Creatividad, ingenio y buenas actuaciones
A8163 metros de altura sucede esta historia. Será en la cima del Himalaya, precisamente en el monte manaslu, donde se alojará el conflicto. Un grupo de andinistas emprenderá ese camino difícil de ascenso. en el trayecto las dificultades de la naturaleza, el extremo frío, el riesgo que implica semejante desafío y la descarnada competencia entre los miembros de la comitiva dirán presente. Los sherpas, los pobladores que habitan esas hostiles tierras, deberán convivir como pueden con este grupo de alpinistas más tilingos que deportistas y con el ego más alto que el propio monte manaslu. y sí, una de las riquezas de la dramaturgia de Juan Seré es su ágil comicidad para tratar el tema. Le imprime una buena cuota de absurdo para correrse de la búsqueda del realismo y crear una nueva forma: un verdadero juego teatral.
Juan Seré, su director y dramaturgo, completa con esta obra la trilogía que comenzó hace unos años con Yacarazo, continuó con
Pelotari para arribar finalmente a Himalaya. muchas cosas tienen en común estos tres trabajos que configuran de alguna manera una impronta que se va definiendo: elementos sobrenaturales y fantásticos, la naturaleza arrolladora y personificada, la parodia tanto en la actuación como en los géneros, y el deporte con proezas algo ridículas y exageradas que ponen a prueba la poca inteligencia de los hombres que lo practican. Pero algo ya nos asegura y promete Seré: un sofisticado universo que crea para cada puesta con una minuciosidad que sorprende. Siempre en la misma sala teatral (Ladran Sancho), se refugia ahí para crear un espacio repleto de detalles. el espacio se estira, se ensancha, de forma tal que aquella pequeña sala se vuelve inmensa y capaz de contener, y con resto, a los doce actores. gran mérito.
La propuesta tiene muy buenas actuaciones, otra constante en su teatro. Pablo Bronstein –que prácticamente es parte del sello Seré– y Carolina Stegmayer sobresalen con unas precisas composiciones. el diseño lumínico de Fidel Semería –y acá queda claro que no hace falta una gran parrilla de luces para poder generar climas– unido al diseño sonoro son los encargados de transportarnos al Himalaya.
La parodia en esta pieza tiene un papel fundamental: desnuda los géneros, los interpela, para mostrar la estupidez del hombre que, para escalar, necesita de los sherpas que previamente le indican el camino con unas sogas seguras. Los únicos que parecen entender más de la vida son la cabra y la montaña que padecen y “cargan” con los humanos.
Pocas veces sucede que todos los elementos teatrales se ponen en verdadera sintonía: el diseño sonoro, la escenografía, el vestuario, las actuaciones, la dirección y el texto logran funcionar como un verdadero sistema al servicio de contar, con creatividad e ingenio, un cuento.