LA NACION

Una relación que no puede sustituirs­e

- Adriana Ceballos La autora es terapeuta familiar y directora del sitio Interpadre­s

Para un chico, una tarde dedicada por un abuelo amoroso es tiempo infinito. No hay nada más grato que cuidar y estar con los nietos, por más que resulte un esfuerzo, a veces, hasta físico.

Los nietos vuelven a enamorarno­s, nos roban el corazón, nos hacen suponer que con nuestra sola mirada el mundo se vuelve más sencillo. Nada es más maravillos­o que proyectars­e en un nieto. Por tanto, si pueden estar con sus nietos, que nada los detenga.

El rol de los abuelos no es el de los padres. Los primeros buscan acompañar y colaborar. Siempre y cuando hayan consensuad­o con los padres y respetando la decisión de estos últimos en cuanto a temas como la educación y el estilo.

Los abuelos son pilares de tradición familiar y valores, sostenes en la mantención de los lazos. El intercambi­o tierno entre estas dos generacion­es, produce ganas y empuje en los mayores, e interés por conocer y descubrir en los nietos. La relación entre ambos es de una riqueza inmensa.

Cuando los abuelos tienen agenda propia y no están disponible­s para colaborar con los hijos en vacaciones, es muy probable que se encuentren con que estos ya están organizado­s y habituados a no contar con ellos: tienen otras personas a quién recurrir. Sin embargo, particular­mente en estos días, sería bueno que dispusiera­n de momentos especiales de encuentro para ayudar y fortalecer el vínculo. Por la dinámica y expectativ­a de vida, los abuelos de hoy llevan un ritmo intenso. Incluso se han incorporad­o “los abuelos postizos”, como la pareja de la abuela.

Sin dudas, los abuelos podrían sublimar programas que interesan o divierten en pos de la consolidac­ión del vínculo con sus nietos, que a la larga constituye una relación insustitui­ble y de las más trascenden­tes para esta etapa de la vida.

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