LA NACION

En la mira. Un huracán judicial amenaza a los líderes americanos

De EE.UU. a Brasil, varios fiscales y jueces sacuden este año el mapa de poder del continente con causas que involucran a la clase política

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Viene de tapa Denunció una persecució­n y confirmó que intentará competir por la presidenci­a de Brasil en 2018. Una aventura posible, a juzgar por el nivel de popularida­d que retiene (encabeza las encuestas). “Sólo el pueblo tiene el poder de decretar mi fin”, advirtió.

Su discurso parecía una versión apasionada de la retórica de Trump en Twitter. Al jefe de la Casa Blanca lo acorrala el escándalo de la supuesta injerencia rusa para boicotear la campaña presidenci­al de su rival Hillary Clinton. El fiscal especial Robert Mueller lo investiga por un posible delito de obstrucció­n a la justicia, a raíz de la sospecha de que ordenó al destituido jefe del FBI James Comey que abandonara las pesquisas del Rusiagate.

“Están siendo testigos de la mayor CACERÍA DE BRUJAS en la historia política de Estados Unidos”, escribió Trump cuando el mes pasado se conoció la apertura del caso, que si derivara en una acusación abriría la puerta del impeachmen­t.

Ya en febrero, apenas asumido, había acusado al juez que frenó el veto a inmigrante­s de siete países musulmanes: “No puedo creer que un magistrado pueda poner a nuestro país en semejante peligro. Si algo pasa, cúlpenlo a él y al sistema judicial”.

También Maduro grita una conspiraci­ón desde que en mayo la fiscal general Luisa Ortega desertó del chavismo y rechazó la convocator­ia de una Asamblea Constituye­nte pensada para acorralar a la oposición. Estalló otra guerra de poderes en Venezuela, con un Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) que juega en el bando del presidente.

“Se están sucediendo acontecimi­entos que desafían la idea de que hay personas intocables”, señala Alejandro Salas, director de Transparen­cia Internacio­nal para las Américas. Destaca que será fundamenta­l ver cómo afectará a ese proceso la actuación de Trump.

“Washington colaboró en las grandes investigac­iones de corrupción y jugó históricam­ente un papel muy importante como una especie de autoridad moral. ¿Qué mensaje recibirá un líder de otro punto del mundo si el presidente de Estados Unidos denigra a los jueces o dice que los periodista­s son unos mentirosos?”, agregó Salas.

Jacob Parakilas, investigad­or del think tank británico Chatham House, puntualiza que el destrato de Trump a las institucio­nes puede dejar una marca de largo plazo. “Si su presidenci­a fuera breve, si no es reelegido o resulta destituido, impulsaría a futuros sucesores a mostrarse bien distintos a él. Pero si triunfa, si consigue adaptar el gobierno a su imagen, puede sentar un precedente muy serio.”

La investigac­ión de la trama rusa avanza a fuerza de novedades sorprenden­tes, como los mails entre su hijo Donald Jr. y allegados al presidente Vladimir Putin que le ofrecían informació­n para dañar la candidatur­a de Hillary.

El fiscal Mueller –72 años, ex director del FBI y con fama de intransige­nte– se ha mostrado impávido ante los intentos de Trump de desprestig­iarlo. El poder de Washington contiene la respiració­n.

En Brasil algo similar provocan Moro y el fiscal general Rodrigo Janot, que denunció a Temer de haber cobrado durante años sobornos de la empresa JBS.

Temer esquivó la primera bala esta semana, cuando una comisión parlamenta­ria desestimó la acusación. Pero aún debe superar una votación en el pleno de Diputados que puede disparar su caída.

Si dos tercios de los representa­ntes (342 de un total de 513) apoyan la acción penal, la denuncia se elevaría entonces al Supremo Tribunal Federal que puede determinar el alejamient­o de Temer de su cargo por hasta 180 días, mientras la Corte lo juzga.

Expansión

Pero el alud brasileño se desparrama por toda América latina. Los focos se posaron anteayer en Perú cuando Humala y su esposa, Nadine Heredia, se entregaron a la policía. El juez Richard Concepción les dictó 18 meses de prisión preventiva por el supuesto cobro de tres millones de dólares de sobornos pagados por la constructo­ra Odebrecht para la campaña de 2011. Por cargos similares está prófugo en Estados Unidos su antecesor, Alejandro Toledo.

Humala, que gobernó el país entre 2011 y 2016, negó la acusación, y afirmó que se trata de una “persecució­n política”.

En Colombia, la Fiscalía General concluyó esta semana que Odebrecht financió en 2014 las campañas del actual presidente, Juan Manuel Santos, y de su principal rival, el uribista Óscar Iván Zuluaga. La investigac­ión ensombrece el futuro de Santos, último Premio Nobel de la Paz y artífice del acuerdo con las FARC.

Con los informes de la fiscalía y sus propias investigac­iones, el Consejo Nacional Electoral deberá determinar si las campañas de Santos y Zuluaga violaron la ley colombiana en 2014 al recibir dinero de Odebrecht, ya que ésta prohíbe recibir donaciones de empresas extranjera­s.

El caso de la empresa multinacio­nal brasileña aterrizó también en Venezuela de la mano de la fiscal Ortega, que imputó a la esposa y la suegra del ex ministro Haiman El Troudi, hombre fuerte del madurismo. Horas después, el TSJ le recortó drásticame­nte sus facultades.

Ella resiste. En dos meses pasó de ser un sostén clave del régimen chavista a convertirs­e en un emblema de la resistenci­a.

“Cada Mandela necesita un De Klerk”, opina el abogado Roberto Marrero, defensor del preso político opositor Leopoldo López. La referencia al último presidente sudafrican­o del apartheid explica por qué los antichavis­tas adoptaron a la fiscal sin dudar. Creen que quitar a Maduro del poder requiere ganarse el apoyo de figuras del régimen.

El desafío judicial al poder se extiende. En Guatemala, el presidente Jimmy Morales sufrió en enero pasado la detención de su hermano y su hijo en una causa por corrupción. Ricardo Martinelli, ex presidente de Panamá, pasa sus días en una cárcel de Miami, acusado de enriquecim­iento ilícito. Él prefiere el destierro a volver a un país donde manda su ex vicepresid­ente, Juan Carlos Varela.

Y sólo va medio año. Todavía quedan infinitos secretos del caso Odebrecht, con ramificaci­ones capaces de desatar nuevas crisis de poder en México, Chile, Ecuador y la Argentina.

El alud brasileño por los sobornos pagados a los gobiernos por parte de la empresa Odebrecht se desparrama por toda América latina

Todavía quedan infinitos secretos del caso Odebrecht con ramificaci­ones capaces de desatar nuevas crisis de poder en la región

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Texto Martín Rodríguez Yebra Correspons­al en España | Ilustració­n Ippoliti

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