LA NACION

El yerno del magnate, cada vez más complicado por el Rusiagate

Intentó abrir un canal secreto de comunicaci­ón con el Kremlin, según The Washington Post

- Rafael Mathus Ruiz

WASHINGTON.– Jared Kushner, yerno del presidente Donald Trump y uno de los asesores más poderosos de su gobierno, quedó más comprometi­do en el escándalo del Rusiagate tras la revelación de que buscó abrir un canal secreto de comunicaci­ón con el gobierno de Vladimir Putin a fin del año anterior.

La propuesta se discutió en uno de los encuentros entre Kushner y el embajador ruso en Washington, Sergey Kislyak, en la Torre Trump durante la transición entre el gobierno de Barack Obama y el de Trump. La idea era tener un canal “secreto y seguro” para eludir cualquier intento de monitoreo antes del cambio de mando.

La noticia, revelada por The Washington Post, volvió a causar otra conmoción en el Rusiagate, el escándalo político que mantiene en vilo a Estados Unidos y alimenta la amenaza de un juicio político a Trump, y que terminó por opacar el final de la primera gira presidenci­al, que ya de por sí ya había desatado varios momentos incómodos y críticas en Washington y en Europa.

Trump, que consideró su gira un éxito, optó por eludir a la prensa al cierre de la cumbre del G-7 en Taor- mina, el final de su viaje, y no brindó conferenci­a de prensa. Envió a su asesor de seguridad nacional, H. R. McMaster, y a su principal asesor económico, Gary Cohn, a enfrentar a los periodista­s.

“Tenemos comunicaci­ones secretas con varios países”, relativizó McMaster cuando le preguntaro­n, ayer, por la revelación del The Washington Post, que ninguno negó. “Hablando en general sobre comunicaci­ones secretas, lo que permiten es comunicars­e de una manera discreta, así que no estoy preocupado”, agregó. Cohn, un aliado de Kushner en la Casa Blanca, se negó a responder: “No vamos a comentar sobre Jared”, dijo.

Esos canales paralelos, aunque habituales en el gobierno estadounid­ense, no son moneda corriente en las transicion­es políticas. Además, Kushner en ese entonces era un ciudadano común y, por ende, no podía ejercer diplomacia en nombre del país. La propuesta nunca se discutió con el gobierno de Obama, algo que, además, sugiere un mayor nivel de confianza hacia el Kremlin que hacia el propio gobierno.

El supuesto objetivo de la propuesta que barajaron Kushner y Kislyak era discutir la situación en Siria y otros temas de seguridad. Pero la revelación no hizo más que cimentar las sospechas y las intrigas sobre el vínculo entre el equipo de Trump y el Kremlin, acusado por las agencias de seguridad y de inteligenc­ia de Estados Unidos de interferir en la campaña presidenci­al para favorecer al empresario y perjudicar a su rival, Hillary Clinton.

Kushner estuvo acompañado en sus encuentros con Kislyak por Michael Flynn, el primer asesor de seguridad nacional de Trump, que debió renunciar cuando se supo que había mentido y se había negado a responder a un pedido de informació­n del Comité de Inteligenc­ia del Senado para una de las investigac­iones sobre el Rusiagate. Meses atrás, Kushner se ofreció a responder preguntas de los legislador­es.

La Casa Blanca también mantuvo en secreto reuniones con líderes de los Emiratos Árabes Unidos, según The Washington Post: el gobierno de Obama se enteró de una visita del príncipe heredero de Abu Dhabi a Nueva York para ver a Kushner, Flynn y al estratega presidenci­al Stephen Bannon, otro importante asesor de Trump, porque agentes fronterizo­s estadounid­enses en los Emiratos Árabes Unidos vieron su nombre en el manifiesto de vuelo.

Kushner y Kislyak habrían mantenido por lo menos tres conversaci­ones adicionale­s a las informadas, según un informe de Reuters. El abogado de Kushner, Jamie Gorelick, dijo que el marido de Ivanka Trump participó en “miles de llamadas” entre abril y noviembre del año anterior y no recordaba esas conversaci­ones en concreto.

Trump regresó anoche a Washington, donde su equipo intentaba dilucidar cómo responder a toda la crisis, y donde todo indicaba que le esperan días aciagos.

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