El yerno del magnate, cada vez más complicado por el Rusiagate
Intentó abrir un canal secreto de comunicación con el Kremlin, según The Washington Post
WASHINGTON.– Jared Kushner, yerno del presidente Donald Trump y uno de los asesores más poderosos de su gobierno, quedó más comprometido en el escándalo del Rusiagate tras la revelación de que buscó abrir un canal secreto de comunicación con el gobierno de Vladimir Putin a fin del año anterior.
La propuesta se discutió en uno de los encuentros entre Kushner y el embajador ruso en Washington, Sergey Kislyak, en la Torre Trump durante la transición entre el gobierno de Barack Obama y el de Trump. La idea era tener un canal “secreto y seguro” para eludir cualquier intento de monitoreo antes del cambio de mando.
La noticia, revelada por The Washington Post, volvió a causar otra conmoción en el Rusiagate, el escándalo político que mantiene en vilo a Estados Unidos y alimenta la amenaza de un juicio político a Trump, y que terminó por opacar el final de la primera gira presidencial, que ya de por sí ya había desatado varios momentos incómodos y críticas en Washington y en Europa.
Trump, que consideró su gira un éxito, optó por eludir a la prensa al cierre de la cumbre del G-7 en Taor- mina, el final de su viaje, y no brindó conferencia de prensa. Envió a su asesor de seguridad nacional, H. R. McMaster, y a su principal asesor económico, Gary Cohn, a enfrentar a los periodistas.
“Tenemos comunicaciones secretas con varios países”, relativizó McMaster cuando le preguntaron, ayer, por la revelación del The Washington Post, que ninguno negó. “Hablando en general sobre comunicaciones secretas, lo que permiten es comunicarse de una manera discreta, así que no estoy preocupado”, agregó. Cohn, un aliado de Kushner en la Casa Blanca, se negó a responder: “No vamos a comentar sobre Jared”, dijo.
Esos canales paralelos, aunque habituales en el gobierno estadounidense, no son moneda corriente en las transiciones políticas. Además, Kushner en ese entonces era un ciudadano común y, por ende, no podía ejercer diplomacia en nombre del país. La propuesta nunca se discutió con el gobierno de Obama, algo que, además, sugiere un mayor nivel de confianza hacia el Kremlin que hacia el propio gobierno.
El supuesto objetivo de la propuesta que barajaron Kushner y Kislyak era discutir la situación en Siria y otros temas de seguridad. Pero la revelación no hizo más que cimentar las sospechas y las intrigas sobre el vínculo entre el equipo de Trump y el Kremlin, acusado por las agencias de seguridad y de inteligencia de Estados Unidos de interferir en la campaña presidencial para favorecer al empresario y perjudicar a su rival, Hillary Clinton.
Kushner estuvo acompañado en sus encuentros con Kislyak por Michael Flynn, el primer asesor de seguridad nacional de Trump, que debió renunciar cuando se supo que había mentido y se había negado a responder a un pedido de información del Comité de Inteligencia del Senado para una de las investigaciones sobre el Rusiagate. Meses atrás, Kushner se ofreció a responder preguntas de los legisladores.
La Casa Blanca también mantuvo en secreto reuniones con líderes de los Emiratos Árabes Unidos, según The Washington Post: el gobierno de Obama se enteró de una visita del príncipe heredero de Abu Dhabi a Nueva York para ver a Kushner, Flynn y al estratega presidencial Stephen Bannon, otro importante asesor de Trump, porque agentes fronterizos estadounidenses en los Emiratos Árabes Unidos vieron su nombre en el manifiesto de vuelo.
Kushner y Kislyak habrían mantenido por lo menos tres conversaciones adicionales a las informadas, según un informe de Reuters. El abogado de Kushner, Jamie Gorelick, dijo que el marido de Ivanka Trump participó en “miles de llamadas” entre abril y noviembre del año anterior y no recordaba esas conversaciones en concreto.
Trump regresó anoche a Washington, donde su equipo intentaba dilucidar cómo responder a toda la crisis, y donde todo indicaba que le esperan días aciagos.