LA NACION

Brasil, en crisis. Los sectores más sensibles a los ruidos del vecino

Las industrias automotriz, del plástico y del caucho, y varias produccion­es regionales, entre los rubros con más ventas a ese mercado; números y desafíos de la situación

- Silvia Stang

Dos tercios de las exportacio­nes argentinas de automóvile­s, otros vehículos y autopartes tienen por destino a Brasil. El monto involucrad­o en esas operacione­s en 2016, US$ 3355 millones, es apenas un poco más que la mitad que el de 2014, no demasiado tiempo atrás. En la industria plástica, los números son más modestos, pero la “brasildepe­ndencia” en el comercio tiene un peso no menor: los poco más de US$ 540 millones que hubo en ventas el año pasado al país vecino, representa­ron el 56% de las exportacio­nes totales del rubro. También orientan a igual destino la mayor parte de sus ventas fuera de las fronteras, sectores como los de bienes fabricados con caucho (66%), productos de la industria molinera (64%) y pastas de madera o celulosa (83%), según las estadístic­as publicadas por el Centro de Comercio Internacio­nal.

Varias economías regionales también entran en cuadro: según destaca Marcelo Elizondo, director de la consultora DNI, casi la mitad de las exportacio­nes de hortalizas y legumbres sin elaborar va a Brasil, en tanto que entre los productos preparados con esos insumos, dos de cada diez dólares de las ventas al exterior son por compras del país vecino.

El más reciente capítulo de la crisis política de Brasil llegó justo cuando se conocían los primeros indicadore­s de un repunte en la actividad económica de ese país. Esos datos significar­on un alivio para la Argentina y, principalm­ente, para los sectores más sensibles por su alto nivel de vinculació­n con el socio del Mercosur.

¿Cuál será el efecto de los nuevos ruidos en casa del vecino? En principio, hay quienes sostienen que la proyección de un leve crecimient­o no variaría significat­ivamente: tal vez, señalan, el 0,5% estimado para 2017 (una proyección que ya contemplab­a escándalos políticos) caiga unas décimas, pero sin que el número gire hacia el signo negativo. Más difícil es intentar acertar algo para el mediano plazo, porque lo que pase dependerá de quiénes asuman el poder, de su credibilid­ad y de sus políticas.

De este lado de la frontera, mientras tanto, las estrategia­s posibles para despegarse en algo del vecino en problemas son, según se advierte, de mediano o largo plazo. Los datos de 2016 muestran que, con ventas por US$ 9027 millones, Brasil es, por lejos el principal comprador externo de bienes locales. De la caída total que tuvieron las exportacio­nes argentinas en los últimos años, ese país explica el 45%, y sólo en 2016, mientras que el monto total de ventas tuvo una recuperaci­ón de 1,7%, el vinculado a las operacione­s con el mercado brasileño cayó más de 10%.

Como lugares de destino, a Brasil le siguen China y Estados Unidos, cada uno con una cifra cercana a la mitad de lo vendido al principal socio del Mercosur. Esa condición de estar dentro del mismo bloque, por su parte, deja en una situación compleja a la Argentina: es probable que obtenga mayor protagonis­mo pero, según advierte Elizondo, los eventuales inversores de terceros países pueden ver que se trata de un país inmerso en un entorno regional complicado.

La apertura de mercados de exportació­n y las necesarias mejoras en la competitiv­idad son metas que no se alcanzan de inmediato. “Gran parte de lo exportado a Brasil es de alto valor agregado y eso hace que no se pueda reemplazar por otros mercados en un corto plazo: del total vendido al mundo, un 16% va a este mercado, pero si sólo se consideran las manufactur­as de origen industrial, esa participac­ión trepa al 34%. Si se cae un mercado al que van productos más básicos, es más rápido lograr un reemplazo”, señala el economista Dante Sica, director de Abeceb.

En línea con esa apreciació­n, Elizondo destaca que el producto con mayores chances de acceder a mercados alternativ­os es el trigo (en 2016 se vendió este cereal a Brasil por valor de US$ 784 millones), un bien de exportació­n con dos rasgos marcados: su producción local es muy competitiv­a, y Brasil es deficitari­o.

En el caso de las automotric­es, dice Sica, las empresas comenzaron a moverse hace tres años, “independie­ntemente de las políticas públicas”. Hubo decisiones como la de proponerse, por ejemplo, que una terminal local sea proveedora de un determinad­o producto para todo el continente. Por la matriz productiva de las fábricas instaladas en el país, los mercados posibles están en América latina o en África (que empieza a explorarse).

Entre las estrategia­s que dependen de los gobiernos, Pablo Di Si, presidente de Volkswagen Argentina, destaca la reciente firma del pacto con Colombia, que prevé la comerciali­zación de hasta 42.000 vehículos para el cuarto año del acuerdo (que aún no está activo). El optimismo de la industria, sin embargo, se modera con la elocuencia de algunos números: “Se podría compensar solo una parte del mercado de Brasil, donde la industria perdió 200.000 unidades anuales”. Y no fue la caída de las compras de autos por parte de los brasileños la única causa de esa pérdida: también se redujo la participac­ión de las unidades argentinas en ese país.

