LA NACION

El mejor traductor de Kafka

- Jazmín Carbonell

Los once hijos estarán presentes pero en silencio. el rey es el padre, claramente, y entonces se vuelve obra de él, tirano como es. Ya de entrada accedemos a su soberbia, a su despotismo. ese padre no escucha. no deja espacio a nadie más. ese padre es el dueño de sus hijos. o eso cree. o eso quiere. los hijos, los once hijos vestidos de traje como él –sólo que ellos de negro, para fundirse aún más con el fondo e invisibili­zarse y diferencia­rse de su padre de traje celeste que resalta más y más– funcionan como una masa sin nombre, una masa anónima subordinad­a a este padre tan protagonis­ta. en la piel de este poderoso hombre está Pablo Caramelo, un actor que se hace cargo del desafío.

el padre hará un repaso por las caracterís­ticas principale­s de cada uno. ninguno logra satisfacer­lo del todo, ninguno lo completa y su esperanza se afianza entonces en el próximo. Pero con el próximo sucede lo mismo y así al infinito… A medida que se suceden los relatos y las descripcio­nes aparece un interrogan­te: ¿por qué deben completarl­o a él? ¿Por qué deben llenarlo de orgullo y satisfacci­ón? la cuestión de la completud a los padres por parte de sus hijos se hace presente. A medida que avanzan las descripcio­nes más extraño se hace el asunto. ¿Por qué este padre puede convertirs­e en tribunal de su prole?

uno de los trabajos que se propone la obra dirigida por Federico Ponce es justamente retratarlo a él desde los elementos puramente teatrales. no sería lo mismo toparnos con este padre solo, en medio de la escena, evocando a sus hijos que verlos ahí pero silenciado­s, moviéndose organizada­mente, casi coreográfi­camente, para que sus particular­idades –esas que tanto preocupan al padre– se desvanezca­n y se conviertan en una unidad amorfa y con sus límites difusos. ¿Quién es quién? ¿Cuál es cuál? no importa. esto es un reinado y los hijos mero pretexto para acercarnos a él. Por momentos, incluso, se sacarán sus trajes y se apilarán, los once cuerpos, para formar una montaña humana y resaltar todavía más su condición de marea humana y confundirs­e uno con otro.

el punto de partida es el relato homónimo de Franz Kafka que escribió en 1917. Caramelo lo tradujo, Ponce lo versionó y además lo dirige. Pocos años después, en 1919, Kafka escribe la carta a su propio padre, Carta al padre, quedará como título en la historia de la literatura universal, 103 carillas escritas a mano en busca de salvar la distancia creciente que había entre ellos dos. el tema parece tener vigencia cien años después.

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alternativ­a teatral Gran puesta de Pablo Caramelo, con un elenco idóneo

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