Gabriel Chamé Buendía volvió a la Argentina para hacer dos obras en El Picadero y resignificar a Shakespeare
Gabriel Chamé Buendía volvió a Buenos Aires para presentar dos espectáculos como payaso y uno como director
Si se le pregunta a dónde vive, gabriel Chamé Buendía responde que en el avión. no es un tema de fácil decisión porque tiene, por lo menos, tres ciudades de referencia: Buenos aires, la de los afectos de origen; madrid, donde está su escuela, y París, en la que actúa regularmente y donde el año pasado hizo Triiio, con otros dos payasos, el alemán Heinzi Lorenzen y el francés alain Reynaud. Sin embargo, si lo apuran un poquito dice que la argentina es el lugar para quedarse. Hasta se compró un campito para empezar, un día de estos, a poner los pies en la tierra. La intención existe y por unos meses está de vuelta al teatro porteño con dos espectáculos: Llegué para
irme y Last call, último llamado, en el Picadero, los domingos hasta fines de julio.
“¿Juntas? nooo... me muero. estoy grandecito y es un teatro muy físico. Son dos ciclos, uno después de otro. Quise hacer las dos obras seguidas porque están relacionadas y, por fin, se dio”, dice el protagonista, autor y director de estos dos “solos”, como le gusta llamarlos. “es muy raro hacer unipersonales. en 40 años de carrera hice muchos solos pero nunca que duraran tanto. Cuando terminé con el Cirque du Soleil me pregunté qué tenía ganas de hacer. Quería hacer algo solo. y lo hice, hace más de diez años. Después me pregunté qué habrá pasado con Piola, el tipo de la historia, cuando se va por la puerta de su casa. Tenía que irse a un aeropuerto, por supuesto, otro lugar muy mío, donde estoy, en promedio, cada quince días”, dice el ex integrante del celebrado Quidam, espectáculo de la compañía de circo quebequense.
nada tiene que ver su doble apellido con una estrategia para captar la atención del público. en todo caso, se trata del broche de oro a la conciliación familiar. Por parte paterna (los Chamé), viene de una familia siria judía; por línea materna (los Buendía), de mallorquines cristianos, muchos de ellos militares masones que siguieron las campañas de San martín y Bolívar, según sus suposiciones. La unión de ambas partes fue conflictiva hasta que el nacimiento del primogénito gabriel permitió suavizar diferencias: “admiro y quiero a mis dos familias. me acuerdo cuando iba con mis cartelitos de mimo a los negocios de telas del once y me miraban con cara de quién sos vos. me casé y me separé muchas veces, no tengo hijos, pero sí sobrinos que adoro y tengo tantos alumnos o ex alumnos que es un delirio, ellos también son mi familia”. Para Chamé Buendía, Llegué para irme y Last call –uno en una casa y el otro en un aeropuerto– hablan de lo mismo: el estrés y la soledad contemporáneos. “Subrayá lo de contemporáneos –dice– porque creo que es muy importante, esa especie de pánico a parar. Pareciera que detenerse es morir, lo cual es falso porque hay mucha vida en una pausa. Pero parece que siempre hay que seguir consumiendo, gastando vida, eternamente insatisfechos. Son dramas humanos pero contados con el lenguaje del clown”, dice el payaso, buscador del placer en la tragedia. “Como Chaplin, Buster Keaton, el gordo y el Flaco, los hermanos marx, a ellos les va mal, les pasan cosas terribles pero resulta placentero verlos transitar y salir de esa situación, es trágico y cómico a la vez, un lenguaje donde se funden las dos máscaras del teatro. Por eso me interesa el payaso, porque es un arquetipo del ser humano. Sin ser realista, representa al inconsciente colectivo y por eso nos hace reír, porque conectamos con lo que le pasa. además, por favor... payaso y clown es lo mismo, no hay ninguna ideología detrás, déjense de pavadas”.
en las dos obras, Piola usa la emblemática nariz porque al actor le resultó divertido el contraste de un payaso suelto en el mundo de la tecnología y las innovaciones, pero de ninguna manera por una cuestión de principios. “Quiero a la nariz, pero no hago una mística tonta de eso. Se han puesto demasiadas cosas en ese símbolo pero no es para tanto y el sentido que tenía en los años 80 ya se perdió”, dice uno de los fundadores del mítico Clú del Claun.
Vueltas y giras y temporadas, lejos está Chamé Buendía de arrepentirse por haberse ido. al contrario, valora su formación multicultural, aprender de los otros, enriquecerse con las diferencias. menos se arrepiente de volver: “aunque a veces veo que el panorama teatral se quedó un poco estandarizado en los 90 y se asfixia en sí mismo, hay algo único en esta ciudad que es la locura por lo creativo. La gente va a los teatros y hace teatro, va al FiBa porque quiere ver cosas diferentes y eso no es una experiencia cultural fácil, cuesta mucho”, dice para acotar un segundo después: “ah... no me llamaron nunca del FiBa, no me dan premios, nada. no hay caso con los payasos, nunca nos toman en serio”.