El enfoque Un desafío mayúsculo, más allá de los nombres
Es usual que un presidente de la Asociación Argentina de Polo elegido por dos años sea reelecto para completar el doble ciclo permitido. El dilema es la sucesión: no abundan los postulantes que quieran asumir un cargo complejo.
Se termina una era, la de Francisco Dorignac, que atravesó tres etapas desde 1987. Doce años con muchas vicisitudes, marcados por las mutaciones del profesionalismo. El contraste entre lo amateur y lo rentado genera divisiones, puntos de vista disímiles, resistencias. No es sencilla la convivencia.
Más allá de nombres, el polo necesita cambios. No necesariamente un Abierto de Palermo con 10 equipos. Sí que se juegue mejor, invertir más en el semillero del interior. El polo argentino se nutre de sus bases, pero depende de lo que genere el Argentino, su Wimbledon, salvando las distancias. Debe recuperar su atracción. Llenar tribunas no sólo en la final. Atraer más inversores. No es fácil: el polo no es el tenis ni el golf, televisivamente hablando. Sus partidos son largos y las interrupciones, hastiantes. Es difícil entender sus reglas. Acercar gente nueva se dificulta, incluso con cracks como Cambiaso y Facundo Pieres.
Tocar el reglamento fue siempre un tema espinoso. No hay que darlo vuelta: se puede hacer un par de ajustes. A prueba y error. La única forma de empezar a torcerle el brazo al polo importado, pragmático y nocivo para el espectáculo.
El desafío es mayúsculo. Lo nuevo está planteado por la movida de los alto handicap, a los que históricamente les ha costado tirar para el mismo lado. Algo positivo es que, sea Novillo Astrada o Álvarez Fourcade el que gane, no tendrá que poner dinero de su bolsillo por seis meses, como ocurrió con otros presidentes, para cubrir deudas. Sin soslayar el enorme capital de tener hoy un predio de casi 100 hectáreas en Pilar. El polo está expectante por su futuro, en un momento crucial.