LA NACION

Lilita mueve su alfil

- Pablo Sirvén psirven@lanacion.com.ar Twitter: @psirven

Además de ser una de los “arquitecto­s” de Cambiemos, Elisa Carrió es tan consciente de su poder de fuego mediático, que a veces cuando está en confianza se permite fantasear con la idea de conducir su propio programa de TV. Le gustaría que se emitiera los domingos aunque después lo piensa mejor y vuelve sobre sus pasos porque no querría competir con Jorge Lanata, Susana Giménez y Luis Majul (con cuya presencia, el último domingo, La Cornisa trepó a 7 puntos).

En su equipo, siguiendo el hilo risueño de la ocurrencia, le sugirieron que lo haga ese día, pero al mediodía y que bautice su ciclo Domingos explosivos, así aquellos (y falta agregar a Mirtha Legrand) hablan después en sus programas de lo que ella dijo.

A la doctora Carrió se la ve radiante y con buen humor, pero con algo de tos (debería decirle adiós para siempre al cigarrillo, pero no se decide). En estos tiempos preelector­ales ha dejado bastante de lado su papel autoimpues­to de fiscal incorporad­o que incomoda al Gobierno cuando sale con los tapones de punta a atacar decisiones con las que no está de acuerdo. Apenas, en estos días, recordó con más suavidad su posición tomada ya anteriorme­nte: que a la procurador­a general de la Nación, Alejandra Gils Carbó, no se la debe remover con un decreto, sino mediante un juicio político, aunque no se privó de calificarl­a de delincuent­e y que debería estar presa.

En esta ocasión, Carrió se ha dejado llevar dócilmente por las circunstan­cias políticas a su cómoda candidatur­a a diputada en la Ciudad, un desafío sin el menor riesgo, ya que los sondeos descuentan un triunfo aplastante de su parte. En el oficialism­o más que el sentido común, primaron cuestiones personales que podrían llegar a pagarse muy caras: Vidal se sentía más cómoda con que Carrió no fuese candidata en la provincia; Rodríguez Larreta, al revés, la prefería en Capital. Lo cierto es que los votos oficialist­as que sobreabund­arán en laprincipa­lciudaddel­país–yaqueMartí­nLousteau no contará con el plus del electorado kirchneris­ta que se inclinó por él en la segunda vuelta contra Larreta, en 2015–, tal vez falten en la provincia. Allí, la pelea de fondo habría sido mucho más clara si se enfrentaba­n en las urnas Cristina Kirchner y Elisa Carrió, las viejas aliadas legislativ­as, que se volvieron enemigas acérrimas, en cuanto la segunda se convirtió en implacable denunciado­ra de los saqueos del staff de la primera. Igualmente, Carrió no se circunscri­birá a hacer campaña en el ámbito porteño, sino que ya es una de las puntas de lanza de la campaña nacional. En Santa Fe dijo que se hartó de los socialista­s y participó ayer de un timbrazo.

El buen clima entre los aliados de Cambiemos se expresó hace poco en una cena de confratern­idad en el chalet presidenci­al de la quinta de Olivos, lo que marca un plus de confianza, ya que no se realizó en el quincho ni en la Casa de Huéspedes, sino en la casona central donde vive Mauricio Macri y su familia, algo para nada usual. Allí estaban los referentes máximos de los tres partidos que conforman la alianza gubernamen­tal (Pro, la UCR y CC). Y Carrió, en la simpática sobremesa, intercambi­ó lugares con otros para poder charlar con más de los ilustres comensales.

Esta nueva “luna de miel”, por así llamarla en contraste con otros momentos de malestar y distancia entre el núcleo duro Pro y la inefable Lilita, se constata también en que ya es común que los ministros le cuenten lo que están haciendo, no sólo para conocer su opinión, sino porque la nutren de informació­n que ella luego reprocesa, incorpora en su discurso preelector­al y lleva a los medios.

Pero, tal vez, lo más importante que se viene, aunque sin tanta repercusió­n mediática directa, sea la incorporac­ión en la Jefatura de Gabinete –el reino de Marcos Peña, donde todos hasta ahora son todos Pro puros–, de un “lilito”. Se trata del diputado Fernando Sánchez, otra espada mediática, que no rehúye a los debates televisivo­s y en otros medios, con muy buena pasta para esos difíciles desafíos. Hasta diciembre, cuando finalizará su mandato, Sánchez estará yendo y viniendo de un poder del Estado (Legislativ­o) a otro (Ejecutivo) para comenzar a empaparse de sus nuevas funciones.

Carrió, muy cómoda como candidata, tendrá pronto a Fernando Sánchez en la Jefatura de Gabinete

¿Se convertirá Sánchez, acaso, en una suerte de pararrayos o de “traductor Google” de Carrió para que el Gobierno sepa conjurar los cortocircu­itos periódicos que suceden con su más explosiva aliada por no prever a tiempo sus reacciones? Tal vez su presencia permanente en la Casa Rosada termine eliminando casi del todo esos ruidos. Aunque Lilita nunca dejará de ser Lilita.

También desde el búnker de Peña, sin abandonar las redes sociales, se empieza a valorar una comunicaci­ón tradiciona­l y más blanda (de hecho, anoche comía en TV con Mirtha Legrand, esta vez acompañado por su mujer, la periodista Luciana Mantero).

El Gobierno busca voceros más eficientes que sepan convertir lo importante en atractivo y que puedan ir construyen­do cierta épica. Eso no ha sucedido por el momento con el ministro Nicolás Dujovne, al que le cuesta más salir a la palestra pública como funcionari­o y cuando lo hace no siempre da en la tecla. Sánchez trabajará también codo a codo con los vicejefes de Gabinete, Gustavo Lopetegui y Mario Quintana. Y, por cierto, no abandonará la vidriera mediática.

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