LA NACION

Sin final Boca se desinfla en el cierre de los partidos y el del torneo, preocupado por su juego y por el envión de River

El equipo xeneize ganaba sin merecerlo, pero un penal que no fue volvió a dejarlo confundido; el líder no para de perder sustento y suma preocupaci­ones

- Rodolfo Chisleansc­hi Para La NACION

No hay peor rival para un equipo de fútbol que la confusión. Se puede jugar mejor o peor, las individual­idades pueden brillar o decepciona­r, pero nada resulta más indispensa­ble que tener un norte, que no perder la brújula. Y esto va más allá de los resultados que se logren obtener. Tiene que ver con el juego, con lo que se ofrece cada semana y queda impregnado en la memoria colectiva una vez que pasa el tiempo y sedimentan las pasiones.

Boca, que terminó igualando 1-1 con Huracán por un penal muy discutible en la última jugada del partido, pudo anoche ganar a par- tir del error de un adversario y del oportunism­o y la capacidad de definición de Darío Benedetto, pero nada hubiera cambiado los conceptos. Porque los árboles no deberían tapar los bosques y evitar que se vea que lo importante pasa por otro lado. La realidad, la que se aprecia fecha tras fecha, es que el puntero del campeonato aparece cada día más confundido, un equipo que afronta el sprint final del certamen sin que se aprecien signos claros de lo que pretende plasmar en la cancha.

“Hay que juzgar lo hecho en 25 partidos, no se puede hablar de partidos sueltos”, dijo Guillermo Barros Schelotto en la previa del choque contra Huracán. El juicio no deja bien parado a los Mellizos, porque nunca llegó a saberse con certeza cuál era la intención de su Boca, ni en la “era Tevez” ni en la posterior. Si apostaban por un conjunto de vía directa para la velocidad de los más rápidos o por otro que progrese elaborando las acciones y al ritmo de los más sabios. Si el juego lo debe conducir alguien con la caracterís­tica de Gago o Bentancur, o en el eje debe mandar un jugador del estilo Barrios o Cubas. Si los laterales deben ser ofensivos o defensivos. Y así casi en cada línea del equipo.

Es cierto que la indefinici­ón no le impidió a Boca sostener el primer puesto durante largos meses, mientras las circunstan­cias empujaron a favor, pero cuando las cosas se plantean de este modo los problemas

surgen en cuanto el viento empieza a soplar de frente. Es el momento en que se hace imprescind­ible saber hacia dónde ir y cómo hacerlo, en que se necesitan las seguridade­s de las que hoy Boca carece.

La derrota en el superclási­co no hizo más que agudizar las dudas y ni siquiera la victoria contra Newell’s de siete días atrás alcanzó para reencauzar el camino. Casi lo contrario. Porque abrió un debate imprevisto en la mitad de la cancha, y su resolución terminó de desfigurar la fisonomía del equipo.

Barrios o Gago como número 5 era la discusión y Guillermo dijo “ni”. Armó un galimatías incomprens­ible, en el que ambos se situaron en la misma línea cuando la pelota era del rival, y uno giraba en torno al otro al recuperarl­a, para ejercer alternativ­amente como primera puntada en la salida. El resultado lastró durante los 90 minutos el juego xeneize. Porque ambos se encimaron (incluso llegaron a chocarse en algún momento), mientras Pablo Pérez buscaba desesperad­amente un lugar donde ubicarse, Jara deambulaba por los costados y Pavón y Benedetto quedaban desasistid­os.

Demasiados pelotazos

Tejer una jugada más o menos trenzada con semejante panorama era lo más parecido a una quimera. El “armado” dejó amplios espacios vacíos, nunca hubo fluidez en los avances y Tobio o Gago se vieron obligados a buscar los pases largos como únicas vías de ataque. Demasiado pobre para el favorito al título, demasiado simple para contrarres­tar. La conclusión fue que Marcos Díaz vivió una de sus noches más relajadas de los últimos tiempos.

Tuvo fortuna Boca en tener enfrente a un adversario con pegada de algodón. Huracán se encontró con un partido mucho más sencillo de lo imaginado. Le bastaron la fuerza y ubicación de Fritzler y el despliegue de Pussetto y Romero Gamarra por afuera para dominar el medio campo y adueñarse de la pelota durante muchos minutos sin pasar mayores agobios.

Le faltó punch al Globo, tal como le viene ocurriendo desde hace tiempo, y para evitar la derrota necesitó de una avivada de Montenegro, cierta ingenuidad de Rossi y una decisión apurada del árbitro cuando el partido se moría.

No merecía perder Huracán, tanto como no merecía ganar Boca. Porque entre el control ineficaz de uno y la desubicaci­ón generaliza­da del otro fabricaron un partido demasiado chato como para que alguno se llevara un botín de tres puntos. Claro que mientras que al local el empate lo dejó con una sonrisa, al puntero le agrandó una confusión que crece con cada partido.

 ?? Tèlam ?? El zurdazo de Romero Gamarra se transforma­rá en la igualdad de Huracán; Rossi no lo pudo evitar y Boca tomó el resultado como una derrota
Tèlam El zurdazo de Romero Gamarra se transforma­rá en la igualdad de Huracán; Rossi no lo pudo evitar y Boca tomó el resultado como una derrota
 ?? Daniel Jayo ?? Huracán empató con un penal en la última jugada y Boca padece otra decepción; el puntero ganó apenas dos de sus últimos siete partidos
Daniel Jayo Huracán empató con un penal en la última jugada y Boca padece otra decepción; el puntero ganó apenas dos de sus últimos siete partidos

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