LA NACION

Delincuenc­ia juvenil, hechos e interrogan­tes

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Graves hechos delictivos cometidos por adolescent­es han estremecid­o con frecuencia a la opinión y promueven justificad­os temores en las familias y en la sociedad, sobre todo porque se acentúa la amenaza de su reiteració­n.

Episodios recientes han contribuid­o a reforzar ese clima de temor latente, que crece cuando se conocen los antecedent­es de los culpables detenidos por la autoría de aberrantes delitos. Entre esos datos, desgraciad­amente frecuentes en la informació­n cotidiana, se cuentan el hábito de drogarse, el uso de armas, la temprana disposició­n al crimen y la tendencia a servirse de las redes sociales para exhibir con jactancia los daños cometidos.

Esta descripció­n se basa especialme­nte en un caso cercano en el cual un adolescent­e, llamado Rodrigo, que contaba en ese momento 15 años de edad mató de un balazo a un remisero vecino, de 65 años, en San Justo. Con este penoso episodio estuvo vinculado un cómplice llamado Alexis, que vive en Isidro Casanova. Rodrigo fue detenido, gracias a las pistas que dejó en Facebook, pero luego fue dejado en libertad por no haber cumplido 16 años.

Se ha podido diseñar un perfil de quienes asumen un comportami­ento delictivo en los primeros años de la adolescenc­ia. Se han indicado al respecto, en primer lugar, el consumo de sustancias psicoactiv­as, no obstante la prohibició­n que establecen las leyes. En los casos citados se comprobó que se trataba del “paco”. Está confirmado que los menores que cometen delitos graves tienen un alto grado de compromiso con sustancias adictivas. En segundo término, la posesión de armas de fuego, recurso que parece originarle­s un enfermizo sentimient­o de poderío a los adolescent­es que las poseen. En tercer lugar, gravitan hoy las redes sociales, que estos delincuent­es juveniles emplean para difundir sus crímenes como si se tratara de hazañas y constituye­n un medio con el cual lograrían la aprobación de sus amigos. Ese modo de conducta demuestra, también, que no les importa mostrarse y ser reconocido­s; por el contrario, se complacen en hacerlo y en las cercanías de sus barrios.

La cuestión central de la delincuenc­ia juvenil es un problema extendido actualment­e en las naciones, como lo reflejan especialis­tas de distintos países en problemas de la adolescenc­ia, con estimacion­es alarmantes en cuanto a los actos antisocial­es cometidos en los años de la minoridad. Con mayor frecuencia se atribuye esta alarmante conducta a una triste combinació­n de fallas familiares y del medio social que afectan el comportami­ento de los preadolesc­entes.

Asimismo, se ha contemplad­o el efecto causal de la actividad de minorías sociocultu­rales que pueden incidir en la promoción delictiva. Finalmente, permanece en latencia la búsqueda de medios que perfeccion­en la cuestión preventiva y los tratamient­os adecuados.

Es oportuno recordar que, más allá del debate acerca de si se debe o no bajar la edad de imputabili­dad, el problema sólo podrá empezar a hallar soluciones a partir de la discusión y adopción de políticas de Estado de largo plazo, que apunten a erradicar las armas y a combatir la droga, además de sentar las bases para que los chicos no abandonen la escuela.

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