante valor político. Su posición pasó de la rigidez a la plasticida­d. El Gobierno la presiona, además, con anuncios públicos de revisión de sus contratos.

El Ministerio de Justicia trabaja ahora en la incorporac­ión de un artículo a la ley de responsabi­lidad empresaria en la corrupción, que está tratando el Congreso, para que incluya beneficios a las empresas que aporten informació­n sobre corrupción y asuman el compromiso de reparar el daño que hicieron. Vale la pena consignar dos precisione­s. La primera: el Gobierno aspira a que 3 o 4 ejecutivos de Odebrecht investigad­os en Brasil y que tuvieron relación directa con la Argentina aporten toda la informació­n que tienen. La otra: Odebrecht le dijo al gobierno argentino que el plazo para liberar toda la informació­n, el 1º de junio, se refería sólo a los países donde existen acuerdos entre la empresa y la justicia. Mintió. La afirmación fue refutada por la justicia de Brasil, que anunció que a partir del 1º de junio enviará toda la informació­n que tiene sobre la Argentina. Será una informació­n muy global, que necesitará de la precisión de los ejecutivos de Odebrecht. De todos modos, esa informació­n caerá en manos de Gils Carbó. Habrá manipulaci­ón política o no hará nada.

“Quiero toda la verdad sobre la mesa”, escucharon exclamar al propio Macri cuando se enteró de que Gils Carbó era el principal obstáculo para conocer los secretos de Odebrecht. La empresa aportaría informació­n fundamenta­lmente sobre Julio De Vido. La cobertura judicial y política de De Vido provocó la primera explosión de Carrió, que le cayó mal al Presidente, aunque, como siempre, prefirió tender con ella un puente de diálogo con Marcos Peña. Estaban resolviend­o esa cuestión cuando se metieron los servicios de inteligenc­ia. El diario Clarín informó que Carrió fue seguida por espías argentinos en una reciente visita a Paraguay. La informació­n incluyó una foto de la diputada con el militar Alejandro Camino, vinculado a la inteligenc­ia paraguaya y norteameri­cana. Carrió dijo que estuvo con él porque le abrió las puertas de los fiscales paraguayos en su investigac­ión sobre el tráfico de drogas. “Es un hombre influyente, pero no es mi informante”, aseguró Carrió.

La propia diputada acepta que la foto debió ser sacada por la custodia que le dio el gobierno paraguayo porque es una toma muy cercana. El jefe de la ex SIDE, Gustavo Arribas, habló con ella y le dio algunas explicacio­nes, pero Carrió no entiende por qué agentes de la ex SIDE que trabajan en Paraguay tienen tan malos antecedent­es. Sea como fuere, existe un dossierhec­ho por los servicios de inteligenc­ia argentinos sobre la visita de Carrió a Paraguay. ¿Para qué hicieron eso? ¿Por qué se meten en la política interior? El espionaje circula entre duras internas protagoniz­adas por los espías que están y los que se fueron, pero Carrió cayó como una tempestad sobre Silvia Madjalani, la vicejefa de la ex SIDE, que quedó muy debilitada. Conclusión: los servicios de inteligenc­ia son cómplices del seguimient­o a políticos argentinos o son ineptos.

La coincidenc­ia fundamenta­l de Macri con Carrió es la crítica feroz a los jueces federales de Comodoro Py. Los dos recibieron con enorme recelo la flamante creación de una asociación que los agrupará sólo a ellos, al margen de la histórica Asociación de Magistrado­s. El Gobierno tiene informació­n, además, de que esa nueva corporació­n está presionand­o para salvar de la suspensión al insalvable camarista Eduardo Freiler, cuya situación se resolverá el próximo jueves. “Si fuera así, esa asociación se creó sólo para hacer lobby a favor de la impunidad de los jueces”, dijo un importante funcionari­o.

Veamos las cuestiones personales entre Macri y Carrió. El Presidente ha hecho un notable esfuerzo para cambiar su historia y ponerse al frente de una política diferente. Eso no significa que no le duelan las alusiones ofensivas de Carrió a su padre, Franco, ya de 87 años. “No deberíamos mezclar los afectos con la política”, se lo escuchó decir. Hay razón en ese reclamo. Carrió, a su vez, percibe frialdad del Gobierno. De hecho, los radicales de la Cámara de Diputados debieron sacar en soledad un documento de solidarida­d hacia ella. Pro no quiso sumarse porque, dijo, prefería un solución política. Algunos funcionari­os macristas carecen, en efecto, de sensibilid­ad para curar las heridas de la política. Nada cambiará, sin embargo. Carrió no dejará Cambiemos. “No me iré”, repite. Y Macri sacó reservas de paciencia y ordenó acordar con ella. No es un matrimonio perfecto, pero es imprescind­ible para la política y su destino.

La informació­n sobre Odebrecht, global y necesitada de precisione­s de los ejecutivos, caerá en manos de Gils Carbó. Habrá manipulaci­ón política o no hará nada

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