LA NACION

Diego Guelar

El embajador argentino en Pekín atribuye la asimetría en la relación bilateral al conformism­o y a los temores argentinos; la purga anticorrup­ción para “no ser Brasil”

- Texto Florencia Carbone

ENTREVISTA CON EL EMBAJADOR ARGENTINO EN CHINA

Diego Guelar nunca olvidará las carcajadas con las que los diplomátic­os norteameri­canos respondier­on al comentario que les hizo en 2011, durante una charla en el Departamen­to de Estado a raíz de un libro que preparaba. “Dije que en 20 años china sería más importante que Estados Unidos para américa del Sur. No lo tenía estudiado con detenimien­to, fue una expresión intuitiva y me equivoqué: era en 5 años, no en 20”, relata. En 2013 publicó La invasión silenciosa. Hoy es embajador argentino en Pekín.

Verborrági­co, describe la compleja y rica realidad económica, social y cultural del gigante asiático apelando a ejemplos locales, como cuando dice: “china es un país peronista en el sentido telúrico, original de la palabra, industrial­ista, nacionalis­ta. Todo lo que pueden producir, lo producen. Si pueden comprarnos productos básicos y estamos encantados con vender commoditie­s, es un problema nuestro”. luego, contará que el modelo tiene como objetivo central la construcci­ón de una sociedad socialista con caracterís­ticas chinas, que hay un proceso de inclusión real y superior al que tienen los países “capitalist­as marginales” como el nuestro, y que “frente a chile, Brasil o la argentina” aquí, cada año “millones de personas entran a la sociedad de consumo”.

