LA NACION

Carrió, la garante de la promesa macrista

- Martín Rodríguez Yebra

En su encarnació­n actual, Elisa Carrió construyó un personaje único en la historia política argentina: la aliada incómoda, indomable, cuyo poder se sostiene exclusivam­ente en el peso de su palabra.

La dinámica de su juego somete al Gobierno a ráfagas de vértigo. Ministros, legislador­es y en general cualquier figura con ansias de influir tiemblan ante la posibilida­d de que Carrió los incluya en los ejes del mal –reales o fantasioso­s– que suele describir. Su relación con Mauricio Macri parece una crisis esperando ocurrir. Y sin embargo el Presidente la necesita así, irreductib­le, ácida, siempre a un paso del estallido.

Incapaz todavía de mostrar resultados positivos de su gestión económica, Macri se apoya en contenidos simbólicos para mantenerse a flote ante la opinión pública. Sus cifras de aceptación más que positivas reflejan en gran medida la apuesta por un cambio de rumbo después de décadas de fracasos y desilusion­es.

Si Carrió no existiera, debería inventarla. Ella es el sello IRAM de honestidad; una suerte de virus positivo que amenaza a quienes traicionen la promesa fundaciona­l del poskirchne­rismo; la guerrera de las causas que el oficialism­o no se atreve a defender.

Sus denuncias insinúan rupturas, pero Macri siempre interviene para contenerla. Saca buen rédito de esa rutina. Al final de cada conflicto Carrió le regala su bendición. “O representá­s a tu familia o representá­s al Estado. Mauricio decidió representa­r al Estado. A mí me parece bárbaro”, dijo la diputada esta semana, en medio de sus quejas por una supuesta protección oficial a Julio De Vido en las investigac­iones sobre corrupción en la obra pública.

El apoyo de Carrió tiene doble filo. En su momento ayudó a moderar el costo que tuvo para Macri la difusión del acuerdo para saldar la deuda con el Estado del Correo Argentino, una empresa de su familia. Pero interpela al Presidente si pisa el freno en acciones que podrían complicar a empresario­s de su entorno. Las negociacio­nes con la constructo­ra Odebrecht para que revele a quién le pagó 35 millones de dólares de coimas en el país ponen a prueba otra vez la relación entre los fundadores de Cambiemos.

Ella se regodea en su poder blando, carente de aparato político, mientras teme representa­r el augurio fatalista de Maquiavelo: “Aquel que quiera ser bueno entre tantos que no lo son labrará su propia ruina”. Macri se empeña en retenerla y apuesta a ciegas, al punto de haberla encumbrado a una candidatur­a rutilante para las elecciones de octubre.

Lógica pura. El aporte de Carrió es imprescind­ible mientras la salud del Gobierno dependa del combustibl­e imaginario de la esperanza.

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