LA NACION

Un dramaturgo interesado en la odisea de “lo argentino”

Mariano Saba es un autor que se destaca en la escena independie­nte y se formó con Ricardo Bartís y Mauricio Kartun

- Alejandro Lingenti

¿Qué relación puede haber entre el derrotero de una dupla de sufridos remeros argentinos en el delta del Tigre y la mismísima Odisea de Homero? A nosotros nos podrá costar imaginarla, pero a mariano Saba no. De hecho, cruzando esos relatos de origen, trascenden­cia y estirpe diferentes, consiguió como resultado Remar (un destino impropio), una obra teatral ágil y, a la vez, profunda que pone el foco en los sostenidos vaivenes de la identidad argentina.

los integrante­s de “el gallo Fiambre Boat Club”, un club de remo argentino de viejo y dudoso abolengo británico, pretenden escapar de un presente decadente poniéndole fichas a una regata clandestin­a en la que deben vencer a unos misterioso­s “Canottieri italiani”. Pero una sudestada los lanzará imprevista­mente a ultramar, donde para colmo de males aparecerá un vengativo Poseidón que los confundirá con ulises, con quien el dios de los mares tiene una apremiante cuenta pendiente. “Yo tenía la idea de vincular la Odisea con lo argentino –explica Saba, actor formado en el Sportivo Teatral de Ricardo Bartís, donde su obra está programada los domingos a las 20–. Con «lo argentino», me refiero a lo propio, lo idiosincrá­tico, que en nuestro caso es una identidad un poco serpentean­te. el remo apareció gracias a uno de los actores, mariano gonzález, que lo conoce de cerca. es un mundo un poco melancólic­o, como el de cualquier deporte en crisis. Pero también hay grandes epopeyas montadas sobre el relato del remo, y eso me permitía ligarlo con la Odisea: estos tipos, como ulises, también tienen muchas dificultad­es para volver, están cíclicamen­te perdidos. Y eso para mí rebotaba metafórica­mente con «lo argentino», con ese destino tragicómic­o que nos ha tocado. Pero la idea no es sólo «melancoliz­arse». También nos burlamos un poco de esa melancolía, no nos quedamos en el tango”.

Con Remar (un destino impropio), Saba ganó el año pasado el premio Artei a la producción teatral independie­nte. es, hoy por hoy, un prolífico dramaturgo. Dos de sus monólogos serán parte de Idéntico, el ciclo organizado por Teatro x la identidad que acaba de comenzar, y se acaba de estrenar en el Centro Cultural Recoleta La niña helada, una “ópera experiment­al” que escribió en sociedad con Patricia martínez (ver nota aparte). Pero también es un dedicado investigad­or del Conicet, en el área de letras, que visiblemen­te disfruta teorizando sobre su propia obra: “el destino es un error de lectura. me parece que ésa podría ser una hipótesis crítica para leer los destinos trágicos. Y es parte de lo que plantea Remar... Pero la apuesta de nuestro trabajo no se termina ahí –subraya–. También está la certeza de que la actuación debe traducirse en un lugar de verdadera emancipaci­ón. eso es lo que aprendimos todos los que pasamos por el Sportivo de Bartís, donde se enfoca a la actuación como una zona poética autónoma que, por sí misma, puede inscribirs­e en la escena y cambiar el registro de intensidad­es que tiene lo real. los actores no son meros intérprete­s, sino productore­s de lenguaje. Como dramaturgo y director, mi objetivo es acompañar el desarrollo de esa poética, no obstaculiz­arlo”.

una experienci­a muy importante para Saba fue la del trabajo de asis- tencia de dirección que hizo en La máquina idiota, obra de Bartís estrenada en 2013, un lugar al que llegó por intermedio de mauricio Kartún, otro de sus maestros. metido de lleno en la dinámica de creación de es obra afirmó algunos otros conceptos que regulan su propia producción teatral: “nunca hay que pensar a la obra como un todo acabado. Siempre es una situación viviente, algo a lo que se puede volver para reacomodar y resignific­ar. en el caso de

Remar..., además, la construcci­ón es fragmentar­ia, un todo constituíd­o a partir de reordenar las esquirlas que dejó el estallido de una granada sobre la zona de «lo argentino»”, señala este artista que en 2011 ganó el Premio germán Rozenmache­r de nueva Dramaturgi­a otorgado en el FiBA por el groteso criollo Madrijo (toda la tristeza del mundo).

“la dramaturgi­a es una disciplina bella pero muy compleja –sostiene Saba–. Después de egresar de la escuela metropolit­ana de Arte Dramático, los cursos que hice con Kartún fueron muy importante­s para empezar a dominarla. el trabajo de asistencia con Bartís también me permitió aprender a vincular esa zona con la de la dirección y la de las operacione­s sobre la actuación. la verdad es que tuve maestros brillantes y muy generosos”.

Cuando mira la pasado para trazar algún balance, Saba rescata muy rápido a la celebrada Trilogía argentina amateur integrada por La patria fría (grotesco ambulante), Después del aire (sainete oral) y Al servicio de la comunidad” (epopeya isabelina), un ambicioso trabajo donde exploraba, codo a codo con su colega Andrés Binetti, las relaciones entre lo espectacul­ar y lo argentino. “estuvimos todo un año con la Trilogía en la sala Apacheta. Y fue una experienci­a muy pero muy intensa”, recuerda ahora. en aquellas obras aparecían con claridad los fantasmas de figuras de la talla de Armando Discépolo, josé Hernández, Raúl gonzález Tuñón y leónidas lamborghin­i, parte indiscutib­le de esa identidad cultural y política cuyas resonancia­s este metódico autor persigue obstinadam­ente.

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fernando massobrio El dramaturgo Mariano Saba

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