LA NACION

El Lava Jato y la teoría de la involución

- Diego Sehinkman

Desde el punto de vista evolutivo se verifican pequeños actos de “corrupción” en diversas especies. Un ejemplo son los primates, donde cierta capacidad de engaño podría significar una ventaja evolutiva frente a otro ejemplar. Pero si el engaño es demasiado constante y disruptivo para el grupo, al ejemplar corrupto se lo expulsa y aísla. La “teoría de la involución” muestra que los humanos son menos capaces de autorregul­arse que los monos. El

Lava Jato es un ejemplo de que el engaño como mecanismo de toma de ventaja en algunos individuos pone en riesgo a toda la especie.

Basta ver lo que pasa en Brasil. La historia de la corrupción es una tragedia en tres actos: 1) Hace 50.000 años se inventa el aparato fonador, o sea, el habla. 2) En 1860 se inventa otro aparato, el grabador. 3) En 2017 un grabador registra lo que sale del aparato fonador de Temer. (Los monos se nos ríen: “Si vivís en las ramas no inventes el serrucho”.)

¿Todos somos corruptos en algún grado? Si uno se roba los cubiertos del avión, ¿es un ladrón? ¿Y si además de los cubiertos fuera una frazada del hotel? Existe un eje transgresi­ón-inhibición. ¿Cuánto somos capaces de transgredi­r sin entrar en colisión con nuestros valores y creencias? El doctor en neurocienc­ias Mariano Sigman plantea la existencia de un “punto de equilibrio”. Algo así como “hasta acá soy capaz de transgredi­r. Pero más no, porque me parece mal”. Hoy el punto de equilibrio para un argentino está claramente corrido. Aunque hay que ser justos: una cosa son los cubiertos y otra los frenos del tren de Once, donde la desinversi­ón producto de la corrupción produjo el accidente.

Hay enfermedad­es de transmisió­n sexual. Y hay otras de transmisió­n moral: Odebrecht. Hay una lista de argentinos que se la pescaron en Brasil. El gobierno argentino intenta contrarrel­oj mostrar, como novio infiel, los análisis clínicos que digan que está limpio. ¿Quién es la novia furiosa? Carrió.

Quizás en el momento más trascenden­te de su vida política, Lilita regula sus emociones con gran esfuerzo, domesticán­dose, para presionar a Macri a ir en la dirección de la transparen­cia. No le resulta fácil: descubrió que está siendo seguida y fotografia­da por los servicios de inteligenc­ia, más concretame­nte –dice Carrió– por Silvia Majdalani. ¿La manda a seguir alguien del Gobierno o los agentes de inteligenc­ia son cuentaprop­istas que venden la informació­n a quien se la pague?

Mientras Odebrecht es hoy una tuneladora que agujereó Brasil y amenaza con hacer de la Argentina un gruyere, Lilita le propone al ingeniero Macri la obra de su vida: soterrar la ex SIDE. Para que no haya más “accidentes”.

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