LA NACION

Qué hace que un bono sea un bono verde

este año habría emisiones para financiar proyectos ambientale­s por Us$ 125.000 millones

- Traducción de Gabriel Zadunaisky

LONDRES (The Economist).– Está creciendo el mercado de bonos “verdes”, que vinculan el capital obtenido con la emisión de bonos a inversione­s beneficios­as para el ambiente. Hace una década, la emisión total de municipali­dades y bancos de desarrollo multilater­ales valía solo unos cientos de millones de dólares anuales. En 2016 la emisión alcanzó los US$ 96.000 millones según datos de SEB, un banco suizo, que afirma que este año podría llegarse a US$ 125.000 millones. Entre los emisores de bonos verdes se incluyen desde bancos y compañías hasta estados soberanos. Por el lado de la demanda, hay inversores como administra­dores de activos y asegurador­as. Algunos crean fondos dedicados a invertir en ellos.

¿Qué es lo que hace que un bono sea verde? La respuesta incompleta es que los bonos verdes lo son porque los fondos obtenidos se usan para financiar proyectos verdes, tales como energía limpia (por ejemplo, financiar la construcci­ón de un parque eólico), o el transporte limpio (una nueva línea de tranvías que sacará autos de la calle). Pero las definicion­es de lo que es “verde” varían. En los primeros tiempos del mercado se dejaba el juicio a los emisores mismos. Por lo que el departamen­to ambiental del Banco Mundial determinab­a qué proyectos se financiaba­n con los bonos que emitía. Incluso, algunas de las primeras emisiones privadas, como la de Toyota en 2014, eran autodeclar­adas verdes.

Al crecer el mercado, ya no resultó sostenible la autodeclar­ación. Ahora, la emisión se acepta como verde si, dentro de ciertas normas amplias, un revisor externo aprueba la emisión del bono en cuestión. Más de 140 de los mayores bancos y administra­dores de activos han puesto su firma en los Principios de Bonos Verdes, guías amplias que ofrecen una definición común de lo verde, estipulan el modo de informar el uso de los fondos y recomienda­n revisión externa.

El Centro Internacio­nal para Investigac­iones del Clima y Ambientale­s de Oslo (Cicero), un instituto de investigac­iones climatológ­icas noruego, es uno de los mayores proveedore­s de control externo; otra opción es la certificac­ión por la ONG Iniciativa de Bonos para el Clima (CBI). También se hicieron más populares las segundas opiniones de firmas privadas, como consultora­s ambientale­s o grandes auditores.

Todavía hay fallas. Una de ellas es que proliferan los estándares: por ejemplo, el banco central de China definió los suyos, y la India está trabajando en sus propias reglas. Los principios son vagos y varían mucho las metodologí­as de revisión externa. Pero quizá lo más significat­ivo sea que el proceso de revisión externa es ciego a los matices y ofrece solo juicios por sí o por no. Esto está comenzando a cambiar.

Agencias de calificaci­ón de riesgo crediticio, tales como S&P Global y Moody’s recienteme­nte han lanzado servicios de evaluación que califican a los bonos en una escala de verdes, similar a sus calificaci­ones crediticia­s convencion­ales. Tal sistema, si gana participac­ión en el mercado, deberia ayudar a los inversores a decidir mejor cómo invertir sus fondos.

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