Avanza el efecto invernadero
Costa Rica La negación del conocimiento científico acumulado sobre el calentamiento global es un riesgo de dimensiones extraordinarias, pero los países que producen la ciencia también se cuentan entre los menos propensos a creer en ella. La paradoja es sorprendente y peligrosa. Estados Unidos, el país con mayor cantidad de emisiones de gases de efecto invernadero por habitante es, al mismo tiempo, un prodigioso generador de conocimiento y un reducto de la ignorancia.
Estudios del Pew Research Center también demuestran un grado relativamente bajo de preocupación en Australia, Canadá y Rusia, en contraste con la opinión pública de países subdesarrollados cuya contribución a las emisiones es baja. La paradoja es difícil de explicar.
El bienestar de las naciones desarrolladas es, en buena medida, producto de las revoluciones productivas generadas por los combustibles fósiles. Por otra parte, los efectos del cambio climático y el calentamiento se hacen sentir con más fuerza donde los sistemas de mitigación de los desastres naturales son menos eficaces. Sea cual sea la explicación, la negación de la ciencia es cada vez más difícil. Por lo general, consiste en minimizar el papel de los humanos en la intensificación del efecto invernadero y atribuirlo a causas naturales. Pero el nivel del dióxido de carbono en la atmósfera se mide desde 1958 y hay cálculos para estimar valores de hace siglos.
El cambio climático se hace sentir en todo el planeta con sequías, inundaciones y otros fenómenos cuyos efectos se magnifican en el tercer mundo, donde conspiran con la pobreza y la incapacidad de respuesta estatal. Quizá por eso el 77% de los latinoamericanos considera que ya hay perjudicados, en contraste con tan solo el 41% de los estadounidenses. Todavía hay tareas pendientes para constituirnos en un verdadero ejemplo mundial.