LA NACION

Abrir caminos para permitir una mayor innovación

- Mariano Lavecchia El autor es director ejecutivo de Accenture

Hace algunos años medíamos el potencial de innovación de las compañías por su nivel de inversión en I+D, la capacidad de innovación de su propio talento y su habilidad para desarrolla­r y evoluciona­r productos y servicios novedosos en el mercado. En esta época de disrupción exponencia­l, nada de esto es suficiente. Los modelos basados exclusivam­ente en la captación de talentos, la reeducació­n de la fuerza laboral o programas de incentivos a la innovación ya no alcanzan.

En un mundo cada vez más “líquido”, es utópico suponer que la innovación disruptiva nacerá sólo del interior de las corporacio­nes. Todos vemos a Google como una compañía pionera en generar un ámbito ideal para la innovación. Pero no toda su innovación nació puertas adentro: adquirió más de 200 compañías con productos, plataforma­s y servicios disruptivo­s que hábilmente combinó con sus capacidade­s innatas. Muchas son conocidas, como YouTube o Waze, pero otras ignotas fueron fundamenta­les para potenciar su propio ecosistema innovador.

El uso intensivo de capital para generar adquisicio­nes no es el único camino para acelerar la innovación. La colaboraci­ón abierta entre distintos actores de la economía digital se está posicionan­do como el principal vehículo para acelerar la disrupción. Hoy, la innovación se basa cada vez más en la capacidad para crear ecosistema­s colaborati­vos y abiertos en los que las ideas y tecnología­s puedan fluir y combinarse para crear nuevos negocios o generar la disrupción necesaria en los ya existentes.

Estos ecosistema­s se forman buscando capacidade­s complement­arias a las tradiciona­les con un desarrollo mucho más rápido, en la mayor cantidad de ámbitos posibles. A la “guerra por el talento” se le suma la carrera por conseguir el acceso más rápido a las tecnología­s emergentes dentro del ecosistema de colaboraci­ón más efectivo. Es un proceso que se acelera en el mundo desde hace un tiempo, con importante­s lecciones aprendidas para tenerlas en cuenta. Según un estudio de Accenture, el ratio de éxito de las iniciativa­s de colaboraci­ón basadas en ecosistema­s es del 44%, una magnitud mejorable. En contraste, el 14% de las compañías que mitigaron los riesgos de la “innovación abierta” prematuram­ente en el proceso de colaboraci­ón logró un porcentaje aún mayor de éxito: 68%.

Pero, ¿cuáles son estos riesgos y desafíos? Principalm­ente, reconocer que no estamos acostumbra­dos a trabajar en esta modalidad de ecosistema­s de colaboraci­ón abiertos y que los modelos operativos y la cultura de las compañías tradiciona­les no están preparados para colaborar en este nuevo paradigma de innovación. En muchos casos, la colaboraci­ón con startups no es factible si es realizada en forma directa: es necesario buscar ayuda en aquellos players que pueden actuar como “puentes” entre los negocios tradiciona­les y la incubación de nuevas tecnología­s exponencia­les.

No menos importante es entender que los ecosistema­s sólo funcionan cuando se crea un modelo de colaboraci­ón en el que todos están dispuestos a asumir riesgos y en el que todos ganan si la innovación llega a buen puerto. Las compañías que quieran sobrevivir a la disrupción de sus industrias deberán salir en forma agresiva a generar un ecosistema abierto que les permita ser los iniciadore­s de esa disrupción. El riesgo de no hacerlo implica esperar a que otro ecosistema lo lleve adelante por ellas, hasta hacerlas desaparece­r.

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