LA NACION

Lluvia, frío, barro, cancha ajena... y un triunfo que el SIC recordará siempre

Su primer éxito en la Catedral desde 2013 no fue lucido, pero el 14-0 disparó un festejo grande; “jugar un clásico es lo más lindo que hay, más que una final, más que jugar en cualquier selecciona­do”, dijo Panzarini

- Alejo Miranda

Hay partidos que son recordados por lo emotivo. Una goleada, un try sobre la hora para quedarse con la victoria, una remontada épica... Otros, por lo significat­ivo, como un encuentro eliminator­io o una final. El de ayer no reúne ninguno de estos requisitos, pero con seguridad quedará grabado en el recuerdo de todo San Isidro Club. Ganar un clásico ya es motivo suficiente. El estridente festejo que hizo comulgar a los jugadores con su hinchada apenas consumada el triunfo sobre el Club Atlético de San Isidro es elocuente en ese sentido.

El triunfo del SIC por 14-0 como visitante en la Catedral, por la 10ª fecha del Top 12 de la URBA, no fue lucido, no tiene gran incidencia en la lucha por el título de campeón ni registró acciones deleitable­s. Pero conserva componente­s como para volverse memorable.

El clima fue un componente esencial. El frío y la densa lluvia no le restaron candencia al partido más importante del rugby de Buenos Aires. Al contrario: obligaron a las hinchadas a cantar y saltar para calentarse y contagiar a los cerca de 4000 espectador­es que colmaron las tribunas, desafiando al temporal.

Con trompetas, bombos y redoblante­s (y paraguas), la parcialida­d zanjera alentó de principio a fin. En el extremo opuesto de la misma tribuna, separada apenas por otros simpatizan­tes más sosegados, la hinchada del CASI respondía con intermiten­cia. Un reflejo, en cierto sentido, de lo que ocurría en la cancha.

La intensa lluvia afectó, sobre todo, al juego. Ante la dificultad de trasladar la pelota con las manos, y por el riesgo que eso entrañaba, los dos equipos apostaron al rugby táctico con el pie. Una batalla ganada por el visitante, que así lograba instalarse en campo aejno con mayor asiduidad. Una vez allí, jugaba corto con los forwards, avanzaba de a centímetro­s y forzaba los penales con los que trasladaba al marcador su supremacía.

Pero que el partido haya sido anodino no lo hace menos célebre. Si hubiera habido sido una tarde de sol, si hubiera habido tries de precisión quirúrgica o jugadas lujosas, el festejo habría sido el mismo. Los jugadores y la hinchada del SIC lo recordaría­n de esta forma.

“Cada clásico es único. Cada uno tiene lo suyo”, afirmó el experiment­ado apertura Benjamín Madero, figura del partido. “Hoy vamos a acordarnos de haberlo ganado acá, en el CASI, con un clima así. Siempre es importante, es un campeonato aparte. La sensación que nos queda es única. Nuestra semana era todo el año. Lo vivimos así y por suerte terminamos festejando”, añadió el Nº 10.

Madero anotó todos los puntos: un try y tres penales. Aunque falló sus primeros tres envíos a los palos, se adaptó al barro, afinó la puntería y marcó diferencia­s, también con sus kicks tácticos a espaldas de la defensa contraria. También fue importante la actuación de todo el pack, disciplina­do en posición defensiva y dominante en las formacione­s fijas y en el contacto.

“Después vamos a mirar la tabla, pero hoy sólo queríamos ganar este partido”, dijo el capitán ganador, Francisco Piccinini. “En un clásico no se piensa en los puntos; hay que ganar como sea. Se lo juega como a un test-match”, añadió el hooker. El SIC se recuperó de la caída a manos de Pucará del sábado anterior y alcanzó la segunda ubicación en el Top 12. El CASI, en cambio, sumó su octava derrota consecutiv­a y marcha último.

De allí que los cánticos de la hinchada zanjera estuvieran dedicados a sus archirriva­les. “Cebra, sos de la B” y un “un minuto de silencio para el CASI que está muerto” fueron los más resonantes.

“Desde hacía mucho no jugábamos en el CASI”, observó Andrea Panzarini. Tenía razón: la última vez había sido tres años atrás. “Me gusta jugar acá, y más ganarles. Jugar esto es lo más lindo que hay, más que una final, más que jugar en cualquier selecciona­do. No se compara con nada. Voy a recordarlo toda mi vida” , apuntó el joven tercera línea del SIC tras su primer clásico en la primera.

El San Isidro Club no ganaba en la Catedral desde los cuartos de final de 2013 (20-19), aunque, en rigor de verdad, en aquella ocasión se trató de cancha neutral. Como visitante, su último éxito era de 2011 (31-24). Los números, fríos como la tarde sanisidren­se, no alcanzan a explicar la alegría de todo SIC por un triunfo que recordará por siempre.

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Mauro alfieri Tackleado, Tomás Meyrelles avanza bajo la lluvia; Lucas Bustos es su respaldo

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