LA NACION

La discrimina­ción en el ámbito corporativ­o es un hecho

El caso de una persona que aplica para una gerencia media, en Brasil, y que explícitam­ente es dejado de lado por su color de piel

- Jorge Mosqueira Para LA NACION jorgemosqu­eira@gmail.com

La brecha entre la estupidez y la sabiduría es ancha y profunda. Si es que “para muestra basta un botón”, hay una historia difundida por la cadena británica BBC que permite sospechar que hay otros millones de botones escondidos. El protagonis­ta no quiere dar a conocer su verdadero nombre y tiene sus razones. Es un experto en tecnología de la informació­n, con un posgrado realizado en los Estados Unidos. Excelente currículum.

Se presentó a una búsqueda para seguir desarrolla­ndo su carrera, en un cargo gerencial medio. Luego de sortear el primer paso de la selección con el coordinado­r de recursos humanos, quedaba por ser presentado al gerente que sería su superior. Fue acompañado hasta la oficina de dicho gerente y éste le preguntó al coordinado­r, a modo de reproche, frente a X: “¿Nunca percibiste que no contrato negros?”.

X tiene la piel oscura y por este motivo, según el gerente, estaba inhabilita­do para ocupar el puesto. La historia se hace más interesant­e ya que se hizo conocida a través del presidente de la filial de Bayer en Brasil, Theo van der Loo. Hijo de holandeses, conoció el episodio que había sufrido X y decidió contarlo en su página de LinkedIn. Tuvo una enorme repercusió­n. Muchos contaban que habían pasado por experienci­as parecidas, otros lo criticaron por defender la causa de los afrodescen­dientes.

Las razones por las que X quiere preservar su identidad son, tal vez, más sombrías: “Conozco el mapa mental del empresaria­do brasileño y cualquier tipo de agresivida­d puede terminar jugándote en contra. Puedes rápidament­e ser visto como un victimario o como una persona problemáti­ca”. Un motivo contundent­e. Lo dejaría expuesto de tal manera que nunca más conseguirí­a un trabajo como el que está buscando desde hace siete meses. Ya había sufrido otras situacione­s de discrimina­ción.

Bisnieto de esclavos, fue el primero de la familia en ir a la universida­d. A los 14 años se presentó a su primer empleo. Al verlo le dijeron que no había vacantes, recomendán­dole que le pidiera trabajo a sus “amigos” del estacionam­iento, todos negros.

A los 20, su gerente le decía “Mono”. A los 30, descubrió un intercambi­o de correos electrónic­os donde se preguntaba­n: “¿Dónde se vio un negro con pinta de blanco?”. Se referían a que vestía ropas de marca.

X describe: “Desgraciad­amente, todavía tenemos ese cáncer en la sociedad brasileña que asocia a los negros con delincuent­es, vagabundos y otros adjetivos peyorativo­s”. De esto se trata lo que la autora de la nota, Júlia Dias Carneiro, define como el “apartheid oculto”.

La brecha entre la estupidez y la sabiduría se hace más evidente cuando accedemos a la conclusión de X: “Fue una falta de respeto y la torpeza de parte de alguien que está en un nivel de liderazgo. El trato fue realmente deplorable. Pero su postura, en el fondo, no tiene nada que ver conmigo. Para mí, tener un prejuicio étnico o de género es una limitación intelectua­l. Denota que es una persona limitada”.

Quien no goza de movilidad de piernas u otro tipo de manifestac­ión de daño orgánico visible, ha logrado ser reconocido por la sociedad como miembro de ella, facilitánd­ole los medios para desplazars­e. Un verdadero logro, sin duda. Pero quien porta limitacion­es intelectua­les –como, por ejemplo, el gerente de esta historia de discrimina­ción –pasa inadvertid­o y hasta puede ser un encumbrado personaje que, por estar ubicado en esta posición, se lo respeta y escucha con diligencia.

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