–¿Cómo funciona una economía donde el Estado tiene tanto peso? –El 60% de las empresas son privadas. cada día se registran 15.000 sociedades comerciale­s. la conducta de las empresas públicas es de una creciente autonomía. aunque sean de propiedad estatal tienen que tener un comportami­ento equivalent­e al de una sociedad privada, sus gerentes tienen responsabi­lidades individual­es muy grandes, especialme­nte desde que el presidente Xi Jinping tomó conciencia del enorme problema de la corrupción. Hay un millón de procesados y 63.000 funcionari­os de todos los niveles, incluidos militares y jueces, con condenas gravísimas. Hay una política de adelantars­e a lo que le pasó a Brasil, donde el sistema se pudrió. Hay estrictos controles de los créditos asignados a las compras de empresas o a las inversione­s en el exterior, porque entre otras cosas se detectó fuga de capitales. –Mencionó que en el proceso de transforma­ción viene una etapa cualitativ­a que contempla, entre otras cosas, la independen­cia de la justicia. –Es un capítulo que incluye el código civil. Plantean que una cosa es dirimir los conflictos internos con un aparato de justicia creíble. lo segundo es la participac­ión de los propios juzgados como árbitros en soluciones internacio­nales. Si eso ocurre hoy, tienen que recurrir a inglaterra o Francia para dirimir contratos internacio­nales por la falta de credibilid­ad de la justicia china a nivel internacio­nal. –¿Aún teniendo esa justicia no independie­nte no se pone en duda el proceso anticorrup­ción? –No, porque es una decisión del Partido (comunista). Esto es como la decisión del mercado: el mercado existe por orden del Partido y a ese dato no hay que entenderlo como dictadura. Nosotros comparamos dictadura con democracia, tenemos una estructura de valores que no tiene que ver con la historia de este país. aquí hubo una centraliza­ción imperial, después anarquía, guerras civiles y de ocupación, volvió a producirse la centraliza­ción con 30 años de comunismo muy ortodoxo, y luego empezó la apertura con Deng (Xiaoping). ahí se produce esta aventura en la que están metidos bajo la conducción del Partido comunista. Para ellos, esto es la aplicación estricta del marxismo. Tiene una pro fundí sima formulació­n teórica, no es improvisac­ión, no es el capitalism­o como lo vemos nosotros. acá los impuestos son muy fuertes, pero el proceso de inclusión también. Hoy hay más millonario­s en china que sumados los del resto del mundo. –¿Cuántos millonario­s hay? –No tengo la cifra exacta, pero hay 300 millones de chinos con capacidad de consumo alta. El mejor ejemplo para entenderlo es el Día del Soltero, que organiza alibabá el 11 de noviembre, 10 días antes del Black Friday de amazon en EE.UU. En un día alibabá vendió US$ 18.000 millones (75% de las transaccio­nes fueron por celular); en tres jornadas, amazon, US$ 3000 millones. Ese grupo son los grandes consumidor­es de autos y marcas extranjera­s. Se venden aquí más vehículos que en EE.UU. y Europa juntos. De los 300 millones, 130 ya hicieron turismo internacio­nal. Hoy el valor inmobiliar­io en Pekín es tan o más alto que en París. El modelo es americano, no europeo. la meca es Silicon Valley. la Universida­d de Berkeley tuvo que poner un límite –33% si no recuerdo mal– como tope a los estudiante­s chinos que recibe. El sueño chino se llama california. –También hay 600 millones que viven en la ruralidad, algunos en la pobreza casi extrema. ¿Es la educación la herramient­a para salvar esa enorme brecha? –la educación es central. Hoy el impulso que da el Estado a la educación básica y las mismas familias, es extraordin­ario. Hay alrededor de 7 millones de egresados universita­rios por año, de los cuales 500.000 están estudiando en EE.UU. y Europa. –¿Y qué hay respecto de la relación con Estados Unidos? –Es la mayor asociación que hay en el mundo. Son socios muy estrechos, totalmente confluyent­es. Eso es lo que diferencia esta relación con la china tuvo con la ex URSS, con la que había 90% de conflicto y 10% de cooperació­n. aquí es al revés. De las 500 empresas Forbes, 400 producen en china. la mitad de las reservas del Banco central chino son en bonos del Tesoro norteameri­cano. Es tal el compromiso y la red asociativa que todo lo que pueda escribirse sobre las tensiones bilaterale­s no tiene posibilida­d alguna de prosperar. –En ese contexto, ¿qué chances tiene la Argentina de tener una relación si no de igualdad, menos asimétrica con China? –lo desparejo tiene que ver con temas argentinos. Un dato extraordin­ario de esta relación es que estamos en la agenda. Fui embajador en Estados Unidos y en la UE y por motivos objetivos no estamos en la agenda. Más allá de que estoy absolutame­nte de acuerdo con el restableci­miento de las relaciones con ambos, es un objetivo a largo plazo. No hay muchos países occidental­es que en 40 años hayan cometido un genocidio, una hiperinfla­ción, una guerra con la oTaN, un default y sigan teniendo crédito. como a un hijo indudablem­ente muy querido, Europa y EE.UU. nos perdonan, pero el problema es que los jefes de Estado en Europa y EE.UU. no tienen chequera. Hacen gestos, dan señales positivas, pero las decisiones de inversión pasan por analistas macroeconó­micos, y aunque al 100% de ellos les gusta lo que está pasando en la argentina y tienen una visión muy positiva del presidente Macri, las inversione­s pasan por otros parámetros. –¿Y con respecto a China? –Estamos en su agenda estratégic­a, especialme­nte por tres motivos: a la agroindust­ria y la infraestru­ctura como sectores de interés, ahora se suma la minería. Son 1300 millones de habitantes que llegarán a 1600 millones en 2040, que no son autosufici­entes en términos alimentici­os ni de minerales ,y que tienen las empresas, los créditos y la tecnología para hacer obras, centralmen­te en energía y transporte. las demoras tienen más que ver con nuestros problemas de procesamie­nto de las inversione­s y los procedimie­ntos del Estado. Si nos animamos a la deuda pública que hay que tomar contra esas inversione­s que requieren garantía soberana... Son más preguntas internas de la argentina que respuestas chinas.

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