LA NACION

Falta menos

El Autódromo de Monza, en Italia, fue el escenario de Breaking2, el proyecto con el que el hombre buscó correr el maratón en menos de 120 minutos

- Damián Cáceres

Me gusta correr el maratón siempre al mismo ritmo”. Una enorme sonrisa marfil asoma y deja entrever a un enérgico Eliud Kipchoge. Es un hombre pleno. “El maratón es como la vida. No soy una máquina. Intenté mantener el ritmo de carrera pautado (2m50s el km) lo más que pude. Di todo lo que tenía mi cuerpo”, agregó el keniata, de 32 años, que logró correr 42,195km en 2h00m25s. Es decir, 2 minutos y 32 segundos más rápido que el récord del mundo oficial a manos de su compatriot­a Dennis Kimetto (2h02m57s) en Berlín 2014.

Hubo mucho show, mucho marketing, mucho espectácul­o. Y mucho atletismo también. El 6 de mayo de 2017 quedará marcado como un mojón, como un nuevo Everest a superar por el hombre. Breaking2, la prueba que montó el gigante del deporte Nike en el circuito Junior del Autódromo de Monza (Italia), produjo el efecto deseado. Críticas y elogios. Dividió las aguas entre las voces a favor y los escépticos, que esperaban un paso en falso en la búsqueda del hombre por romper la marca de las 2 horas en la distancia del maratón. “Con más planificac­ión y entrenamie­nto, esos 25 segundos desaparece­rán. Estamos cada vez más cerca de la barrera”, contó Kipchoge minutos después de pasar por el control antidoping.

“Estoy muy feliz con el tiempo logrado. Si bien no pude correr el maratón en menos de 2 horas, logré la mejor performanc­e de mi vida. Esto no pasa todos los días. Por eso al final sonreí tanto, tenía mucho para celebrar”. De esta forma, Kipchoge engrandeci­ó su leyenda. Una estela triunfal que, en el maratón, cuenta con 7 triunfos sobre las 8 carreras oficiales que disputó.

Elegante, alegre y fresco. Así corrió el actual campeón olímpico. Kipchoge partió a las 5.45 de Italia (las 0.45 de la Argentina), junto con Zersenay Tadese (récord mundial de medio maratón con 58m23s y Lelisa Desisa (dos veces ganador del maratón de Boston), y llegó apenas pasadas las 7.45 con una sonrisa colosal, ladeando los brazos. Daba la sensación de que poco le había costado. Que esos poco más de 120 frenéticos minutos no le habían requerido ningún tipo de esfuerzo físico o mental. El keniata sabía que el objetivo de máxima se le había escurrido como el agua entre los dedos.

Sin embargo, Kipchoge se sentía feliz. Le sobraban los motivos para festejar. Cortó con el pecho rojo furioso la cinta que estaba en manos de Joan Benoit Samuelson (primera campeona olímpica de maratón de Los Ángeles 1984) y de Allyson Felix (múltiple campeona del mundo y olímpica en pruebas de velocidad). Se recostó unos segundos sobre el asfalto de Monza y, otra vez, esbozó una sonrisa que definía aún más los surcos de su rostro color ébano. Kipchoge no ganó una carrera convencion­al, realmente: ganó mucho más. Ganó más respeto y aún más reputación. Y agregó varios ceros en su cuenta bancaria.

En tándem

Hasta el propio Bernard Lagat (42), leyenda del atletismo, ofició de “liebre” principal dentro del selecto grupo de 24 atletas que cobijaron a los tres fondistas selecciona­dos durante la carrera. “Quisiera ser yo quien baje las 2 horas en el maratón. Lo intentaré en Berlín”, explicó Kipchoge. Al keniata, según detalló, le costaron mucho los últimos 5km. Lapso en el que mermó su rendimient­o, que no le dio margen para recuperar aquellos pocos segundos perdidos en las dos vueltas finales de 2405 metros cada una. “Para mí no existen los límites. Por ese motivo entreno duro todos los días: para dar todo en cada competenci­a. Nunca me quedo con nada. Creo que nadie, absolutame­nte nadie, tiene limitacion­es”. El keniata con su implacable andar a 2m51s el km no sólo abrió las puertas físicas y mentales hacia el futuro, sino que se instaló en una nueva era. Y desde allí, se posiciona como el hombre a vencer en setiembre próximo cuando se corra el maratón de Berlín, el que certificó las últimas plusmarcas.

La marca que sería récord del mundo en cualquier maratón convencion­al no fue aceptada como tal por el cambio constante de liebres, la presencia próxima del vehículo guía, el láser (color verde) que marcaba el lugar exacto en el que debía moverse el grupo de atletas y la hidratació­n que fue entregada por los pacers, entre otras razones.

Kipchoge nunca se entregó. Concentrad­o al máximo prosiguió cuando Desisa, primero (terminó en 2h14m10s), y Tadese, después, (terminó en 2h06m51s), no pudieron aguantar el ritmo demoledor que, a priori, implicaba esta prueba que contó con el recorrido homologado por la Federación Internacio­nal de Atletismo Asociado (IAAF) y el control de los jueces de la Federación Italiana de Atletismo. Huérfano de compañeros de carrera, Kipchoge continuó con la perfecta protección de las 6 liebres que se intercambi­aban rítmicamen­te, apenas por detrás del Tesla S que circulaba a poco más de 21km por hora. Todo marchó bien hasta el km 35 cuando perdió los 26 segundos que le hubieran permitido consumar la hazaña. “No hay nada fácil ni nada difícil de conseguir. Todo es posible. Tenés que tener el apetito suficiente para conseguirl­o e ir por ello. Lo tuve y lo intenté. Tengo plena confianza de que muy pronto el hombre correrá el maratón en menos de 2 horas”, enfatizó. Kipchoge corrió por encima de lo que el hombre alguna vez soñó. Quedó apenas a un paso. En Monza, Kipchoge enseñó cómo es posible empujar más allá los límites de lo que parece imposible. En Monza, Kipchoge también ganó.

 ?? Alessandro garofalo/reuters ?? El keniata Eliud Kipchoge (en el centro, con musculosa roja), detrás del grupo de “liebres”, buscando la marca de las 2 horas
Alessandro garofalo/reuters El keniata Eliud Kipchoge (en el centro, con musculosa roja), detrás del grupo de “liebres”, buscando la marca de las 2 horas
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Prensa nike En carrera: Kipchoge, Desisa y Tadese protegidos por seis “liebres”

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