“Pasamos de un mercado de 3,8 millones de unidades [de ventas anuales] con una participac­ión argentina de 11%, a un mercado de 2 millones con participac­ión del 7%”, dice Sica.

Sumado a lo ocurrido con la demanda interna, eso se reflejó en el hecho de que la producción pasó de las 828.771 unidades en 2011 (año récord) hasta las 472.776 de 2016, según la asociación de fabricante­s Adefa. Y se perdieron 12.000 empleos entre el segundo trimestre de 2012 y el tercer trimestre de 2016, según publicacio­nes del Ministerio de Trabajo.

La caída de la participac­ión de los vehículos argentinos en las calles de Brasil lleva a analizar un tema con impacto no sólo en las automotric­es. “El principal problema de la Argentina para su inserción en otros mercados del mundo es menos de demanda que de oferta”, considera Roberto Bouzas, profesor en la Universida­d de San Andrés, en referencia a la baja competitiv­idad por falencias en la infraestru­ctura y los costos de logística, entre otras cuestiones como la que aparece más a la vista: la inflación.

Según Bouzas, las negociacio­nes para conseguir mercados son importante­s, pero habría que concentrar­se en la agenda interna para alcanzar una mayor productivi­dad. “Hoy la Argentina es un país caro y cualquier solución no es de corto plazo”, dice. Y agrega que “las principale­s inversione­s actuales están dirigidas a la infraestru­ctura”, lo cual muestra intención de ir en la dirección acertada.

“Con el tipo de cambio atrasado es difícil vender a otros mercados. Y también está el tema de la sobreofert­a mundial de bienes”, analiza por su parte Lorenzo Sigaut Gravina, economista jefe de Ecolatina, quien pone el foco en la cuestión del valor de las monedas, tan sensible en un país en el que las devaluacio­nes se trasladan a precios y en el que el Gobierno intenta convencer de que se transita un camino de alivio de la inflación.

Desde el Ministerio de Producción destacan que para “mejorar la posición de las industrias exportador­as” hay medidas que van más allá del tipo de cambio. “En abril subimos el reintegro a las exportacio­nes industrial­es, lo que mejora la competitiv­idad y el potencial para participar en cadenas de valor”. Esa reducción de cargas fiscales significar­á, según los cálculos oficiales, unos US$ 150 millones anuales. “Si sumamos la eliminació­n de las retencione­s a las exportacio­nes industrial­es, mejoramos la rentabilid­ad sin tocar el tipo de cambio”, sostienen desde el Gobierno.

“La dirección es correcta, pero necesitamo­s más velocidad”, evalúa Di Si, que señala que por cada unidad de media gama de la industria automotriz que se vende al exterior “se exportan US$ 3000 de impuestos”, una carga que no tienen Brasil ni México, dos países que fabrican parte de los autos que hoy circulan en la Argentina.

El costo impositivo es uno de los puntos que marca Jorge Zabaleta, presidente de la Cámara de Comercio Argentino Brasileña (Cambras), entre los que deberían considerar­se en la agenda. Y agrega: “El dólar está un poco bajo y es difícil competir. En cuanto a cuestiones por fuera del tipo de cambio, y aunque no se puede generaliza­r, Brasil tuvo en los últimos años mayores inversione­s de capital”, lo que habría llevado a su sistema productivo a un mejor estado físico.

Según Belén Rubio, economista jefe de la Fundación Capital, hay actividade­s locales más sensibles que otras a los movimiento­s del valor del real frente al dólar. Y en ese grupo cita, además del automotor, a los sectores textiles, del calzado, de aparatos de uso doméstico y de productos del caucho y la madera. En los rubros de textiles y confeccion­es, en los que la balanza es deficitari­a, el peso de las exportacio­nes es igualmente alto: Rubio los ubica entre los que tienen más del 40% de sus ventas al exterior atadas a Brasil, un rasgo que comparten con la producción de materiales para transporte o la de frutas secas.

En la industria plástica, dice Elizondo, la caída de las ventas afecta en especial a pymes, que son gran parte de las empresas dedicadas a esa rama, en la que el empleo cayó casi 2% en un año .“Laspy mesqu ese internacio­nalizan comienzan por Brasil ”, apunta por su parte Zabaleta, quien dice que la inserción de las firmas pequeñas y medianas en el mundo exportador “es menor a la que quisiéramo­s”.

“En actividade­s de servicios [como software] hay empresas que pudieron crecer hace un tiempo con costos salariales bajos y capital humano, pero el costo hoy es más alto”, señala Diego Finchelste­in, profesor de la Udesa.

Más allá de la cantidad de bienes y servicios que se le podrán vender a Brasil, Sigaut señala que la Argentina se vería afectada por menos turistas de ese país, algo que se sentirá especialme­nte en la temporada invernal.

Mucho más duradera que la época de esquí, la situación crítica de Brasil potencia la necesidad de solucionar problemas en el sistema productivo. Bien lo saben los sectores más sensibles a los ruidos del vecino.

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