Un acto de justicia poética
El teatro siempre es una experiencia. Pero si sucede en un lugar no previsible, las sensaciones se redoblan. no hay mejor magia que la inesperada y para invocarla, el director Agustín león Pruzzo busca espacios no convencionales como la cúpula del edificio Bencich ubicado casi en la esquina de Diagonal norte y Florida. Diseñada por el arquitecto francés edoard le monnier en 1927, ofrece una vista única de la Ciudad. Fue allí donde Pruzzo realizó, en 2014 y 2015, la puesta de No inventes lo que no quieras que exista, sobre textos de Silvina ocampo. Desde el año pasado (menos en verano porque no hay refrigeración), la obra intervenida es Trescientos millones, escrita por Roberto Arlt para el Teatro del Pueblo, donde se estrenó en 1932. no es casual la elección del autor de Los siete locos: nació en una casa justo en frente de la cúpula, en Diagonal y Bartolomé mitre. nadie mejor que él mismo para recibir a los visitantes y presentar el barrio.
el público, alrededor de 30 personas, ingresan a este señorial edificio de oficinas después de chequear su nombre con el encargado de seguridad. Reunidos en la recepción, en pequeños grupos se sube hasta el piso diez donde un extraño guía de capa negra y dudoso dialecto itálico, abre las puertas a la terraza infinita donde Arlt, sombrero y sobretodo, espera para meternos de golpe en su Buenos Aires de aguafuertes y crónicas policiales. no es fácil porque los “espectadores” están todavía fríos, asombrados por el paisaje urbano desde las alturas y desconcertados ante la presencia del fantasma porteño. ese clima de realidad y fantasía que apenas empezaba a fusionarse, irremediablemente se corta cuando, guía mediante, hay que ingresar a la cúpula, subir escaleras y detenerse en un saloncito de película. un pianista y copas de vino rodean a esta pausa para pagar la entrada ($ 500) hasta que, por fin, empieza esta versión sobre la primera obra teatral de Arlt, pensada para una sala a la italiana pero adaptada por Pruzzo a esta residencia de pasados lujos.
no repetiremos el conocido argumento de Trescientos millones. Solo basta reconfirmar que el melodrama trágico de la mucama Sofía es una vía rápida para imaginar el surgimiento del peronismo. Toda la magia es responsabilidad del director que aprovecha al máximo dos habitaciones, con sus muebles y cuadros de época, para el prólogo y dos actos: la iluminación penumbrosa, el juego de sombras, el dispositivo hamaca para ubicarnos en el barco onírico donde viaja Sofía devenida millonaria junto al Capitán, el humor del superhéroe Rocambole, la acidez grotesca de la hija obesa maltratada por el villano jujeño Vulcano son recreaciones de Pruzzo para dar una nueva vida al texto de Arlt transfigurado en esa arquitectura. el elenco sostiene de manera impecable, con actuación, música y coreografías, este viaje de ilusiones donde “soñar no cuesta nada”; en especial, Fermín Varangot en la múltiple tarea de ponerse en la piel de Arlt, el Fantasma, Rocambole y el galán. En la sombra de la cúpula es un espectáculo diferente no sólo por el lugar magnífico donde se hace. Si fuera así, apenas se trataría de un show turístico. es un acto de justicia poética, en honor a un autor y a todas sus criaturas que sueñan promesas que no cumplirán.